
Alejandro Vaquero vio a la pequeña Emily por última vez el pasado viernes, 19 de mayo, cuando su madre la recogió en casa de sus abuelos paternos para llevarla a un cumpleaños. La niña tiene dos años de edad y la pareja se encuentra en proceso de divorcio. Él inició los trámites en diciembre, al ver que su relación -de más de diez años- no hacía más que empeorar y se producían escenas que no quería que viese su hija. "Nuestra situación no era saludable para la niña", asegura el padre en declaraciones a Libertad Digital.
Conoció a Iryna, de nacionalidad ucraniana, en Chipre. Durante mucho tiempo todo fue bien, pero después cambió y él se dio cuenta de que "era mejor un buen divorcio que un mal matrimonio". Los problemas comenzaron cuando vivían en Estados Unidos, donde nació la pequeña. Y empeoró tras venirse a Zaragoza, la ciudad natal de Alejandro. "La relación se deterioró bastante y di un paso adelante", explica.
"Pensaba que estaría resuelto antes, pero tenemos vista para juicio a final de julio", añade. En consecuencia, no había aún ninguna medida sobre la custodia de la menor. Iryna había fantaseado en alguna ocasión con la posibilidad de vivir en otra ciudad ella sola con su hija, pero Alejandro no pensó que fuera capaz de llevársela de esta manera a pesar de que cada vez tenían más desencuentros.
Entre otras cosas, no hubo manera de que pudieran elegir juntos el colegio de la niña de cara al próximo curso. Tanto es así que Irina "va a educación a bloquear la escolarización de la niña, que ha perdido la plaza en el colegio que tenía y no puede hacerse una matrícula hasta que se dirima este asunto en el juzgado". Recientemente también había prohibido a los padres de Alejandro (abuelos paternos de la pequeña) que pudieran recogerla a Emily de la guardería. "Por alguna razón, que no entiendo muy bien, prefería estar en un lugar donde ninguno de los dos tuviéramos a nadie, ningún arraigo", exclama.
Desde que vivían en Zaragoza, donde él tiene familia y amigos, "había mucha tensión". Ella tiene contacto con sólo otros padres de niños a los que conoce del parque, fundamentalmente ruso parlantes (como ella), "con los que se siente más cómoda". Pero no tenía ninguna relación demasiado estrecha. Así que a Alejandro le preocupa que se haya podido llevar a Emily fuera de España. "No a Ucrania, antes se iría a Rusia", señala, "pero podría haber ido a cualquier parte". Tanto ella como la niña hablan tres idiomas: español, inglés y ruso.
¿Secuestrada por su madre?
El viernes 19 de mayo, a las 15.30 horas, Alejandro recoge a la niña de la guardería y juega un rato con ella hasta que su madre va a recogerla para ir a un cumpleaños sobre las cinco de la tarde. Según relata, él se quedó trabajando en casa de sus padres hasta las 20.30 horas y después se dirige a su piso. Al llegar, se encontró con que su mujer y su hija aún o habían vuelto.
Él no le dio importancia hasta que se percató de que "faltaba una maleta enorme con un montón de enseres personales, fotos que mi mujer tenía pegadas en la pared de algunos miembros de su familia, todos sus dispositivos electrónicos, algún juguete de la niña, los cepillos de dientes de las dos, etcétera, etcétera". Es entonces cuando se da cuenta de que "se ha ido para no volver".
De manera que pasadas las 21.30 horas ya estaba poniendo la denuncia, al entender que su mujer podría haber incurrido en un delito de sustracción de menores. Por su parte, la asociación SOS Desaparecidos ha activado una alerta de búsqueda de la pequeña, que en estos momentos se encuentra en paradero desconocido.
Más sustracciones parentales

"Lamentablemente estamos ante un caso de sustracción parental, que cada vez son más frecuentes y más dolorosos", indica Joaquín Amills, presidente de SOS Desaparecidos, que reconoce estar preocupado por el aumento de los secuestros de niños por parte de alguno de sus progenitores.
"Tenemos que hablar de los derechos de los menores, no de los padres", insiste una vez más, "no se les puede privar del derecho a criarse con su padre y con su madre".
"El temor es que la madre, de origen ucraniano, abandone España. Y tenemos miedo porque ya sabemos lo que sucede cuando eso ocurre, a pesar del convenio de La Haya y todo lo demás", asevera Amills. "Sabemos la cantidad de países que muestran total pasividad a la hora de cumplir dicho convenio y que incluso retrasan o ponen palos en la rueda a los procedimientos para la devolución de los menores", añade.
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