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El 9-N descarrila pero Mas y Junqueras mantienen el desafío separatista

Junqueras acusa a Mas de cobarde, insiste en que "no hay ningún requerimiento judicial contra el 9-N" y le ofrece "ayuda" para no hacer el ridículo.

Junqueras acusa a Mas de cobarde, insiste en que "no hay ningún requerimiento judicial contra el 9-N" y le ofrece "ayuda" para no hacer el ridículo.

Improvisación, caos, versiones contradictorias, división, reproches, ridículo, decepción y desconfianza absoluta. La capacidad política de Artur Mas y el frente separatista es nula, de una incompetencia paralizante. El presidente de la Generalidad promete una "consulta alternativa" al referéndum pero se abstiene de dar detalles para no facilitar el recurso del Gobierno, se justifica. Es el retorno a la casilla de salida, puesto que el recurso y una nueva suspensión cautelar se dan por descontadas. Mas, sin embargo, insiste en la parodia. Ni un paso atrás, sostiene, para afirmar acto seguido que la "consulta definitiva" serían unas elecciones autonómicas de carácter plebiscistario.

Se esperaba con cierto interés la reacción de ERC. Haga lo que haga Mas, Junqueras le da sustento y cera a partes iguales, es una mano, pero en el cuello. Apoya el nuevo plan, pero aboga por la recuperación del consenso original, del referéndum del 9-N. Está dispuesto a facilitar que Mas se estrangule políticamente con su propia cuerda, en medio de un ridículo monumental. La unidad de los partidos separatistas está definitivamente rota, el plan A ha colapsado, el 9-N está en vía muerta y Mas ya sólo aspira a celebrar un acto "cívico y festivo" con la máxima participación y la ayuda de la monja Forcades, Carme Forcadell y los ayuntamientos.

Mientras Junqueras comparecía ante la prensa, a las seis de la tarde, el presidente de la Generalidad presentaba un partido de fútbol, la supercopa de Cataluña entre el Barcelona y el Español, e instaba a la partipación en su "consulta alternativa". Resultaba patético. Junqueras, que se había cambiado de camisa y puesto chaqueta, criticaba con dureza a Mas en el parlamento autonómico, le acusaba de cobardía, de haber capitulado sin acusar ni un solo requerimiento judicial, de haber roto el consenso, de haber presentado un "escenario nuevo no pactado". Y, al tiempo, le ofrecía todo su apoyo en el trance de mostrar su impotencia, el nulo recorrido del nuevo plan. "Nosotros intentaremos ayudar, ayudar, ayudar y ayudar", decía Junqueras para sostener después que había que volver a la unidad de la "consulta original".

Proceso participativo, referéndum o consulta, Junqueras apuesta por lo segundo, pero apoya al gobierno de la Generalidad. El guión republicano recordaba por momentos el convergente. El desenlace "lógico" son unas autonómicas "plebiscitarias", advierte Junqueras, pero quedaba camino por recorrer. Según el dirigente de ERC, el gobierno autonómico ha renunciado antes de tiempo. Le habría faltado temple, valor y sentido de las distancias a Mas, según Junqueras. De ahí que insistiera en "rogar" el retorno al plan original y virginal, al proyecto acordado cuando se pactó la fecha y la pregunta, en diciembre de 2012. En su habitual tono de pedagógica ingenuidad, Junqueras se lamentaba de la posición del gobierno de Mas, le acusaba de cobardía frente al enemigo, pero aún así se ofrecía a asistirlo hasta sus últimas boqueadas, en dar apoyo al esperpento, al cambiazo de referéndum por encuesta y fiesta del partido.

Cuanto más dispuesto se mostraba Junqueras a insuflar vida al gobierno de Mas, más grande se tornaba el área de exclusión en torno al presidente de la Generalidad. Junqueras pretende que continúe el desgaste de CiU aún a costa de parecer tibio ante sus propias bases, indignadas ante el espectáculo de un 14 de octubre histórico. El plan que CiU ofrece a su público y que ERC y las CUP se comprometen, en teoría, a apoyar, es una encuesta, una exhibición de menor envergadura aún que la consulta de Arenys de Munt hace cinco años, una chapuza, el entierro de la sardina del proceso del 9-N. Y por si no fuera suficiente, hasta sus promotores dudan de la viabilidad del sucedáneo o simulacro, tal como lo calificó el líder de Ciudadanps, Albert Rivera.

La situación por partidos es que el PP da por concluida la aventura separatista, Ciudadanos reclama elecciones, el PSC se ofrece de muleta para que Mas acabe la legislatura (hasta otoño de 2016), Iniciativa se desmarca, las CUP ponen condiciones (llegaron a hablar de la creación de una "consejería de la consulta") mientras celebran asambleas callejeras y Junqueras prefiere que Mas se exponga al ridículo de un 9-N de "costellada" antes que desencadenar unas elecciones autonómicas anticipadas. La condición de Junqueras es que Mas se comprometa a declarar la independencia en caso de mayoría absoluta, que abandone subterfugios y eufemismos y fije por escrito sus promesas y los límites de su compromiso. Sabe que Mas ni quiere ni puede, que se ha introducido a conciencia en un callejón sin salida.

A partir de ahora se abren varias posibilidades. Mas y CiU podrían agotar la legislatura con el apoyo del PSC o decantarse por la celebración de unas elecciones autonómicas de carácter plebiscitario. Sin embargo, Mas quiere una lista conjunta con ERC a la que Junqueras se niega de plano, entre otras razones porque las encuestas le dan como ganador de las próximas autonómicas y no quiere cargar con el desgaste, el descrédito y el ridículo que acumula Mas.

Nada es definitivo en la política catalana. Junqueras dice que aún hay tiempo para estirar la goma del referéndum, Mas ya ha dado por cerrada esa vía, las CUP montan asambleas en las plazas y Carme Forcadell y Muriel Casals, las dirigentes del brazo civil de la independencia hacen votos por la unidad de los partidos desde Bruselas. Entre tanto, los militantes de la ANC decoran las farolas de Barcelona con lazos amarillos y carteles del 9-N.

Del choque de trenes se ha pasado al descarrilamiento separatista. Mas se ha salido de la vía, tal como le repiquetea Junqueras, ha abandonado el Costa Concordia y pretende no asumir ninguna responsabilidad. El proceso separatista ha vuelto a la casilla de salida. El 9-N ha pasado de ser el día de antes a una fecha más en un largo e interminable camino sin retorno. Nueva convocatoria, nuevo recurso y nueva puesta en escena.

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