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Los cadáveres políticos que dejan las elecciones andaluzas

La primera cita electoral de un año cargado de elecciones ha pasado y es momento de analizar lo ocurrido y qué puede pasar en cada partido.

La primera cita electoral de un año cargado de elecciones ha pasado y es momento de analizar lo ocurrido y qué puede pasar en cada partido.

No se vivió una de esas noches en las que todo el mundo había ganado porque algunos fracasos resultaban demasiado evidentes, pero el de las elecciones andaluzas sí fue un día después en el que todo el mundo había "hecho un gran trabajo" y unas campañas excelentes, pese a que el resultado de algunos fuese cualquier cosa menos bueno.

Sí que hubo grandes triunfadores y el más claro era Susana Díaz: su apuesta era arriesgada pero en el actual panorama ha sido un éxito, al menos para los socialistas andaluces: no sólo ha devuelto al PSOE a la posición de fuerza más votada en la región, sino que lo ha llevado a un lugar qué nadie esperaba: exactamente allí donde estaba.

El resultado se explica en gran parte por la debacle del PP, pero no deja de ser un triunfo personal de la presidenta andaluza, que ha mantenido relativamente controlado el fenómeno de Podemos y ha exprimido, junto con los de Pablo Iglesias, una parte de los votos de IU.

Díaz se ha mostrado convencida de que gobernará en solitario pero lo cierto es que para hacerlo tendrá que convencer a alguno de los restantes partidos en la cámara, que no parecen muy por la labor. Además, si no logra un apoyo estable la suma de PP y Podemos puede frenar cualquier proyecto legislativo.

No obstante, en la situación dramática del PSOE a nivel nacional el resultado de Díaz le supone adquirir un billete de ida en el AVE a Madrid, todavía sin fecha, que podrá usar cuando estime más oportuno: antes de las elecciones generales si las cosa pinta muy mal para el PSOE o después, con el panorama algo menos oscuro que pueda ofrecer la siguiente legislatura.

Rajoy, un activo tóxico

El resultado del PP ha sido, como ya hemos apuntado, un descalabro absoluto: la pérdida de votos, de escaños y de toda posibilidad de gobernar en Andalucía en varias legislaturas son evidentes. Obviamente, Juan Manuel Moreno no ha logrado ser el candidato ni el líder que los populares necesitaban, pero el problema va mucho más allá.

Porque en muy pocas ocasiones un presidente del Gobierno se ha implicado tanto en unas elecciones autonómicas: casi nunca un candidato ha podido identificarse tanto con su superior –no en vano había sido elegido por su divino dedo-, ni el presidente había estado durante varios días en campaña y en los mítines principales. Es obvio, por tanto, que los andaluces han ido a votar pensando tanto o más en Mariano Rajoy que en Moreno Bonilla, era la apuesta del propio presidente del Gobierno y el resultado ha sido un fracaso total cuya lectura es obvia: Rajoy ahora es lo que los economistas llaman un "activo tóxico", una rémora electoral, un peso muerto que con sólo aparecer en un mitin o en un informativo resta en lugar de sumar.

Lo peor de todo, no obstante, ha sido la reacción de la dirección del Partido Popular que, al menos según transmitió en sus órganos internos y a los medios, no parece haber captado el mensaje evidente lanzado por los andaluces: ni un asomo de autocrítica, por supuesto ninguna dimisión, una campaña poco menos que perfecta… el PP se niega a ver que su electorado lo está abandonando en masa y, lo que quizá a la larga sea todavía más preocupante para ellos, está encontrando una opción moderada a la que votar sin sentir que con su abstención están favoreciendo el éxito de Podemos.

El primer momento de la verdad de C's

Esa fuerza moderada es el Ciudadanos de Albert Rivera, que vive su momento más dulce: en un par de meses ha pasado de no contar para nadie en Andalucía a un resultado que sólo puede calificarse como espectacular: nueve escaños y casi un 10% de los votos y, sobre todo, la primera constatación en las urnas de que es una alternativa real, un voto útil que va a obtener representación en prácticamente todos los lugares en los que se presente.

También es el primer reto real del partido fuera de Cataluña, donde de hecho nunca se han enfrentado a decisiones tan complejas como las que tienen ante sí en Andalucía: ¿Favorecerá Ciudadanos la investidura de Susana Díaz en un movimiento que sin duda comprometería su crecimiento a nivel nacional? En principio lo han descartado y lo cierto es que parece difícil esperar un error de ese calibre de un político como Rivera que ha demostrado visión política y estratégica, pero está por ver si su control del partido es total o si la nueva estructura en la región tiene una visión diferente de esta cuestión.

En cualquier caso, Rivera ha llamado a la puerta de cientos de miles de votantes, probablemente millones, que no están dispuestos a votar a ninguno de los dos grandes partidos pero que tampoco quieren entregarse a aventuras chavistas cuyo resultado final ya podemos ver, precisamente, en Venezuela.

Éxito pero menos de Podemos

Precisamente Podemos ha sido la tercera fuerza más votada y contará con un grupo de 15 escaños en el parlamento andaluz. Durante la noche electoral los de Pablo Iglesias hablaron de gran éxito con la boca pequeña, lo cierto es que han tenido que reconocer que es un resultado muy lejos de lo que esperaban y que, con menos del 15% de los votos es imposible "tomar el cielo por asalto".

El resultado también marca un peligroso descenso respecto a los resultados que pronosticaba el CIS en una encuesta realizada a principios de febrero y en la que Podemos acariciaba el 20%. Desde entonces habría perdido un cuarto de esos hipotéticos votantes.

Por otro lado, si nos fijamos en el único dato real disponible, las elecciones europeas del pasado año, el resultado de los de Pablo Iglesias en Andalucía no era tan diferente del que tenían en el conjunto de España: un 7,11% por un 7,97%, unas décimas más que no auguran que el 15% andaluz pueda llegar a convertirse en un voto mayoritario, tal y como los líderes del partido han pregonado y hasta se diría que han llegado a creer.

Además, si su presencia en el Parlamento Europeo ya les ha proporcionado algún problema de cara a la opinión pública, los 15 diputados andaluces comandados por la no muy experta Teresa Rodríguez pueden ser un auténtico quebradero de cabeza para Iglesias. Lo que estaba destinado a ser el principio del cambio parece más el principio del final del tsunami.

Los muertos vivientes

Para tres partidos las elecciones andaluzas pueden representar el inicio de una experiencia muy a la moda zombi tan en boga los últimos años: IU, UPyD y Vox siguen moviéndose, pero nadie podría apostar porque aún están vivos.

Izquierda Unida ha sido durante los últimos tres años parte del gobierno andaluz y el resultado de esa alianza no ha sido bueno electoralmente. Es obvio que la coalición comunista ha sufrido también, y sobre todo, la irrupción de un Podemos que le arrebata parte de su electorado, e incluso es probable que el PSOE le haya quitado también algunos votos.

Lo más preocupante para los de Maillo y Garzón es, no obstante, que Andalucía es el lugar en el que, previsiblemente, mejor aguanten el embate de los de Pablo Iglesias, por lo que el desplome en el conjunto de España podría ser dramático. Tiene toda lógica en un partido que ocupa un espectro del electorado muy similar al de Podemos y que no parece tan amplio como para sostener dos fuerzas parlamentarias. Tras las europeas del pasado año muchos pronosticaron la muerte de IU y probablemente, las elecciones andaluzas han sido el primer tiro.

Vox también ha conseguido un resultado muy por debajo de sus expectativas y que lleva a pensar si el proyecto de Santi Abascal y los suyos no está abocado a la desaparición o a mantenerse como un partido extraparlamentario.

Es cierto que ni las autonómicas ni Andalucía parecen terreno propicio para un partido como Vox, como lo es que están sometidos –ellos sí- a un durísimo bloqueo informativo, pero no lo es menos que sus líderes no parecen haber encontrado hasta el momento ni los leitmotiv ni el tono de su discurso político y todo indica que a estas alturas ya es demasiado tarde para remontar su corta pero tumultuosa vida política como partido.

¿La implosión de UPyD?

Finalmente, la más directa víctima de estas elecciones podría ser UPyD. También eran malos los augurios para un partido que parece haber perdido su espacio político a manos de un Ciudadanos que ya ha logrado lo que ellos nunca pudieron alcanzar. Y si los pronósticos no eran buenos los resultados han sido nefastos: muchísimos votos menos que en las elecciones europeas, casi un 4% de caída e incluso bajada desde las anteriores elecciones andaluzas en 2012: un resultado inadmisible que, sin embargo, ha sido recibido sin intención de cambiar el rumbo: Rosa Díez, como su muy criticado Rajoy, no reconoce errores ni de campaña ni de estrategia.

No obstante, ante la inminencia de una muerte que lo más probable es que ya haya llegado, algunos de los más conocidos políticos de UPyD sí han expresado en público sus críticas a Díez, mientras que otros incluso han dimitido y se diría que se avecina una desbandada.

Este mismo sábado la formación magenta reúne a uno de sus más importantes órganos de dirección y la reunión puede ser dramática, como la situación del partido lo es: de repetirse los resultados de Andalucía las elecciones de mayo podrían ser una debacle definitiva.

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