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¿Por qué no le echan la culpa otra vez al Triángulo de las Bermudas?

Mi pánico a volar, que me parece de falta de urbanidad abandonar en las actuales circunstancias, consiste no en la sensación de estar volando, sino al contrario, la sensación de que no está volando. La impresión de que un soplo (digamos divino) sube al avión hasta lo bastante alto para que nadie se atreva a toser, se deja de escuchar nada, el aparato se cuelga del ozono, se para todo, como si lo hubiese alcanzado una ola de hidrógeno líquido, los inexistentes pájaros se vuelven de mármol y caen, la luz se hace como de folleto para ilustrar almas en exposiciones del Santísimo  y los pilotos esperan a que la tierra gire por sí misma para bajar a destino y confirmarte que has llegado.  ¿De dónde se cuelga el avión? El horror de los vuelos trasatlánticos es precisamente ése. La incómoda sospecha de que el avión no está volando. De hecho no parece que esté volando. Que para conformarte te han contado que vuela, igual que te han contado, las azafatas, que debajo del asiento hay un chaleco salvavidas que como no sirve para nada (excepto si te lleva el mejor y más veterano piloto del mundo, el agua es cemento armado para el caso) probablemente tampoco esté ahí, ya que nadie tiene oportunidad de comprobarlo.
 
Desde que subo a un avión trasatlántico hasta que, por esas casualidades de la vida, también hasta ahora bajo me da un no sé qué de que he asistido a la representación de un paripé como el del cambio climático, mantenido por los Gobiernos por turbios motivos. Ellos, los de las compañías, hacen como que vuelan y yo hago como que tengo miedo, porque va en el precio del billete. Ellas, las azafatas, circulan por el pasillo dando caramelos a la gente que se porta bien con cara narcótica mientras el avión cabalga sobre un camino de jorobas atmosféricas ("no hay ningún peligro", dicen siempre, sabiendo que si lo hubiera nunca responderán por sus imprecisiones, porque nadie estará ahí para protestar) y la gente se agarra a su periódico, con esa expresión civilizada del que sabe que puede morir pero no hacer un drama de eso, como el pintor que, sabiendo que no hay escalera, se agarra a la brocha.  No saben por qué ha desaparecido el avión 447 de Air France. Se descolgó de ese sitio donde los suben para que se estén quietos. La tierra giró de forma natural y, cuando fueron a buscar el aparato al final del océano, no estaba.  Estoy por pensar que se quedó enganchado de algún sitio. Es una pena que la trayectoria del avión hacia Brasil no estuviera unos cuantos grados más a la izquierda, porque antes esas preguntas incómodas a los gobiernos se zanjaban diciendo que todo era debido a los marcianitos del Triángulo de las Bermudas. 

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1 drizzt, día

Algo si saben: El avión transmitió información sobre su estado a través del sistema ACARS que recibió AirFrance. Quizás, lo más complicado en el mundo de hoy, donde se quiere vender que el Estado lo controla todo es asumir una realidad: El riesgo cero, no existe.