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Mas acusa al Estado de pagar a confidentes para acabar con él y el 'proceso'

Afirma en el debate de investidura: "No estoy dispuesto a todo para ser presidente; hay líneas rojas".

Afirma en el debate de investidura: "No estoy dispuesto a todo para ser presidente; hay líneas rojas".
Junqueras, Mas y Romeva charlan en el pleno del Parlamento catalán. | EFE

El presidente de la Generalidad en funciones está acorralado, literalmente contra las cuerdas. Raül Romeva guarda silencio sobre el aval de la CUP a su nombre para presidir la Generalidad. Sólo ha emitido un mensaje en las redes sociales en el que dice "No soy candidato, trabajo para que haya un acuerdo". Nada que ver con la negativa explícita de Neus Munté, vicepresidenta del gobierno autonómico y otro de los nombres puestos encima de la mesa por los diputados antisistema.

Comienzan a reabrirse las grietas en Junts pel Sí ante el atronador silencio de Oriol Junqueras. Las caras de los miembros de la plataforma son de preocupación. Los diez diputados de extrema izquierda no ceden y comienzan a calificar las presiones de "chantaje". Si el proceso va de abajo a arriba, Mas es perfectamente prescindible, afirman rotundos. Y el mensaje empieza a calar en los diputados arremolinados en torno a la candidatura de CDC y ERC, una plataforma conjunta que será la primera y la última, según han declarado en ambos partidos.

La reacción del Gobierno también preocupa a en la bancada de la plataforma de Mas y Junqueras. De la euforia se ha pasado a un gesto grave. El lunes, durante la proclamación "del inicio del proceso constituyente para la creación de un estado catalán independiente en forma de república" no se cantó Els Segadors y la primera foto de la nueva república fue la de los diputados del PP sosteniendo en las manos las banderas de España y Cataluña.

Líneas rojas e incógnitas

El líder convergente trata de utilizar el debate de investidura para presentarse como un mártir, un hombre dispuesto a todo, a llegar hasta el final y más allá. El lunes, en su discurso, fue el primero de los antisistema. La corrupción, ni mentarla.

Este martes, Mas es la víctima de una cacería de todos los poderes del Estado e incluso un político con dignidad que no está dispuesto a arrastrarse para lograr el voto de la CUP. "No estoy dispuesto a lo que sea para ser presidente. Hay líneas rojas", declaró Mas en su réplica al dirigente del socialismo catalán, Miquel Iceta. No dijo cuáles, pero añadió que "llegaré tan lejos como haga falta para establecer el mandato de las urnas; no me temblarán las piernas ni me fallará el pulso". Es decir, admite por primera vez que lo tiene complicado para ser investido, pero se reserva el as en la manga de poder convocar nuevas elecciones.

El arreón de Arrimadas

Más desencajado aún se mostró con la jefa de la oposición, Inés Arrimadas, que vinculó en todo momento el proceso separatista con la corrupción política. La dirigente de Ciudadanos en Cataluña confirmó las expectativas generadas tras su primera intervención, en el pleno de la "desconexión" en el que se aprobó la soflama separatista que insta a desobedecer a los tribunales y constituir la república catalana. Vapuleó a Mas y le replicó con contundencia. Reseñó las mentiras, los engaños, las manipulaciones y los insultos a la ciudadanía implícitos en el proceso separatista. Fue una tunda parlamentaria en toda regla. Oposición pura, formal, en español casi todo el rato y con un despliegue de argumentos que desbordó al "president".

La intervención de Arrimadas desencadenó al Mas que se cree víctima de una persecución policial y es capaz de confundir la denuncia de una exconcejal de ERC en Torredembarra en enero de 2014 -origen del caso 3%- o la confesión del propio Pujol (25 de julio del mismo año) con una operación de las cloacas del Estado. "Sé cómo funcional el Estado cuando quiere destruir a alguien, sé cómo funcionan determinadas unidades policiales, sé que usan fondos reservados para pagar a confidentes para montar mentiras en campaña electoral", declaró el "president".

"Cuperos" indignados y con Romeva

Entre tanto, los diputados de la CUP se muestran cada vez más indignados con Mas por su renuencia a admitir la corrupción y los recortes sociales. Mas les proporciona argumentos en cada frase de sus réplicas. La posibilidad de un acuerdo se aleja, al menos en apariencia. Mas no está dispuesto a cualquier cosa para ser presidente, pero no se sabe si eso implica ser un presidente florero o cercenar las cabezas que le reclama la CUP, las de Felip Puig, Germà Gordó, Jordi Jané, Boi Ruiz, la comisionada para la Transparencia o el director general de la repartidora regional de contratas, entre otros estrechos colaboradores.

En estas condiciones no es previsible que haya un acuerdo antes del 20-D, elecciones a las que ERC y CDC concurren por separado y que deben dilucidar el peso de cada formación en Junts pel Sí. La CUP no se presenta y es más que probable que sus votos vayan a parar a los republicanos. El equilibrio de fuerzas de la plataforma se basa en los resultados de las penúltimas autonómicas, pero como no se cansa de repetir Mas, el escenario ha cambiado y los sondeos auguran a CDC, ahora con el nombre Democràcia i Llibertat, un estrepitoso batacazo. A partir de ese momento, quedarán un par de semanas para que Mas bloquee el Parlamento catalán y convoque nuevas elecciones. O, caso que todavía se considera muy improbable, tire la toalla y se avenga a una solución de conveniencia para sobrevivir políticamente.

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