Albert Rivera recordará siempre el 10 de noviembre de 2019 como uno de los peores días de su vida. Ciudadanos se despeña de la tercera a la quinta plaza (la sexta en escaños, al ser superados por ERC con 13), tras perder, en apenas seis meses, casi tres millones de votos y más de cuarenta escaños, entre ellos los de alguno de sus colaboradores más cercanos como su número dos, José Manuel Villegas, que no obtiene el acta por Almería. En Andalucía, donde la formación naranja lleva casi un año gobernando, el partido naranja obtiene apenas tres diputados, perdiendo también el suyo por Granada uno de los hombres fuertes de la dirección, el secretario de Organización, Fran Hervías. Corresponsable del batacazo, que se produce tras pasar del veto a Sánchez a abrirse a la posibilidad de pactar con el PSOE, es Inés Arrimadas, que pierde tres de los cinco escaños por Cataluña, quedándose en apenas dos representantes por Barcelona, la lista que encabezaba por segunda vez.
Ciudadanos, que en abril rozó el sorpasso al PP, lo que le permitió a Rivera presumir de que ellos sí tenían "futuro" al contrario que los de Pablo Casado, desaparece de la práctica totalidad del territorio nacional, obteniendo representación en únicamente cuatro comunidades: Madrid (donde pasa de ocho a tres escaños); Cataluña (donde se pierden dos escaños por Barcelona y el de Tarragona); Andalucía y Valencia, donde se pasa de cinco a dos diputados.
Ni rastro de los escaños obtenidos en provincias pequeñas en abril, lo que incluye el escaño por Toledo del exportavoz y miembro de la Ejecutiva, Juan Carlos Girauta, o los obtenidos en lugares de la llamada España Vacía como Teruel o Guadalajara.
Después de trece años en la presidencia de Ciudadanos (es el único líder que ha tenido el partido) a Rivera se le abre un futuro incierto que tendrá que empezar a despejar en los próximos días. Su fracaso llega tras la crisis del partido en julio, cuando muchos cuestionaron que no facilitase un Gobierno con el PSOE y algunos, como Toni Roldán, abandonaron sus cargos por ello. La presidencia del Gobierno, una ambición que nunca ocultó desde que en 2015 comenzó la expansión de lo que hasta entonces era un partido de ámbito catalán, es ahora algo más que una quimera, tras el veredicto de la urnas.