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El desprecio entre Puigdemont y Junqueras envenena las negociaciones para formar 'Govern'

JxCat se inclina por rechazar la investidura de Aragonès en segunda vuelta y apurar al máximo los plazos.

JxCat se inclina por rechazar la investidura de Aragonès en segunda vuelta y apurar al máximo los plazos.
Carles Puigdemont y Oriol Junqueras | Europa Press

Puigdemont y Junqueras no se pueden ni ver y no es porque uno esté fugado en Waterloo y el otro preso en la cárcel catalana de Lledoners. La gestión del referéndum ilegal del 1-O abrió un abismo entre sus partidos. En JxCat creen que el proceso separatista descarriló porque ERC no tenía preparadas las estructuras de Estado económicas e interpretó mal sus relaciones con el Gobierno de Rajoy a través de Soraya Sáenz de Santamaría. En ERC acusan a JxCat de haber jugado con dos barajas durante el golpe de Estado ( la "legitimidad" del referéndum y la convocatoria de unas autonómicas) y todavía acusan el engaño de Puigdemont, cuando citó a los miembros del Govern en Barcelona y se dio a la fuga sin contar con Junqueras.

El desprecio entre los líderes impregna las relaciones entre los principales dirigentes de ambos partidos. Gabriel Rufián es uno de los que menos se corta. Acaba de llamar "tuitero" a Puigdemont en plenas negociaciones y a pesar de que ERC depende del "sí" de JxCat para investir a Aragonès. En noviembre del año pasado se refirió a Laura Borràs, ahora presidenta del Parlament y antes diputada en el Congreso, como una pija que "hace demasiado tiempo que lleva chaquetas de mil euros y bolsos de Michael Kors". Puigdemont, por su parte, no tiene reparos en acusar a los dirigentes de ERC, sin nombrarlos, de querer su encarcelamiento y de abonar el relato de que se pega la gran vida en Bruselas.

Ese es el contexto en el que se llevan a cabo las negociaciones para reeditar el pacto de gobierno, una desconfianza absoluta y el mayor de los desprecios entre los interlocutores. Además, los contactos se ven entorpecidos por la necesidad de trasladar tanto avances como desavenencias a la cárcel de Lledoners y a la mansión de Puigdemont en Bélgica. Nadie da un duro porque este martes se vaya a producir un voto favorable de JxCat a Pere Aragonès, a quien consideran un mero recadero de Junqueras, una especie de muñeco de ventrílocuo accionado por el líder de ERC.

Sobre el papel, las diferencias entre JxCat y ERC radican en el papel de Puigdemont y su Consell per la República, el reparto de las competencias económicas y los fondos europeos para la reconstrucción, la interlocución con el Gobierno (ERC se niega a perder la posición de privilegio que le da tener más diputados en el Congreso) y la hoja de ruta, el nuevo referéndum pactado entre ERC y la CUP y que en JxCat consideran que resta legitimidad al resultado del 1-O. En la práctica, las malas relaciones personales ahondan en las discrepancias.

Investidura al límite

Así, las negociaciones están abocadas a una mayor duración de la que le gustaría a ERC. JxCat quiere apurar los plazos, poner nerviosos a los dirigentes de ERC, llegar a un acuerdo sobre la campana, poco antes de que venza el tiempo para convocar de nuevo elecciones. Así, está prácticamente descartado que este martes JxCat vaya a apoyar a Aragonès. El candidato republicano tendrá que esperar bastante más tiempo y no se descarta que su investidura se produzca cuando queden pocos días antes de la fecha límite para tener que repetir las elecciones.

Además, esa hipótesis, unos nuevos comicios, ya está sobre la mesa. JxCat pidió a Aragonès que renunciase a la segunda votación, prevista este martes, una "invitación" que el valido de Junqueras rechazó. Según los de Puigdemont, en cuatro días no hay tiempo para cerrar un acuerdo. En ERC no se resignan, pero tampoco ceden. No quieren tutelas belgas ni activar un Consell per la República que califican con desprecio de entidad "privada" al servicio exclusivo de Puigdemont.

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