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Rajoy ve "acomplejado" a Rubalcaba y carga contra un Artur Mas "sin cuajo"

Llama a hablar "alto y claro" ante "viajes a ninguna parte". Busca declaradamente el voto de la izquierda: "PSOE, quién te ha visto y quién te ve".

Mariano Rajoy rompió el techo que él mismo se había creado en Barcelona hace dos semanas -con una cerrada defensa del constitucionalismo catalán- para convertirse en el rival más duro que Artur Mas se va a encontrar en campaña, hasta el punto de definirle como un hombre “sin agallas ni cuajo” contra la crisis que ha llevado a Cataluña a una situación límite. Pero no solo se enfrentó al nacionalismo catalán: “Partido Socialista, quién te ha visto y quién te ve”, se jactó, criticando abiertamente sus complejos y falta de "proyecto de Estado". El presidente más candidato llamó a aglutinar el voto de todos, también el de la izquierda “huérfana”.

De principio a fin, el jefe del Ejecutivo se centró en la situación catalana. Lo hizo de forma enérgica, tan contundente que en ocasiones llegó a gritar ante la ovación de los suyos. Tarragona no fue Lérida: lleno desde media hora antes (el aforo era de 1.000 personas, y mucha gente tuvo que quedarse de pie) y un recibiendo caluroso. Pese a ello, hubo intentona de boicotear el acto de un minoría, a lo que Rajoy contestó con ganas: “¡Que nadie imponga a nadie sus ideas, porque España es plural y Cataluña también es plural!”.

El presidente se creció en el atril llegando a desbordar su mensaje en favor de la unidad nacional que pronunció en la Ciudad Condal. No habló de los desahucios, como en la víspera, ni tampoco resumió como es parte de su mantra los cinco puntos "para salir de la crisis". Ante las proclamas secesionistas, ofreció su receta de “integración”, con un tono mitinero inusitado.

Duras críticas al nacionalismo catalán

Partió de la base de que se necesita “sentido común, moderación y responsabilidad”, pero de inmediato entró de lleno en la batalla electoral: “Algunos hablan de destruir Constituciones y elevar barreras”, denunció. Aún más, de crear “zanjas” entre los propios catalanes y enfrentarlos al resto de españoles. “Crear problemas nuevos que sólo agravan los que ya tenemos. Una crisis no puede esconderse bajo una crisis mayor como si fuera una muñeca rusa. Ningún problema, ninguno, se ha solucionado dando un portazo. Los muros empobrecen, las aduanas forman parte del pasado. Un buen gobernante no rompe la baraja, ni se levanta enfadado de la mesa porque no le gusten las cartas que le ha tocado”, argumentó.

A Rajoy se le vio en ocasiones enfadado, o al menos así lo quiso evidenciar. No citó a Artur Mas, pero a él lanzó sus órdagos más envenenados. “Va corriendo hacia ninguna parte”, se quejó, para desmontar a renglón seguido la tesis nacionalista de que una Cataluña fuera de España podría formar parte de la Unión Europea. “Es algo verdaderamente notable”, ironizó, “quienes dicen que hay que sacar de inmediato a siete millones y medio de personas de la UE para luego volverlos a meter independientemente de los tratados, de los europeos, de los ciudadanos”. Y todavía remató: “Eso es faltar a la verdad y hay que decirlo. Quien quiere implantar nuevas barreras va en contra de la esencia misma del proyecto europeo. Es lisa y llanamente un torpedo en la línea de flotación de su proyecto”.

Pese a ser “cosas muy obvias”, según sus propias palabras, quiso decirlas bien claras y bien altas. “Las identidades no restan” sino que “enriquecen cuando se juntas”, y rechazó las teorías de “desafección” entre catalanes y resto de españoles. “Soy gallego y español y no estoy dispuesto a que nadie me quite ninguna de las dos condiciones, de ninguna de las maneras”. Para Rajoy, “juntos somos los mejores y estaremos mejor. Lo que nos une no lo pueden separar algunos por culpa de sus propios prejuicios”.

Pide el voto de la izquierda

Frente a las tesis más radicales situó al PP y a su candidata, Alicia Sánchez Camacho. Y en ese llamamiento a introducir la papeleta azul ninguneó al PSOE con alevosía al ponerlo como ejemplo de formación sin proyecto y sin discurso. “Votar por esta casa común es que es la Cataluña de todos, que no es ni de derechas ni de izquierdas. Es de todas las ideologías. Es un voto a la felicidad, a un catalanismo integrador, que tiene muy dentro los afectos compartidos”, elementos todos ellos integrados, en su opinión, en sus siglas.

Sánchez Camacho fue más clarificadora: “El voto útil es más necesario que nunca, y ese voto es el del PP. Por eso quiero convocar a todos los catalanes, a todos los que nos han votado y a los que no porque en estas elecciones nos jugamos mucho. Es un voto por la unión, la libertad, el conjunto, el que cree que ser españoles tiene muchas más ventajas”. La líder del PPC centró en esta idea su discurso: “Un voto por la unidad de España” pero también “de una mayor racionalización del gasto público” y “eliminación de euro por receta y la tasa turística”.

Al dirigente de base, al militante de barrio, Rajoy le pidió no tirar la toalla pese a las dificultades. Una petición que no es baladí en Cataluña, donde en cada acto te insultan al grito de “fascista”. “Vosotros tenéis una idea de Cataluña. Interiorizarla, creerla y defenderla, y actuar en consecuencia”, reclamó. Hablar claro frente a las presiones: “Éste no es el territorio de unos pocos. El futuro de Cataluña pasa por ser un espacio común, abierto a España y a Europa. Decírselo a todos”.

Incluso abordó el tema de la lengua, del que suele ser reacio: “Que cada uno utilice la que quiera”, defendió. Rajoy hizo un llamamiento a hablar “alto y claro”, lo que en otras palabras es una enmienda a la totalidad a lo que el propio PP hizo en épocas anteriores. “A ser fiel a lo que ha sido Cataluña y quiere seguir siendo”, prosiguió. El presidente más cañero, y más aplaudido, pidió “respeto a todo el mundo”, pero remató: “Defendiendo vuestras posiciones. Este chantaje no se puede aceptar de ninguna de las maneras”.

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