El grupo Donosti de ETA estaba el 10 de julio de 1997 apostado en los exteriores de la estación de cercanías de Ardanza, una de las cuatro que hay en la localidad de Eibar (Guipúzcoa). Enfrente de la puerta, en aceras opuestas, estaban, pistolas en mano pero camufladas, los etarras Javier García Gaztule Txapote e Irantzu Gallastegui Sodupe Amaia. Esperando dentro de un coche, un poco más apartado, estaba José Luis Geresta Oker.
Allí estaban esperando por la información que les había facilitado Ibon Muñoa, concejal de Herri Batasuna en el Ayuntamiento de Eibar, un viejo colaborador de la banda terrorista. El edil tenía desde hacía años su propio taller mecánico, Recambios Automóviles Muñoa, y para la gestión de sus cuentas confiaba en la asesoría Eman Consulting, en la que llevaba unos meses trabajando Miguel Ángel Blanco. Desde su taller tenía vista directa a la estación de cercanías.
El propio Muñoa era quien estaba alojando en su domicilio a los miembros del grupo Donosti, como en otras ocasiones había hecho con los del grupo Vizcaya de ETA. Y los alojó algún día más de lo previsto, pues los terroristas intentaron llevar a cabo el secuestro el día anterior, el 9 de julio, pero el azar hizo que ese día Blanco no fuera a trabajar en cercanías sino en un coche prestado por su padre. La fortuna le regaló 24 horas más de vida en libertad.
Amaia fue la primera que vio salir a Miguel Ángel Blanco Garrido de la estación de cercanías. Se acercó a él y le puso el arma en el costado. Le obligó a dirigirse hacia donde se encontraba el coche que tenían esperándolos y, a mitad de camino, se le unió Txapote. Ya en el coche, Oker ayudó a sus dos compañeros de grupúsculo terrorista a introducir al joven concejal popular en el maletero del vehículo.
Sobre las 18:00 horas de esa tarde, la emisora Egin Irratia —clausuarada años después, como el diario en papel Egin, por ser parte de la estructura de la banda terrorista ETA— daba la noticia de que el joven edil de Ermua había sido secuestrado. También del chantaje al Estado y de la condena a muerte de Blanco: el Estado tenía 48 horas para mover a más de 400 etarras presos a cárceles del País Vasco y Navarra o el joven edil sería asesinado.
La noticia de un chantaje de tal magnitud al Estado y las escasas posibilidades que tenía el joven de mantener su vida conmocionaron a la opinión pública. Televisiones y emisoras de radio cortaron su programación habitual para centrarse en el secuestro del Miguel Ángel Blanco, hasta el punto de que el padre del edil, Miguel Blanco, se enteró del secuestro de su hijo en el portal de su casa, cuando regresaba de trabajar, por los periodistas que había allí presentes.
Miles y miles de personas salieron a las calles de toda España pidiendo a los terroristas de ETA que no asesinase al joven edil. Algunos estudios indican que hasta seis millones de ciudadanos participaron en alguna de las movilizaciones diurnas o nocturnas que se organizaron en nuestro país durante las siguientes 48 horas. Nocturnas, incluso, porque se organizaron vigilias con velas en las plazas de las principales capitales de provincia.
Durante dos días malditos de julio nada hubo en España salvo una tensa espera para conocer el trágico desenlace del secuestro del concejal del PP. Nunca en la historia reciente hubo un consenso político como en aquel momento sobre la necesidad de derrotar a ETA y a sus secuaces políticos. Nunca ha vuelto a haber una movilización ciudadana como la que hubo durante aquellos días.
Blanco fue retenido por sus captores durante 48 horas en un lugar que se desconoce, 25 años después. El 12 de julio, Txapote, Amaia y Oker volvieron a introducir en el maletero del vehículo al joven concejal del PP y lo llevaron hasta un descampado a las afueras de Lasarte-Oria (Guipúzcoa), a unos 50 kilómetros de donde había sido secuestrado. Lo llevaron hasta un camino rural próximo al barrio de Cocheras.
Allí, pasadas las 16:50 horas, cumplido el plazo del chantaje etarra, lo volvieron a sacar del vehículo. Oker le obligó a ponerse de rodillas y sujetó su cuerpo. Por detrás, Txapote disparó en la cabeza al edil con su pistola Beretta del calibre 22mm. El cuerpo de Blanco, con las manos atadas a la espalda, cayó sobre sí mismo por efecto de la gravedad. Txapote realizó entonces un segundo disparo en la cabeza del edil, que quedó sangrando profusamente tirado en el suelo mientras los tres terroristas emprendían su huida.
El cuerpo fue encontrado por dos cazadores un rato después, que inmediatamente llamaron a la Ertzaintza y a los servicios de emergencia. Una ambulancia de la DYA (Detente y Ayuda) prestó los primeros auxilios mientras llegaba una UVI móvil de Osakidetza (Servicio vasco de Salud), que lo trasladó seguidamente al Hospital Nuestra Señora de Aránzazu de San Sebastián para tratar de evitar su muerte.
Blanco entró en el hospital donostiarra con un hilo de vida. Sobre las 18:00 horas, la madre, la hermana, la novia y algunos miembros más de la familia Blanco salieron del domicilio familiar en Ermua para ir al centro hospitalario. La noticia de la aparición del cuerpo del edil tiroteado volvió a conmocionar a la sociedad española. Decenas de personas aplaudieron a los Blanco y les mostraron su apoyo a las puertas de Nuestra Señora de Arantzazu.
La indignación en la sociedad española se fusionó con un halo de esperanza. Muchas iglesias hicieron sonar sus campanas con la esperanza de que no falleciese. Las vigilias volvieron a las calles españoles mientras todo el país estaba con el corazón en un puño. Finalmente, el equipo médico del hospital informaba que el joven concejal había muerto a las 05:00 horas del 13 de julio de 1997.
Miguel Ángel Blanco fue la víctima número 778 del historial criminal de la organización terrorista ETA. Fue también el secuestrado número 78. Y, lamentablemente, el décimo secuestrado de la banda asesinado a manos de sus captores. El 14 de julio fue enterrado en Ermua tras un funeral presidido por el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón. Los actos de despedida fueron un nuevo grito desgarrado contra el terrorismo.
En 2011, la familia de Blanco Garrido trasladó el cuerpo del concejal asesinado a la pequeña aldea de Faramontaos (Orense) debido a la profanación constante de su tumba por parte de simpatizantes de ETA. Junto a él se encuentran también ya los restos mortales de sus padres, Miguel Blanco y Consuelo Garrido. Él falleció en marzo de 2020, poco antes del confinamiento por la pandemia de coronavirus. Ella murió a causa de la covid-19 menos de un mes después.
Txapote y Amaia son dos de los terroristas de ETA que se han beneficiado de la política de acercamientos que Pedro Sánchez pactó con EH Bildu. Ambos están en la prisión de Bilbao, cerca de sus familias. Por si fuera poco, han venido disfrutando de todas las prebendas del sistema carcelario español. Son pareja, tienen dos hijos, y se les ha permitido incluso encontrarse en vis a vis pese a que en algunos momentos estuvieron en prisiones a kilómetros de distancia. Se les acercaba a la prisión del otro para disfrutar de sus ratitos de intimidad.
Oker se suicidó en 1999 en Rentería (Guipúzcoa) tras una errática huida de las Fuerzas de Seguridad, que ya le tenían acorralado e iban a proceder a su detención. El entorno de ETA montó una de sus tramas fantasiosas sobre crímenes de Estado. Ibon Muñoa, el chivato, salió de la prisión de Córdoba el 11 de octubre de 2020 y varios días después el entorno de ETA le rindió un homenaje público a su llegada a Eibar. Actualmente pasea y disfruta de las calles de la localidad guipuzcoana como si nunca hubiera pasado nada, algo que desde hace 25 años no puede hacer Miguel Ángel Blanco.