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Juan Francisco López, el monstruo de la escalera: pasará al menos 25 años en la cárcel por matar a la pequeña Laia

El Tribunal Supremo ha ratificado la prisión permanente revisable para él por asesinar a la menor -de 13 años- en un "acto cruel, de principio a fin".

El Tribunal Supremo ha ratificado la prisión permanente revisable para él por asesinar a la menor -de 13 años- en un "acto cruel, de principio a fin".
Juan Francisco López Ortiz, condenado por la violación y asesinato de Laia Alsina. | EFE

Ninguna de sus excusas le ha servido a Juan Francisco López Ortiz para librarse de la más dura de las condenas en España. El Tribunal Supremo ha ratificado la prisión permanente revisable para él por el asesinato de Laia Alsina, la niña de 13 años a la que secuestró cuando bajaba por las escaleras de casa de sus abuelos y mató en el interior de su domicilio, en el municipio barcelonés de Vilanova, en junio de 2018.

"El monstruo", como lo llama la madre de la víctima -Sonia López-, no saldrá de la cárcel durante al menos los próximos 25 años, a pesar de que durante el juicio ha intentado esquivar la pena máxima -contemplada en nuestro Código Penal- con todo tipo de artimañas. Desde asegurar que la niña se coló en su casa y la confundió con un ladrón, a alegar que asesinó a la pequeña por culpa de una paranoia que sufrió por el consumo de drogas.

Los magistrados de la Sala de lo Penal del Alto Tribunal han considerado probado que el acusado capturó a Laia en las citadas escaleras "con la intención de atentar contra su libertad sexual" y después "le produjo muerte por asfixia". "Le colocó una correa (de perro) sobre el cuello y agarró fuertemente con sus manos el cuello y la garganta de la menor", recoge la sentencia.

Detalles que ya salieron durante el juicio y que -inevitablemente- producen indignación entre los familiares de la víctima. "Espero que el miedo no te deje vivir nunca más en la vida. Que vivas muchos años, pero con mucho miedo, el (mismo) miedo que pasó mi hija en tu casa a oscuras. Tu olor, tu peso... morirse es muy malo, pero morirse contigo encima, oliéndote y con tu peso, a oscuras, es peor", le dijo Sonia al acusado al terminar su declaración.

El día del asesinato

Corría el 4 de junio de 2018. Laia había pasado la tarde con sus abuelos. Como era habitual, su padre fue a recogerla para llevarla a casa. Unos minutos antes, la avisó para que bajara. Él no pudo aparcar delante del portal -donde habían quedado- como en otras ocasiones, porque unas obras se lo impidieron.

Cuando llegó al bloque, la menor no estaba en lugar acordado. LLamó al portero electrónico, pensando que aún no había bajado. Pero sus abuelos le informaron de que hacía rato que se había marchado de allí para reunirse con él. Empezaron a buscarla a gritos y preguntaron a los vecinos. Justo uno subía por las escaleras, pero no se la había cruzado.

Parecía que se la hubiese tragado la tierra. La niña salió de casa de sus abuelos y emprendió el camino hacia el portal, pero no llegó a su destino. Su rastro se perdió en esas escaleras en las que indefectiblemente tenía que estar la clave de su desaparición. Nadie la había visto salir del portal. Y su padre había tardado muy poco tiempo desde que le dijo que bajara hasta que llegó.

La escena del crimen

Como imaginaban, en el recorrido que hay entre la casa de sus familiares y la calle, alguien se había llevado a Laia. No había muchas opciones posibles, en realidad. Sus abuelos vivían en el segundo piso, y sólo había dos casas por planta. Tenía que estar en el interior de alguna de las que hay en el primero.

Buscaron piso por piso, puerta por puerta, de la mano de la policía local. En concreto los tíos de la menor se acercaron a preguntar a la vivienda en la que se encontraba Juan Francisco López Ortiz (aunque era de sus padres), que -ya les extrañó- tardó mucho tiempo en abrir. Sus explicaciones no les cuadraban, vieron que el suelo estaba mojado y que "olía a rancio y a lejía". Así que decidieron entrar.

Nunca pensaron que se toparían con el cuerpo de la niña en aquellas circunstancias: semidesnudo, con varias puñaladas y la cabeza dentro de una maleta. Parecía como si hubiera intentado "introducirla en el interior", explicó uno de los agentes en sede judicial. Lo que sí está confirmado es que la secuestró, la agredió sexualmente y la asesinó, según se determina en la sentencia.

Las incongruencias del acusado

Una de las estrategias que la defensa utilizó para intentar librar a López Ortiz de la prisión permanente revisable fue la de afirmar que habría actuado para defenderse de quien él pensaba era un intruso, alguien que habría entrado en su casa para robar. Todo porque consumía alcohol y cocaína de forma "crónica", motivo por el que -dijo- "no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, ni de sus actos". "En ese estado, acabó con la vida de Laia", añadió la letrada.

Según su relato, el acusado habría llegado a la vivienda de sus padres apurado porque necesitaba ir al baño. Así que -en ese contexto- se dejó la puerta de la casa abierta y Laia, que bajaba por las escaleras, entró y se escondió. "Creyendo que era un ladrón, habría agarrado dos cuchillos y, accediendo a una habitación a oscuras, redujo al que creía su agresor", detalló.

Esta tesis no es compatible con el leve grado de autismo que tenía la pequeña, motivo por el que no le gustaba la oscuridad y tampoco esconderse, relataron los padres de la menor durante su declaración. Tampoco encaja con el estado del acusado que observaron los familiares y agentes de policía que entraron en su casa. Según testificaron, no parecía ni bebido ni drogado.

Acto cruel, de principio a fin

La sentencia del Tribunal Supremo califica los hechos como "un acto cruel de principio a fin y con una maldad absoluta". "Sabiendo lo que hacía, cómo lo hacía" y "lo que estaba sufriendo la niña", añade. "No se queda en la agresión sexual, sino que la acaba matando de una forma despiadada asegurando el crimen, e incrementando el dolor que tuvo que sufrir la menor".

El alto tribunal ha considerado probado el "ensañamiento", dado que "la menor no pudo defenderse de ninguna manera". "No se trató de una muerte por un accidente, o por una enfermedad, sino por una conducta perversa", explica. Lo que hizo López Ortiz -reza el texto- fue "introducirla en su casa, agredirla sexualmente y matarla en la forma descrita en los hechos probados empleando un cuchillo y asfixiándola".

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