Salvador Illa ha ganado las elecciones catalanas. Igual que Inés Arrimadas. Le servirá de muy poco, salvo que ERC en una acción harto improbable decida romper el frente separatista y reeditar un tripartito de izquierdas con los socialistas y En Comú, la versión catalana de Podemos. A diferencia de Arrimadas, Illa ya ha confirmado que sí se presentará a la investidura. La baja participación debilita el triunfo del independentismo. Bajo la pandemia era previsible una gran abstención y mucho más después de tres años de propaganda en torno al supuesto fin del proceso separatista, una tesis destinada a desmovilizar el voto constitucionalista.
PSC y ERC han empatado a escaños, 33, pero los socialistas han obtenido más de cuarenta mil votos que los republicanos (637.765 frente a 592.965 al 98% escrutado). JxCat es el tercero en discordia, 32 escaños y 559.095 votos. Vox ha sido la cuarta fuerza, con once escaños y 212.694 votos.
En quinto lugar ha quedado En Comú Podem, con 190.471 votos y ocho escaños, uno menos que la CUP, que con menos votos, 186.201 ha logrado nueve diputados. Ciudadanos ha logrado seis escaños y 154.289, a una distancia sideral de los más de un millón cien mil votos de los últimos comicios. Y en último lugar ha quedado el PP, con tres escaños y 106.353 votos.
A diferencia del 2017, Puigdemont no ha logrado superar a Junqueras. Sin embargo, se ha confirmado que Junqueras se ha desfondado, que no ha resistido el sprint final de las últimas semanas. La primacía en el separatismo sigue en discusión. Sólo el miedo a una repetición electoral les puede empujar a un acuerdo para formar gobierno, pacto en el que la CUP tendrá un peso determinante. La situación abona un panorama similar al actual, parálisis y desconfianza entre los hipotéticos socios del "Govern", presión al Gobierno socialcomunista de Sánchez e Iglesias y desgobierno.
Cataclismo en PP, Ciudadanos y Podemos
Los resultados tendrán efectos muy notables. La marca catalana de Podemos ha quedado muy tocada, igual que Ciudadanos y el PP. Los tres son los grandes derrotados de la contienda. Los liderazgos de Pablo Casado, Inés Arrimadas y Pablo Iglesias están en cuestión por mucho que las ejecutivas de sus respectivos partidos se juramenten por la estabilidad y la continuidad de sus números uno.
La implicación de Pablo Casado en la campaña ha sido un auténtico lastre para Alejandro Fernández. El discurso contra Santiago Abascal cuando la moción de censura y la intervención en la emisora del conde de Godó censurando la actuación policial durante el 1-O fueron letales para las opciones del PP, pero Casado ni siquiera compareció en la derrota. Fue Alejandro Fernández el encargado de poner rostro a la derrota.
Inés Arrimadas reaccionó antes que el PP y cuando el recuento no llegaba ni al 25% anunció una reunión extraordinaria de la ejecutiva para este lunes por la mañana. Carlos Carrizosa compareció con Arrimadas en segundo término. La líder de Cs lamentó que casi la mitad de los catalanes no fueran a votar y reiteró que no habían sido capaces de movilizar al electorado constitucionalista. Por su parte, Pablo Iglesias, como Casado, tampoco dio la cara y delegó en la candidata Jéssica Albiach.
Illa, por su parte, pretende presentarse a la investidura. Dicen los socialistas que "no hará un Arrimadas". Pierden de vista que la dirigente de Ciudadanos no sumaba suficientes apoyos con los partidos constitucionalistas, incluso si se incluía al PSC en ese bloque. En cambio, Illa buscará el voto de ERC, que junto al de los "comunes" forma una suma suficiente, igual que la del tripartito separatista.
Illa ha insistido en catalán y en español que comparecerá ante el Parlament con un programa de gobierno. También destacó el papel de Iván Redondo en su campaña y en la denominada operación Illa, un fracaso relativo.
Illa, a punto del llanto
El candidato socialista se emocionó a la hora de los agradecimientos, sobre todo al citar a la familia. No se le ha visto una sola lágrima en público durante la pandemia, en cambio en la noche electoral se le quebraba la voz.
El análisis por la derecha se centró en el fortalecimiento del separatismo. Poca autocrítica hubo en las intervenciones de los principales dirigentes. El secretario general del PP, Teodoro García Egea, escenificó a la perfección la estupefacción en la formación conservadora, la dificultad para interpretar la subida de Vox y el hundimiento de Ciudadanos y el PP. Deberán pasar más horas para que alcancen a comprender la dimensión de la catástrofe y sus efectos no sólo en Cataluña sino en el resto de España.