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La campaña que nunca se debió celebrar

Termina la campaña de las catalanas marcada por los bailes de Iceta, los ataques a la bandera nacional y un debate que Margallo nunca debió aceptar.

Termina la campaña de las catalanas marcada por los bailes de Iceta, los ataques a la bandera nacional y un debate que Margallo nunca debió aceptar.
El ataque a la bandera española y Margallo en el debate con Junqueras | EFE

El 11 de septiembre, con la Diada más separatista que se recuerda, dio comienzo el primer acto del golpe de estado del 27S. Con aquel multitudinario y excluyente grito separatista en la avenida Meridiana de Barcelona, arrancaba la campaña electoral para las elecciones del próximo domingo. Sobre la mesa, el desafío plebiscitario y separatista de Artur Mas representado en su candidatura única de Juntos por el Sí en comandita con los radicales de las CUP. Enfrente, el PP trató de agarrarse al efecto de Xavier García Albiol durante toda la campaña, aunque la imagen y el mensaje de Sarkozy en el mitin de cierre y los arrestos de Alberto Fernández Díaz para defender los símbolos nacionales parecen haber sido las muestras más nítidas de la apuesta constitucionalista de los populares. Poco ayudó en su campaña la decisión del ministro de exteriores, García Margallo, de batirse en duelo televisado con Oriol Junqueras, que no dudó en aprovechar el guante recogido por Margallo para pulverizarlo en prime time.

Desde Ferraz partió Pedro Sánchez con destino a Cataluña. Allí acompañó en cada mitin a Miquel Iceta, que desde el primer acto de partido marcó su carrera electoral al ritmo de Queen. Los bailes de Iceta se han hecho célebres durante estos días y han contagiado a Pedro Sánchez. Tanto ha marcado su campaña que el acto de cierre era una gran fiesta en un local de Barcelona llamado Valquiria. Allí hablaron de ensayos, de mover el esqueleto y bailaron, bailaron y bailaron hasta quedar exhaustos.

Por la izquierda más radical, la CUP ha jugado un discreto papel de acompañante, aprovechando los ocho escaños que le han dado de manera insistente las encuestas para sentirse bisagra en caso de que Juntos por el Sí no logre la mayoría absoluta. En el mismo espectro, Podemos se ha ido desinflando en estos quince días. En cualquier caso, Pablo Iglesias no ha dudado en ser protagonista participando del esperpento que ha acompañado durante toda la carrera electoral. Célebres han sido sus llamamientos a dar "sexo" y "látigo" a Artur Mas, o sus intercambios dialécticos con acento de Sioux y sus cantos: "Coleta morada no fumar la pipa de la paz con tú, por Manitu", entonó el dirigente de Podemos.

Además del PP, Ciudadanos también ha defendido la legalidad constitucional y ha apostado por la unidad. Con su logo en forma de corazón con las banderas catalana, española y europea, Albert Rivera ha ensalzado en cada mitin a Inés Arrimadas, su candidata para la Generalidad.

En definitiva, una campaña marcada por las esperpénticas apariciones de muchos de sus candidatos, por los ataques a los símbolos nacionales y por un no menos esperpéntico debate en el que el ministro de Asuntos Exteriores español aceptó como una posibilidad que Cataluña termine separándose de España.

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