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Mas plantea un ciclo electoral con tres consultas en 18 meses para separarse de España

Exige a Junqueras que se sume al partido único para adelantar las autonómicas, pero deja la puerta abierta a agotar la legislatura.

Exige a Junqueras que se sume al partido único para adelantar las autonómicas, pero deja la puerta abierta a agotar la legislatura.

El presidente de la Generalidad reta a los partidos separatistas que le han acompañado hasta el 9 de noviembre a formar una "lista de país" para celebrar unas elecciones "que serían la consulta". Según este plan, si se consigue que los partidos den un paso atrás y aparquen sus estrategias, Mas anticiparía los que serían los últimos comicios autonómicos y los convertiría en un referéndum encubierto que daría paso, según sus cálculos, a un gobierno provisional, de carácter técnico, en una legislatura de tan sólo dieciocho meses.

Dicho gobierno, procedente de los elementos "cívicos" de la candidatura y de miembros de los partidos insertos en la lista unitaria, tendría como objetivos sentar definitivamente las bases del Estado catalán, negociar con España, la UE y Naciones Unidas el reconocimiento de la nueva república y preparar una cita electoral doble: referéndum para ratificar la separación y nuevas elecciones, constituyentes y con cada partido por su cuenta.

Sólo si se logra articular esta plataforma descartaría Mas agotar la legislatura, cuya conclusión natural está prevista para otoño de 2016. En un escenario de desacuerdo con ERC, las CUP e Iniciativa per Catalunya, Mas dispone de la oferta del PSC para seguir adelante mientras continúa con los preparativos de un partido que amalgame el voto separatista para forzar la separación de España, sea con Junqueras, la ANC y los socialistas que abandonan el barco de Miquel Iceta y Pedro Sánchez, o con los restos del naufragio de partido que fundara hace cuarenta años Pujol.

Público de partido, funcionarios y altos cargos

Mas expuso estas líneas maestras en el Auditorio del Forum de Barcelona, ante tres mil personas convocadas por rigurosa invitación de la Generalidad, en su mayoría alcaldes, diputados, consejeros, altos funcionarios, asesores y periodistas afines, que aplaudían y gritaron "independencia" unas cuatro veces durante un discurso que duró algo más de una hora. Ante un público más de partido que de representantes de la "sociedad civil", la nota la puso Oriol Junqueras, que a media tarde aún creía que Mas daría la fecha de las próximas elecciones. "No lo sé ni yo", bromeó Mas al respecto. En la fila cero del acto también estaban presentes las presidentas de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural, Carme Forcadell y Muriel Casals, respectivamente. El núcleo duro de Convergència, así como los consejeros autonómicos se sentaban en esa primera línea, en la que no había ningún independiente que respondiera al perfil que pretende Mas para su partido único. Entre las muchas ausencias, la del dirigente de Unió, Duran Lleida, que alegó obligaciones ineludibles en la carrera de San Jerónimo, donde están el Congreso de los Diputados y el Hotel Palace, su residencia habitual en Madrid.

Los planes de Mas aún están muy verdes, por lo que el baño de masas no desprendía los aires fundacionales de una nueva fase de la política y ni siquiera los correspondientes a la creación de una formación. Sirvió el mitin, eso sí, para echar tierra sobre el pasado, eliminar a la familia Pujol de la foto y dejar las puertas abiertas a cualquier salida o improvisación futura.

Estilo mesiánico

No habló ni el líder de CiU, ni el presidente de la Generalidad, se encargó de recalcar el orador. Esa era una cita con Mas en persona para que Mas expusiera sus proyectos, sus visiones y sus cálculos, al más puro estilo bolivariano, fuera ya de las estrecheces de los marcos partidistas. CiU está superada y Convergència, en fase de derribo, pero la figura del gris y fiel burócrata de Jordi Pujol cobra una nueva dimensión tras el 9N, hasta el punto de que el partido único que propone ya se conoce como "Partit del President", un "espacio" en el que hace y deshace a su antojo una vez cumplida su promesa de "colegios, urnas y papeletas".

La "hoja de ruta" es tan vaga como incierta, pero una cosa sí está clara: Mas pretende someter al electorado a una sucesión de elecciones, consultas, plebiscistos o referéndums que da por ganados para la causa del separatismo. En ningún modo se plantea Mas la posibilidad de pacificar la política catalana, ceñirse a los plazos reglamentados o sondear vías de acuerdo con el PP o el PSOE. Al menos, en público. Insiste en su apuesta de desgajar a Cataluña de España y ahora lo hace en calidad de líder mesiánico, como Pujol en sus mejores tiempos y con el argumento de que no se puede negociar con un Estado que "utiliza" la Fiscalía para "agredir a Cataluña".

Dispuesto a repetir por última vez

Como prueba de la sinceridad y desprendimiento de sus planes, Mas acabó el discurso con una alusión directa a Junqueras, al que dijo que él está tan dispuesto a encabezar esa hipotética "lista de país" como a cerrarla y que en cualquier caso, no se presentaría a las elecciones constituyentes que deberían suceder a las plebiscitarias en un plazo de dieciocho meses.

En suma, público funcionarial y de partido, acto con cargo a la Generalidad, exaltación de Mas, celebración del 9N y explotación victimista de la querella de la fiscalía. Mas ha inaugurado el pujolismo sin Pujol, con Junqueras, la ANC y Duran en fuera de juego. Es un nuevo estadio en la política en Cataluña que aboca a más presión separatista, más tensión con el resto de España y más inestabilidad.

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