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Los bandazos de Sánchez en África se debieron al miedo de sus bases al efecto llamada

¿Qué ocurrió para que Pedro Sánchez pasara de ser un hooligan de la llamada a la inmigración a un miembro de la "fachosfera"?

¿Qué ocurrió para que Pedro Sánchez pasara de ser un hooligan de la llamada a la inmigración a un miembro de la "fachosfera"?
Sánchez en Senegal durante su gira por África. | Europa Press

Sánchez era el hombre encantado con la llegada masiva de inmigrantes a España porque necesitábamos 250.000 más urgentemente. Eso fue en Mauritania. Un día después era el hombre dubitativo, en Gambia, porque había que traer, pero a la vez controlar y expulsar a los ilegales. Y otro medio día después, en Senegal, era el hombre expulsador, porque no se podía admitir la inmigración ilegal. ¿Qué paso a lo largo de esos dos días? ¿Qué ocurrió para que Pedro Sánchez pasara de ser un hooligan de la llamada a la inmigración a ser un presidente concienciado con la necesidad de cortar la llegada ilegal de inmigrantes o, dicho en palabras suyas de sólo un día antes, una persona "inhumana" cuando no miembro de la "fachosfera"?

Pues, al margen de otras cosas, como posibles llamadas desde la UE, pasó una cosa que a Sánchez sí le preocupa mucho: la percepción en redes de la opinión pública. De la suya, claro. Y los informes que recibió en esos dos días sobre el impacto entre sus propias bases de los mensajes en favor de una entrada masiva de inmigrantes no fueron del agrado de Sánchez. Y es que mostraron un rechazo al descontrol en materia de inmigración de las políticas socialistas entre los propios votantes socialistas.

Moncloa ideó su gira por África para, en teoría, abordar el problema de la inmigración ilegal, y, en realidad, para despistar una agenda informativa volcada en dos temas: la corrupción que rodea a la familia de Sánchez y el regalo socialista del cupo catalán al separatismo. Tras varias semanas de crisis humanitaria en Canarias, el Gobierno arrancó la temporada con una serie de reuniones con los Gobiernos de Mauritania, Gambia y Senegal. Y allí surgió el increíble discurso mutante de Sánchez. Toda una demostración de falta de seriedad que tuvo una explicación: el impacto público del buenismo socialista en materia de inmigración.

El primer día, Sánchez mostró su sensibilidad más entregada a la inmigración. La que se vio ya con el Sánchez del Aquarius. A su llegada a Nuakchot, el presidente del Gobierno defendió que la "inmigración es clave para la economía española, así como para el sostenimiento de la Seguridad Social y del sistema público de pensiones". De hecho, fuentes del Gobierno, citando informes del Banco de España y de la Airef, llegaron a afirmar que se necesitarían 250.000 inmigrantes al año para sostener el Estado del Bienestar. Unas afirmaciones que llegaban tras firmar un acuerdo bautizado como de "inmigración circular" para favorecer la contratación en origen. Todo ello, sin hablar de la expulsión de los llegados de forma ilegal. Es decir, que los unos se sumaban a los otros.

Los receptores de ese mensaje fueron, obviamente, variados. Desde extranjeros hasta nacionales. Desde inmigrantes hasta receptores de inmigrantes. Y desde votantes de izquierdas a los de derechas. Y el gabinete que acompaña al presidente de forma continua no tardó en pulsar la reacción en redes de todos ellos. Y la sorpresa llegó con la respuesta de las propias bases del voto socialista. Nada contentos con el mensaje. ¿Por qué? Pues porque no viven en la Moncloa y saben lo que implica una llegada masiva de inmigrantes, más allá de las toneladas de demagogia habituales en este tema.

De hecho, no tardó en llegar la polémica. El PP acusó a Sánchez de alentar un "efecto llamada".

Y así llegó el segundo día del viaje. En su segunda parada, Sánchez empezó a mutar y puso más énfasis en las mafias. "Juntos tenemos un objetivo común, salvar vidas en el mar y atajar esas mafias que explotan a las personas", aseguró en el puerto de Banjul. Ante las autoridades de Gambia, de hecho, pidió ya conseguir "una gestión del reto migratorio, segura, ordenada y regular".

Ya no había elogios generalizados a la inmigración. Ya no habló, como hizo en Mauritania, de "combatir el racismo y la xenofobia" o de que la "migración en símbolo de riqueza". Ya tocaba elogiar a los miembros de la Guardia Civil ,que estaban allí presentes, por cooperar con el ejército de este pequeño país africano. El presidente del Gobierno empezó a virar.

¿Funcionó a efectos de la opinión pública? Pues no, hasta el punto de que el PSOE consideró que había que terminar de dar la vuelta a la tortilla. Y ese mismo miércoles por la noche, el presidente del Gobierno llegó a Dakar y ya no hubo ni rastro del Sánchez que veía la inmigración como "clave" para garantizar el Estado del Bienestar. Por primera vez, Sánchez habló de las expulsiones. "Es imprescindible el retorno de los que han llegado a España irregularmente, porque este retorno traslada un mensaje desincentivador para las mafias y de los que se ponen en sus manos", dijo. Incluso remarcó que "la legislación española y europea obliga a ello".

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