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La izquierda española, pionera en el asalto a las instituciones democráticas

Mucho antes de lo sucedido en el Capitolio y en Brasil, la izquierda asaltó parlamentos en España y agredió a partidos de derechas.

Mucho antes de lo sucedido en el Capitolio y en Brasil, la izquierda asaltó parlamentos en España y agredió a partidos de derechas.
Manifestantes en la primera convocatoria del 25-S | Efe

La izquierda política y mediática lleva toda la semana intentando vincular los disturbios en Brasil del pasado domingo, cuando cientos de seguidores de Bolsonaro invadieron el Congreso, el Palacio presidencial y la Corte Suprema, con la derecha española. El mismísimo presidente, Pedro Sánchez, de reconocida tendencia al embuste, tuvo la desfachatez de alertar "contra los que usan la mentira, continúan con una escalada verbal y se acaba en el asalto a las instituciones democráticas", justo su forma de proceder, deslizando que se refería a "fascistas" como "a los que se enfrenta Lula" pese a que todo el mundo sabe que se refería al PP, a los que incluso llamó "ultraderechistas" por oponerse a sus políticas. El autoritarismo de Sánchez aumenta de día en día.

En su periódico de cabecera, el politólogo Daniel Innerarity veía muchas similitudes en el asalto al Capitolio con los disturbios de Brasil. "Se trata de la ira de los perdedores". "Un buen perdedor es aquel que reconoce la legitimidad de quien ha ganado". Tampoco hay que ser Einstein para deducir que se refiere al PP, insistiendo en esa mentira de la izquierda y sus medios, puesto que el PP nunca ha puesto en duda la legitimidad del Gobierno, pese a que haya más motivos para hacerlo. ¿A quién beneficia la radicalización de las derechas? Probablemente a Biden, Lula y tal vez a Sánchez". Sánchez, un radical que gobierna con lo más radical del país.

"Una oposición que deslegitima al Gobierno sin ninguna moderación puede terminar careciendo de argumentos creíbles para rechazar las formas injustificables de hacerle frente (como la violencia) y, de paso, situarse fuera de la credibilidad política que necesita para volver a gobernar".

Pues vayamos a los hechos irrefutables de quién asalta las instituciones y utiliza la violencia en España.

Acoso a las sedes del PP

Rodear las sedes de un partido democrático, si bien no es lo mismo que asaltar instituciones comunes, es un atentado contra la democracia. El PP ha sufrido innumerables actos de intimidación por parte de la izquierda.

Tras los atentados del 11-M, el día de reflexión previo a las elecciones de marzo de 2004, se dio el pistoletazo de salida al acoso a este partido por el mero hecho de ser de derechas, o al menos, no ser de izquierdas. Miles de personas se manifestaron frente a las sedes del PP de varias capitales de España para llamar asesino a Aznar, como ahora hacen con Ayuso. La convocatoria partió de un mensaje de móvil.

"¿Aznar de rositas?¿Le llaman jornada de reflexión y Urdaci trabaja? Hoy 13-M, a las 18 h. sede PP C/Génova, 13. Sin partidos. Por la verdad ¡Pásalo!". ¿De dónde partió el partió el mensaje? Lo supimos en 2014 cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias, el partido de extrema izquierda radical que ahora gobierna con el PSOE, presumió de que "el famoso SMS del ‘Pásalo’ se gestó" en su entorno. "Se gestó en mi facultad con un grupo de gente pensando la manera en la que había que ponerlo para que cupiera en los caracteres generara ese efecto de flashmob", dijo en una entrevista a Iñaki Gabilondo. El PP perdió las elecciones al día siguiente. Objetivo cumplido.

Estos actos violentos se convirtieron desde entonces en una costumbre de la izquierda a través del movimiento 15-M, la cuna de Podemos. Desde esas plataformas ultras, llamaron en infinidad de ocasiones a rodear las sedes del PP con la excusa de la corrupción. El PP jamás llamó a atacar las sedes del PSOE andaluz por la corrupción de los ERE, ni ahora se ha llamado a rodear la sede del PSOE valenciano por la corrupción de Ximo Puig. Ni siquiera cuando la moción de censura para echar a Rajoy con excusas falsas. No quiero ni pensar lo que hubiera sucedido si la moción de censura hubiera sido contra un presidente del PSOE.

Rodea el Congreso

La izquierda es, además, pionera en el asalto a las instituciones, mucho antes de lo del Capitolio o lo de Brasil. Rodea el Congreso fue una manifestación convocada para el 25 de septiembre de 2012 con la intención de tomar el Congreso de los Diputados, naturalmente con un gobierno del PP. Las organizaciones convocantes estaban vinculadas a plataformas y partidos de izquierda, como el Área de Juventud de Izquierda Unida, Esquerra Unida i Alternativa (integrada ahora en En Comú Podem), Ecologistas en Acción o el Partido Comunista.

El asalto tuvo numerosas réplicas en fechas posteriores, siempre dirigidas por la izquierda, extremándose hasta el punto de que una convocatoria del 25 de abril de 2012 se llamó "Asedia el Congreso". En concreto, pedía "asediar el Congreso indefinidamente y no abandonarlo hasta que el gobierno dimitiera en bloque". Por supuesto, el gobierno a derrocar era de derechas. En 2013, la izquierda convocó una concentración frente al Palacio Real para exigir la abolición de la Monarquía bajo el lema "Jaque al Rey". Miembros de Podemos, con Irene Montero a la cabeza, pedían directamente la guillotina.

En 2011, Artur Mas y Núria de Gispert tuvieron que acceder al Parlament en helicóptero para evitar las agresiones de las izquierdas, concentrados a las puertas de la cámara catalana. "Es intolerable que los diputados para realizar nuestras funciones tengamos que hacerlo por estos medios, por la violencia que se vive en la calle con agresiones a algunos diputados", dijo Artur Mas entonces, antes de apadrinar el golpe de Estado separatista. Pero eso ya es otra historia, porque la violencia desatada en Cataluña por el procés, aunque siempre estuvo organizada por movimientos de extrema izquierda como la CUP y los CDR, tuvo el apoyo de gente que, hasta la locura de la independencia, pertenecían a partidos de derechas como la desaparecida CiU.

En 2016 la violencia volvió a las calles con motivo de la investidura de Mariano Rajoy, por lo que los convocantes consideraban "un gobierno ilegítimo de un régimen ilegítimo". Irene Montero, entonces portavoz adjunta de Podemos en el Congreso, consideró la protesta un "ejercicio democrático" y Pablo Iglesias una iniciativa "saludable". Ahora, es Pedro Sánchez el que acusa a la derecha de considerar a su gobierno ilegítimo al haberse formado tras un engaño masivo al electorado. Ya se sabe, no dormiría con Podemos en el gobierno, jamás de los jamases pactaré con Bildu, no dejaré la gobernabilidad de España en manos de los separatistas. Numerosos ciudadanos que votaron a Sánchez por esas afirmaciones se sienten estafados y consideran que fue un fraude electoral. Motivos no les faltan, a la vista de lo sucedido después.

El 2 de diciembre de 2018, tras las elecciones andaluzas en las que irrumpió Vox, Pablo Iglesias declara la "alerta antifascista". Otra vez la izquierda contra el resultado de las urnas. Otra vez la izquierda asaltando un parlamento, esta vez el andaluz, para evitar la investidura de Juanma Moreno.

El PSOE se unió al asalto a las urnas y Susana Díaz, la supuesta constitucionalista del PSOE, fletó autobuses para rodear el Parlamento andaluz y sabotear la investidura de Juanma Moreno.

Con estos antecedentes, se podría decir que la izquierda española es la que ha inspirado los asaltos al Capitolio de los trumpistas o a las instituciones brasileñas de los bolsonaristas.

De hecho, para justificar esta violencia, Carlos Cuesta contó en Libertad Digital que "Pedro Sánchez pactó con Pere Aragonés "rebaja de las penas por desórdenes públicos" y la limitación de la aplicación de los castigos a los más graves de estos ataques callejeros, los denominados como "desórdenes públicos agravados". De nuevo, todo ello se ha introducido en las enmiendas presentadas por ERC y que el Gobierno ha aceptado ya negociar. De modo que Cuca Gamarra dio en el clavo en su tuit tras lo de Brasil. Con Sánchez, un asalto como el de los bolsonaristas sería un delito de desordenes públicos como mucho. Y al que le pique, que se rasque.

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