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Una víctima de la "fabricación en masa" de trans: "Entras por la puerta y ya te dan las putas hormonas mágicas"

María fue empujada a la transexualidad cuando tenía 18 años. Transicionó y nueve años más tarde se dio cuenta de que no era la solución a su problema.

María fue empujada a la transexualidad cuando tenía 18 años. Transicionó y nueve años más tarde se dio cuenta de que no era la solución a su problema.
María vivió como un hombre transexual durante casi 10 años. | S. PASCCON

"¿Es posible hacer un dibujo en un folio y después devolver ese folio a su estado original? No. Aunque borres el dibujo, ese folio nunca será como antes de haber dibujado en él", con esa reflexión responde María a si la transexualidad es reversible. Ella, que ahora tiene 28 años, sabe bien de lo que habla. Fue un hombre transexual durante 10 años de su vida y después decidió dar marcha atrás.

Cuando María tenía 18 años, transicionó. Es decir, inició el proceso de conversión de mujer a hombre. "Me administré testosterona, me presenté al mundo con apariencia de varón y cambié mi sexo en el DNI a los dos años de tratamiento con hormonación cruzada". Sin embargo el malestar, que tenía desde niña y creyó -le hicieron creer- que desaparecería cuando dejara de ser una mujer, no se fue.

A los 27 años inició el proceso inverso, conocido como "detransición". En definitiva, se trata de revertir -en la medida de lo posible- los cambios alcanzados a través de la hormonación y las distintas cirugías para cambiar de género. Afortunadamente para ella, esta parte ha sido menos traumática que las anteriores. "Este tema me ha robado literalmente la vida", asegura. Pero ahora, con la aceptación de su trastorno y la terapia adecuada, empieza a estar en paz con su cuerpo y su sexo.

Por eso critica duramente a las asociaciones que promueven la transexualidad indiscriminadamente y -en muchas ocasiones- en casos de niños demasiado jóvenes para comprender la trascendencia del paso que van a dar. "Te dicen que sí a todo, entras por la maldita puerta y ya te están dando la receta para que vayas a por las putas hormonas mágicas que te convierten en el sexo opuesto", asegura.

Eso es lo que le ocurrió a ella y lo que pasa cada día con otras personas que presentan trastornos similares. En una sola sesión les afirman que son trans "sin ninguna duda", explica María. Conoce muchos casos así que acaban mal. "Es un delirio", sentencia. Pero se ha encontrado con que los que cuestionan esos métodos son acusados de transfobia. "Todo es transfobia ahora".

Algo siempre fue mal

A María le cuesta identificar el momento exacto en el que empezó su problema. "Algo siempre fue mal", asegura. "Suelo decir que es un malestar psicológico que padezco de toda la vida. Todo tiene su comienzo, solo que yo no lo recuerdo. Era demasiado pequeña y crecí con ello". Así se refiere a un "malestar" que arrastra desde la infancia y que -en primer lugar- se manifestó "con el hecho de ser una niña y no un niño, y lo que eso conllevaba".

La cuestión era que no encajaba en el rol femenino de la época. "Empecé a entrar en conflicto con determinados estereotipos de género. Nadie me supo explicar adecuadamente, ni con la sensibilidad necesaria para mi edad y caso concreto, que género y sexo no son lo mismo; o que a las niñas también les puede gustar los roles, las vestimentas, el carácter, etcétera, que normalmente se asocian al otro sexo".

Ahora sabe que aquello "no significaba que debiera de haber nacido niño" y que "es perfectamente normal tener esas inclinaciones, intereses y gustos". "Sigues siendo una niña", exclama. Pero entonces nadie se lo hizo entender y ella era demasiado pequeña para llegar sola a esa conclusión. "Necesitaba que me explicaran y repitieran a conciencia que todo estaba bien conmigo y no lo hicieron".

"No eran conscientes de la especial atención que yo prestaba a esas diferencias de género entre sexos" o de "mi alta sensibilidad a los estereotipos". El hecho de que ella no se sintiera identificada con lo que se asociaba a su sexo, le supuso un conflicto que con el tiempo sólo fue a más. Algunos familiares intentaron ayudarla, pero el mensaje que le transmitían -el mismo que le que llagaba de la sociedad- es que "había algo mal conmigo, que no era como debía".

En conflicto con su cuerpo

Eso fue despertando en ella un desasosiego que se agravó con la pubertad. Entonces entró en conflicto con su "cuerpo sexuado". "Me crecieron los pechos, se me ensancharon las caderas... Y todo ese desarrollo hormonal hizo que me aparecieran muchísimas estrías. Y esas estrías, numerosas y en cada parte sexuada de mi cuerpo, me acomplejaron. Estaban por todas partes, me habían roto y afeado la piel... Y yo me vi monstruosa".

María tenía sólo 12 años. Su mente era la de una preadolescente que había crecido sin entender por qué tenía inclinaciones tradicionalmente masculinas y que sin haber superado ese conflicto tenía que enfrentarse a unos cambios de desarrollo para los que no estaba preparada. Fue "traumático". "No me gustaban mis tetas estriadas" y "acabé detestando mi cuerpo sexuado". Esas estrías, que ella asociaba a sus "formas femeninas", fueron el detonante de lo que vino después.

"Me causaban tanto rechazo que terminé disociándome de mi cuerpo. Puede que a quien lo lea le parezca una estupidez, pero yo llegué a dejar de ducharme y de mirarme al espejo desnuda solo para no ver cómo mi cuerpo me traicionaba", relata. Esto se sumó a su "conflicto con el género". Ya no solo pensaba que "debí de haber nacido hombre en vez de mujer", sino que además -si hubiera sido así- no se le habría "destrozado la piel y los pezones" con aquellas estrías.

En consecuencia, empezaron a incomodarle las miradas masculinas, "especialmente de hombres adultos". "Fue un cúmulo de muchas cosas complejas aparentemente sin importancia que fui arrastrando durante años, haciéndose bola hasta que explotó". "Llegué a autolesionarme de varias maneras, quise destruir mi cuerpo porque me sentía atrapada en él. Era mi cárcel".

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S. PASCCON

La panacea trans

María se sentía tan mal que "quería matar y matarme". Pero no pensaba en la transexualidad como una solución. "No sabía nada de eso", asegura. Eso cambió el día en que decidió buscar en internet lo que en ese momento sentía que era su problema: "soy una mujer pero desearía ser un hombre". Así fue como llegó a los términos transexual, transgénero, transicionar y disforia de género. "No voy a mentir, todo eso me describía a mí. Pensé que podía ser mi caso, lo había sentido así toda la vida", reconoce.

De ahí pasó a ver videos de personas que habían transicionado en Youtube. "Todos parecían seguros y felices con eso de hormonarse y quitarse las tetas. Parecía la solución. Un remedio real, más allá del suicidio". Aunque lo cierto es que contar con toda aquella información le hizo sentirse aún "peor, más atrapada". "Me sentí maldita". No entendía por qué le tenía que haber pasado esto a ella, o por qué le había tocado sufrir tanto.

Las ideas suicidas le llevaron a pedir a su padre ayuda psicológica. Él decidió llevarla a un psiquiatra que no quiso darle "pastillas para sentirme bien" -como ella le reclamaba- hasta que le dijo que "sentía que debía de haber nacido hombre y no mujer". "Ahí todo dio un giro. Dedujo que lo que yo tenía era un trastorno de identidad sexual y por ese entonces el remedio era ya la terapia de afirmación encaminada a una transición social, hormonal y quirúrgica".

Abocada a transicionar

Transicionar no es otra cosa que el proceso para cambiar de género. Y eso fue lo que "a nivel profesional se había determinado" que debía hacer. "Era eso o quedarme como estaba", asevera. Nadie le ofreció otra alternativa. Aun así, tardó seis meses en atreverse a pincharse aunque sí inició "la transición social". En ese tiempo acudió a terapia, pero "no se indagó en el malestar psicológico ni el rechazo corporal", tampoco en sus "ideas suicidas" o las "autolesiones", ni quiera la prepararon para su "futuro como hombre transexual".

Las sesiones iban dirigidas a "corroborar mi incongruencia de género y afirmarla al mismo tiempo". Entonces corría el año 2011, pero -según explica María- "no se hace mucho mejor a día de hoy". De hecho, se queja de que "en las organizaciones se da todo por sentado". "Un error, en mi opinión, porque opino que hay mucho en lo que indagar antes de determinar la transición como única vía a la disforia de género".

María cree que el problema es que "es un tema desconocido y hasta abandonado, que se ha dejado en mano de colectivos que ofrecen la transición como única vía... Sin evaluaciones, ni esperas, ni prudencia". Y lo peor es "la mayoría de los profesionales han sucumbido a esa creencia". "A mí me pilló en mis inicios", señala, "te ves abocada a hacerlo".

A la pregunta: ¿Te indujeron a transicionar, María? La respuesta fue "sí". "Te inducen a hacerlo si no te dan otras opciones. Acabas creyendo que es la única solución posible", añade. "No te dan la oportunidad de explorar psicoterapéuticamente. Ellos te afirman", al tiempo que te venden una idea romántica de la transexualidad. "Se ha producido una romantización e instrumentalización de este trastorno con tantos nombres (ahora conocido como disforia de género) y que quieren hacer desaparecer con fines de lucro y presión social y política".

La corriente trans

María nos habla de la existencia de una "corriente ideológica" que está "muy extendida" y que apuesta por la vía trans como única solución a trastornos como el suyo, sin explorar otras posibilidades o advertirles de la dureza de lo que está por venir. Nadie les habla además de que puede ocurrir que no encuentren el bienestar que anhelan en esa conversión. Ese es precisamente el motivo de que haya tantas personas que "quieren detransicionar o se arrepienten, que no se encuentran cómodas en la transexualidad".

"Este proceso de transición se ha despersonalizado y estandarizado, asemejándose así a la fabricación en masa", asevera María. "Si no existen variables, cualquiera puede transicionar". En su caso, considera que su problema "se simplificó y se achacó a la fantasía de que nací en el cuerpo equivocado". A día de hoy, ella se pregunta si algo así es posible. En cualquier caso, para ella la solución no era la transición, como le hicieron creer.

María considera que era demasiado joven y la vida prometida le sedujo. Algo que ocurre muy a menudo. "Se está experimentando con menores", advierte, "y se ha normalizado". Se les dice, a ellos y a sus padres, que son "niñas con pene" o "niños con vulva". Y se les invita a recorrer el camino de la "transición" sin tener en cuenta -para empezar- las consecuencias que tendrá para ellos, en su bienestar físico y psíquico, que "se minimizan a conciencia". Si pueden ser problemáticas en adultos, imaginemos cómo será esa "transición hormonal invertida (bloqueo) antes de la pubertad natural". "Sería completamente irreversible".

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S. PASCCON

Para María es un error que se permita transicionar antes de alcanzar la madurez suficiente para afrontar el proceso y el nivel de consciencia necesario para valorar las consecuencias de la transformación. "Yo me pregunto por qué se ha permitido que las afirmaciones y las circunstancias particulares de unos adultos transexuales agrupados en colectivos, cuyas vidas y motivaciones no han sido exploradas, determinen el destino de unos niños totalmente ajenos a ellos que manifiestan, presuntamente, un conflicto con su identidad sexual", destaca María.

"Es un delirio", comenta, "esos menores tendrán que soportar vivir como transexual, dependientes de medicación y cirugía, el resto de su vida". La probabilidad de que se arrepientan en su edad adulta es muy alta. Así lo cree María, que ha recorrido el camino de ida y también el de vuelta. "No hay nada que garantice que no será así" y eso "debería bastar para que estuviese prohibido administrar bloqueadores hormonales y después un tratamiento hormonal transexualizador antes de la pubertad natural".

Cientos de transexuales deciden dar marcha atrás a su transformación, como relatan en redes sociales y demás plataformas que encontramos en Internet. Aunque, denuncia María, la corriente ideológica de la que hablábamos lo intente silenciar. Muchos de ellos sienten "haber despertado de una farsa". Así expresa María lo que sintió cuando se dio cuenta de que se había equivocado y lo que tenía que hacer era reconciliarse con la mujer que nació.

Los patrones (trans y detrans)

Desde los lobbies trans se fomenta la transexualidad hasta el punto de que no dan oportunidad a las personas que padecen disforia de género a que descubran si hay "una alternativa a la transexualidad" para ellos. "Las personas desesperadas por encontrarse bien se aferran como a un clavo ardiendo, como me aferré yo", seducidas por la "promesa de que alcanzarán la felicidad y el bienestar, que acabará su malestar psicológico". "Es lo que te venden desde los colectivos". Pero en el caso de María, no ocurrió.

María conoce otros muchos casos como el suyo, y peores. De personas por ejemplo que han perdido sus órganos sexuales por el camino. Y lo cierto es que "siempre hay similitudes, existe un patrón y eso es innegable". En mujeres, dice haber observado uno muy claro: "se quiere transicionar porque se padece un malestar estrechamente relacionado con el cuerpo sexuado y las expectativas de género". En muchas ocasiones, se dan "dismorfias corporales y trastornos comórbidos, como depresión o trastornos de la conducta alimenticia, así como conflictos con la orientación sexual".

También hay un patrón para detransicionar: después de entre 5 y 10 años de haber transicionado, se dan cuenta de que no se sienten mejor que antes de haberlo hecho. Esto ocurre por muchos motivos, explica María. "Ciertos procesos médicos se hacen pesados, hay complicaciones en el desarrollo personal porque hay conflictos sin resolver, se produce un desencanto e incluso empiezan a hacerse preguntas que no se hicieron antes... La madurez tiene aquí un papel importante".

"Cada uno pasa su proceso personal de autoconocimiento" que en realidad debería ser previo al inicio de la transición. Un paso demasiado importante como para darlo a la ligera. La persona que se va a someter a ella debe estar decidida siendo consciente de las consecuencias. Eso es lo que defiende María. "La transexualidad solo puede elegirla una persona adulta, madura, sana mentalmente, con sus conflictos al respecto resueltos y como última opción en todo caso".

Su transición a hombre

"Yo estuve prácticamente 10 años en transición y algo más de 9 años viviendo como hombre transexual, administrándome cada tres meses Reandron 1000mg, que es testosterona que se aplica intramuscularmente y se va liberando poco a poco dentro del organismo", explica María.

Además, sufría un grave rechazo por mis pechos, por lo "mi psiquiatra resolvió -sin abordar el trasfondo de por qué odiaba mis tetas- que debía realizarme una mastectomía doble". "Así que me sometí a la extirpación de las mamas a los 19 años, una de las cirugías más comunes en mujeres que transicionan… porque al parecer hay mujeres con pene pero no hombres con tetas. No llegué más lejos, afortunadamente".

"Conozco a quien, además, se practicó una histerectomía, que es la extirpación de los órganos sexuales internos: útero, trompas y ovarios", destaca, "cuando detransicionan, estas personas siguen siendo dependientes de medicación, ya que -en el caso de mujeres vaciadas- deben tomar hormonas femeninas externas". Su cuerpo ya no las produce, por lo que afecta a su salud. Y de ser madres, en caso de desearlo, mejor ni hablamos.

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S. PASCCON

¿Es reversible?

La transexualidad tiene una difícil vuelta atrás, en cualquier caso depende de hasta dónde se haya llegado en la transición. "Tu cuerpo queda mellado y nunca vuelve a ser como antes", explica María, "estos tratamientos son severos". "La hormonación es reversible en el sentido de que puedes parar el tratamiento transexualizador y, si sigues conservando tus órganos sexuales y funcionan bien, esos cambios físicos pueden revertirse hasta cierto punto".

Hay que tener en cuenta que "con la testosterona te crece la nariz, el mentón, la mandíbula, el clítoris, la nuez, los músculos, algunos ligamentos, se te agrava la voz, te llenas de pelo y te puedes quedar calva… todo esto es irreversible y para revertirlo habría que someterse a cirugía estética". "Mis tetas no volverán jamás, ni la sensibilidad en mi pecho, ni la función de amamantar...".

"Si te vacías por dentro, tus órganos se tiran a la basura y se queman, los pierdes para siempre y con ellos toda función sexual y reproductiva. No recuperas tus hormonas naturales, ni tus ciclos menstruales, ni tu capacidad de gestar y dar vida". Afortunadamente para María, su masculinización "por una cuestión genética, no fue exageradamente marcada" y no se sometió a una histerectomía, así que conserva sus órganos y funcionan correctamente.

Lo que sí le provocó -sin embargo- fue "una osteoporosis en la cadera que se relaciona con el tratamiento hormonal, al haber pasado casi 10 años en amenorrea y sin la asimilación de estrógenos ni progesterona, hormonas que mi cuerpo necesita por ser de sexo femenino, pese a haber administrado testosterona".

La detransición de María

"Detransicioné a los 27 años, al dejar de administrarme testosterona, revertir la virilización de mis rasgos, presentarme como la mujer que siempre fui y revertir mi sexo legal a su estado original", explica. "Me di cuenta de que la transexualidad no me había ayudado" y "empecé a buscar otras respuestas".

"Ahondé en mi infancia y llegué a la conclusión de que, efectivamente, he padecido un conflicto psicosocial multicausal y ambiental que, al no resolverse, derivó en un trastorno de identidad sexual (o disforia de género, o incongruencia de género, o como lo vayan a llamar mañana por la mañana…) y otros trastornos comórbidos, como la depresión", relata.

"Lo que me ha ayudado a estar en paz es aceptar mi cuerpo, que nací mujer, con sexo femenino y entender que mi cuerpo no es una cárcel", señala, "lo es lo que la sociedad me impone por ser mujer". "Pero eso no es culpa de mi cuerpo, del que ahora sí quiero disfrutar, exclama.

"La transexualidad me lo impidió. Sólo terminando con una disociación que me mataba en vida, he sido capaz de disfrutar de mi cuerpo y de madurar sexualmente". Prueba de ello es que ha sido ahora, con 28 años, cuando ha ido por primera vez a la consulta de una ginecóloga.

La ley Trans

"Despropósito", esa es la palabra con la que María califica la conocida como ‘ley Trans’. Y lo considera así por "todo lo comentado hasta ahora". "Un despropósito por permitir los bloqueadores hormonales a menores y la pubertad invertida. Un despropósito por la autodeterminación (de género). Un despropósito por la eliminación de la evaluación psicológica. Un despropósito por las pérdidas de potestad de las familias que se niegan a que sus hijos menores transicionen...".

La enumeración de despropósitos que recoge o promueve la norma es larga. María también hace referencia a "la censura y la criminalización de otros puntos de vista". Ahora "todo es transfobia". No está permitido "cuestionar o discrepar". Le parece inconcebible que se permita la difusión de un "discurso romantizado de la transexualidad en los centros escolares". Tampoco entiende que no se pida "prácticamente ningún requisito" para proceder al cambio legal del sexo". En su opinión, "es un asunto ideológico".

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