La familia de Sandra Bermejo está convencida de que alguien se llevó a la joven por la fuerza, el pasado 8 de noviembre. Se cumple un mes desde que se perdiera el rastro de la psicóloga madrileña -de 32 años- en Gijón y no se ha encontrado ninguna pista que apunte a que pudiera haber sufrido un accidente o haberse quitado la vida. Sus seres queridos descartan ambas hipótesis, al entender que no encajan con el perfil de la desaparecida: experta senderista (que además conocía la zona), alegre y vitalista.
La policía -por su parte- mantiene abiertas todas las líneas de investigación, según ha informado este miércoles el jefe superior de la Policía Nacional en Asturias, Luis Carlos Espino. Desde su desaparición, se han realizado varios dispositivos de búsqueda en el entorno del Cabo de Peñas -donde su móvil emitió señal por última vez- pero la joven no ha sido localizada.
"Han pasado cuatro semanas y seguimos como el primer día", lamenta el presidente de SOS Desaparecidos, Joaquín Amills, en declaraciones a LD. "Creo que ya ha quedado más que claro lo que estábamos indicando desde el principio, que la idea de un suicidio la descartábamos, al igual que un accidente o una desaparición voluntaria". "Nos quedamos con que la desaparición fue involuntaria", insiste, "ya sea por retención, por manipulación o por un acto forzoso". Y esta última es -para ellos- la hipótesis más probable.
Como no puede ser de otra manera, el entorno de Sandra y los responsables de la asociación confían en que "se esté investigando esta línea" y respetan que el carácter de las indagaciones sea "secreto, sin que haya filtraciones". Eso sí, subrayan la necesidad de hacer "una búsqueda tierra adentro". "Se hizo la batida entre los días 11 y 13 del pasado mes, basándose en la idea de un suicidio o de un accidente", explica, "con lo cual se buscó solamente en los acantilados, la mar y alguna playa".
Una llamada anónima
Ahora que esas hipótesis han perdido fuerza, señala Amills, se ha de investigar en otra dirección. Especialmente, añade, teniendo en cuenta la llamada anónima en la que "nos indicaban una hora concreta y lugar en que se cruzaron con Sandra". Dan credibilidad al testimonio de la pareja que se puso en contacto con la asociación porque -entre otras cosas- "nos indicaron la ropa que llevaba, que no había sido publicada en los medios".
En la misma línea se manifiesta Esther, tía de la joven y portavoz de la familia. Ella misma tuvo la oportunidad de hablar la pareja en cuestión, señala a LD. Estas dos personas aseguran que se cruzaron con Sandra el 8 de noviembre a las 16.15 horas, cuando se disponía "a iniciar el camino". Una ruta de aproximadamente dos horas de duración, aunque puede hacerse parcialmente. Iba "sola" y "no muy abrigada", por lo que presuponen que "no tenía pensado estar mucho tiempo fuera".
A su familia le cuadra perfectamente. Algunos pacientes de Madrid -a los que hacía terapia online- habían cancelado sus citas de la tarde. No es de extrañar teniendo en cuenta que el miércoles 9 de noviembre, día de la Almudena, era festivo en la capital. La primera sesión anulada era la que tenía de 15.45 a 16.30 horas, por lo que -imaginan- pudo improvisar y decidir dar un paseo antes de su clase de teatro. Ella es "muy organizada", apunta Esther.
La casa en orden
Así lo demuestra el estado en el que se encontró el domicilio de Sandra en Gijón, donde se fue a vivir con la pandemia (en julio de 2020). "La casa estaba recogida, la nevera llena y la agenda ordenada", explica su tía materna. "Estaba todo perfecto, la cama hecha con sus cojines bien puestos y todo muy bien organizado", añade. "No sé por qué hay gente que insiste en la idea del suicidio, nosotros lo descartamos desde el primer momento. Cuando alguien está depresivo, no tiene ganas de hacer nada. Ella estaba bien y su vida llena de planes".
Esto mismo destacó a LD su amiga Nuria -nombre ficticio-, la persona que puso la denuncia al día siguiente de su desaparición. El martes 8 de noviembre, debían verse en la clase de teatro. Sandra no apareció y no había avisado desde faltaría. No era propio de ella, así que pensó que estaría enferma. Intentó contactar con ella, pero no hubo manera. Tampoco lo logró su familia, que vive en Madrid. Ellos le pidieron que acudiera a su casa. Pero nadie contestó. Finalmente, tuvo que intervenir la policía.
Mandaron una patrulla, entraron en el domicilio y la joven psicóloga no estaba en su interior. "La casa estaba bien, como si te vas a comprar el pan y vuelves, en orden y con la nevera llena. Todo normal", señala Nuria. Ella tampoco cree que su amiga acudiera al Cabo de Peñas con la intención de suicidarse. Según asegura, "estaba haciendo planes y vida normal".
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