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Juan Sánchez Sierro, electricista, y Jesús Sánchez, conductor de autobús de la EMT

El jueves 8 de noviembre de 1984, a las 7:45 horas de la mañana, tres miembros de la banda terrorista ETA asesinaban al electricista JUAN SÁNCHEZ SIERRO en la localidad de Cestona (Guipúzcoa), disparándole tres tiros en la cabeza, uno de los cuáles le alcanzó en la nuca provocándole la muerte en el acto.

Ese día Juan Sánchez salió de su domicilio, situado en el centro de Cestona, para pasear a su perro tal y como era su costumbre. Cerca de su vivienda Juan fue abordado por uno de los terroristas, que le preguntó si era conocido en el pueblo como maixu txikia –pequeño maestro–, a lo que Juan respondió afirmativamente. Tras la confirmación, Juan Sánchez fue obligado a subir a un Renault 5, aparcado en las inmediaciones. El vehículo había sido robado a punta de pistola media hora antes y su propietario estaba retenido en el interior junto con dos terroristas que lo vigilaban. José María Arregi, el dueño del coche, trabajaba en el turno nocturno de una fábrica y regresaba a su vivienda en Cestona cuando fue asaltado por dos miembros del grupo Goyerri-Costa de ETA. Los tres terroristas aseguraron a los rehenes que eran miembros de ETA que únicamente iban a llevar a cabo un atraco en Zumaya, pero que no pensaban hacerles daño. Llevaron el coche a una cantera cercana, en el barrio de Aizarna, cerca de Zarauz, con los dos hombres retenidos y el perro de Juan Sánchez. Al llegar a la cantera los etarras indicaron al dueño del coche robado que se alejara del lugar, caminando hacia unas rocas cercanas, en dirección contraria. Acto seguido, y según relató José María Arregi, se oyeron tres fuertes detonaciones: los terroristas habían obligado a Juan Sánchez Sierro a recorrer unos cuantos metros antes de dispararle tres veces a quemarropa, atravesándole la cabeza y causándole la muerte instantánea.

Tras el asesinato los etarras se dirigieron a José María Arregi diciéndole "Éste es el hijo de Maistesu –Maitúa según otras fuentes–, ¿no? Pues ahí se ha quedado tumbado por chivato y mentiroso", después de lo cual se dieron a la fuga en el Renault 5 robado. La pregunta hacía referencia a que el padre de la víctima sufrió un atentado de la banda siete años antes, tras el cual abandonó el País Vasco, como tantos otros tuvieron que hacerlo durante décadas de extorsión, amenazas, secuestros y asesinatos de la banda.

A las 9:00 una persona que decía hablar en nombre de ETA militar reivindicó el asesinato de Juan Sánchez Sierro mediante una llamada telefónica a la Policía Municipal de Cestona e indicó dónde habían abandonado el cadáver del fallecido. En ese momento el portavoz de ETA manifestó insistentemente que era importante que se diera aviso a la Guardia Civil.

Cuando llegaron los miembros de los servicios sanitarios encontraron al perro de Juan Sánchez guardando el cadáver de su amo y lamiéndole el rostro ensangrentado. Tal y como habían previsto los asesinos, varios efectivos de la Guardia Civil se presentaron en lugar para realizar el levantamiento del cadáver. En el lugar de los hechos, los efectivos de la Benemérita encontraron tres casquillos de bala del calibre 9 milímetros parabellum, marca SF. Los guardias sospecharon al ver que uno de los casquillos estaba unido, mediante unos cables rojos, a un paquete. Tras provocar varias explosiones controladas, los agentes terminaron por encontrar e inutilizar el verdadero artefacto, escondido entre las piedras y compuesto por un kilo de Goma-2 y otro kilo de metralla en forma de tornillos.

Cinco años después del atentado, en 1989, la Audiencia Nacional condenaba a José Antonio López Ruiz, alias Kubati, a una pena de 30 años de reclusión mayor y a José Miguel Latasa Guetaria, alias Fermín, en concepto de cómplice, a una pena 20 años de reclusión menor. Según los terroristas, Juan Sánchez fue asesinado porque "estaba colaborando con las fuerzas de ocupación españolas". Durante el juicio y sin mostrar el más mínimo arrepentimiento, Kubati amenazó abiertamente a los familiares de los guardias civiles diciendo: "Avisamos a los que tengan familiares en los cuarteles que los retiren, porque son objetivo de primer orden para nosotros". López Ruiz demostraba con sus palabras que, en los numerosos asesinatos de mujeres y niños cometidos por ETA en las casas-cuartel de la Guardia Civil, no ha habido más que premeditación y decisión expresa de asesinar.

En 2001 la Audiencia Nacional condenaba por el atentado contra Juan Sánchez Sierro a otros dos etarras, Miguel Ángel Gil Cervera, alias Kurika, e Ignacio Bilbao Beascoetxea, alias Iñaki de Lemona, a penas de 42 años de cárcel por un delito de asesinato y otro de utilización ilegítima de vehículo a motor con toma de rehenes, sentenciándolos a cumplir 30 años de reclusión mayor. Ignacio Bilbao habría sido, según la sentencia, quien efectuó los tres disparos que acabaron con la vida de Juan Sánchez Sierro.

En 1996, durante el primer mandato del Partido Popular y con Jaime Mayor Oreja como ministro del Interior, Begoña Uzcudun Echenagustia, alias Margarita, fue uno de los treinta y dos presos de ETA que se beneficiaron de las medidas de reagrupamiento en cárceles del País Vasco o provincias próximas. En concreto Begoña Uzcudun era uno de los doce terroristas beneficiados por tales medidas que había cometido delitos de sangre, sin constar arrepentimiento alguno por su parte. Begoña Uzcudun habría participado como miembro del grupo Goyierri-Costa en el asesinato de Juan Sánchez Sierro en 1984 (ABC, 08/07/1996).

En 2005, la Audiencia Nacional confirmaba la negativa a una solicitud de reducción de penas solicitada por los abogados de Miguel Ángel Gil Cervera, Kurika. La solicitud de redención tenía como base los trabajos realizados por el etarra, pero la Audiencia avaló la decisión del Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, que previamente había anulado la redención concedida por la Junta de Tratamiento del Centro Penitenciario de Zaragoza, donde estaba recluido Gil Cervera. Según la Audiencia, para que un preso viera reducida su pena "deben concurrir razones de especial laboriosidad, disciplina y rendimiento, más allá de las debidas y a cuyo cumplimiento está obligado el penado".

Juan Sánchez Sierro, electricista de 39 años, era natural de Guadramiro (Salamanca) aunque vivía en Cestona desde que era un niño. Juan estaba casado con María Pilar Linto Iriarte y tenía tres hijos. El padre de Juan, maestro de profesión, tuvo que abandonar el País Vasco tras sufrir un atentado a manos de ETA, siete años antes de que asesinaran a su hijo. En agosto de 2005, durante la inauguración de un monumento dedicado a la memoria del subteniente Francisco Casanova y de todas las víctimas del terrorismo organizada por los vecinos de Berriozar, la viuda de Juan Sánchez, María Pilar Linto, manifestó que "entonces, nos daba miedo identificarnos porque parecía que nosotros éramos los verdugos y no las víctimas". María Pilar fue una de las diez mujeres escogidas por Pedro Arjona para protagonizar el documental Corazones de Hielo, producido por Jorge Martínez Reverte en colaboración con la Fundación Víctimas del Terrorismo. En él "se expone la situación de quienes han sufrido el terror etarra en el País Vasco, a través de diez mujeres que luchan desde hace años por restituir la dignidad del ser querido asesinado".

En torno a las 13:50 del miércoles 8 de noviembre de 2000 fallecía el conductor de autobús de la EMT de Madrid JESÚS SÁNCHEZ MARTÍNEZ a consecuencia de las gravísimas heridas sufridas nueve días antes, el 30 de octubre, en el atentado que la banda terrorista ETA llevó a cabo contra el vehículo en el que viajaban el general José Francisco de Querol y Lombardero, el chófer Armando Medina Sánchez y el policía nacional Jesús Escudero García.

Tras una lenta agonía de más de una semana Jesús Sánchez no pudo superar las graves lesiones ocasionadas por la explosión del coche-bomba, convirtiéndose así en la cuarta víctima mortal del atentado. Desde el momento de su ingreso en el Hospital Ramón y Cajal, la víctima no llegó a abandonar la Unidad de Cuidados Intensivos en ningún momento, falleciendo finalmente en dicha unidad especializada. Su estado fue complicándose a medida que pasaban los días y los médicos se mostraron poco esperanzados desde el primer momento.

El día del atentado, Jesús iba conduciendo el autobús municipal cuando la bomba hizo explosión, provocándole un traumatismo craneoencefálico con pérdida de masa encefálica. Una vez en el hospital Jesús Sánchez fue sometido a una intervención en la que se le extrajo parte del lóbulo frontal izquierdo del cerebro. Al día siguiente de su ingreso fue sometido a una traqueotomía, en la que sería la segunda de tres intervenciones quirúrgicas.

Tras su fallecimiento, numerosos compañeros de Jesús Sánchez y representantes sindicales se acercaron al tanatorio del Hospital Ramón y Cajal, donde fue instalada la capilla ardiente y tuvieron palabras de apoyo a Belén, su viuda, así como de condena a los terroristas de ETA. Allí acudieron también, entre otros, el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano; el portavoz del PSOE en el Congreso, Jesús Caldera; el presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón; el ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja; la parlamentaria socialista Cristina Almeida y la presidenta del Senado, Esperanza Aguirre, así como concejales de IU y PSOE como Julio Misiego o Eugenio Morales, respectivamente.

Al día siguiente de su muerte, el 9 de noviembre de 2000, el féretro con el cadáver de Jesús fue trasladado hasta la localidad natal del fallecido, Villamayor de Santiago, en Cuenca, para su posterior entierro. El funeral fue oficiado por el obispo de Cuenca, Ramón del Hoyo, y la Empresa Municipal de Transportes de Madrid fletó autobuses para facilitar a los compañeros de Jesús la asistencia al sepelio.

La Comunidad de Madrid decretó un día de luto oficial tras el fallecimiento de Jesús Sánchez, mientras que el presidente de la Generalidad de Cataluña, Jordi Pujol, convocó a los ciudadanos para guardar cinco minutos de silencio en memoria del conductor. Tanto en Navarra como en el País Vasco se celebraron concentraciones de repulsa a la banda terrorista ETA. En esta última comunidad autónoma los colectivos de conductores profesionales organizaron un paro en señal de duelo por la muerte del compañero asesinado.

Jesús Sánchez Martínez tenía 35 años en el momento de su asesinato. Estaba casado y no tenía hijos. Trabajaba para la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid desde hacía ocho años.

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