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La conjura monacal de Junts pel Sí con Mas desaparecido

Los diputados de ERC y CDC se reúnen en Poblet en un clima de máxima tensión interna para explorar nuevas ofertas a la CUP.

Los diputados de ERC y CDC se reúnen en Poblet en un clima de máxima tensión interna para explorar nuevas ofertas a la CUP.
Turull, Romeva y Rovira en Poblet | EFE

La cumbre del grupo parlamentario de Junts pel Sí en el Monasterio de Poblet ha servido para ratificar de puertas afuera que el único candidato de la plataforma separatista es Artur Mas, a pesar de la insistente y contundente negativa de la CUP, el partido antisistema, a prestarle dos votos para que el líder de Convergència pueda ser investido presidente. La reunión, en cambio, no ha sido plácida. Los diputados de la cuota convergente observan con indisimulado recelo los movimientos de Oriol Junqueras, el líder de ERC, sus guiños a la CUP. Tampoco se fían de Raül Romeva, el interlocutor preferente de los diputados "cuperos". Y por si fuera poco, el tiempo juega en su contra. Las grietas en Junts pel Síson ya públicas y notorias, aunque sus principales portavoces se mantienen firmes y en apariencia cohesionados.

Marta Rovira, la número dos republicana y portavoz de Junts pel Sí insistió a la salida del encuentro en que mantienen su apuesta por Artur Mas y que nada ha cambiado al respecto. No obstante, hay signos contradictorios. El propio Mas se abstuvo de asistir a la reunión con la excusa de que debía inaugurar la XV Cumbre internacional de premios Nobel de la Paz. El acto, que Mas aprovechó para vender el proceso separatista y el carácter cívico, pacífico y festivo del independentismo, tuvo lugar a primera hora de la mañana. A la salida, Mas dejó caer ante los periodistas que no hará más movimientos, que la oferta que se tenía que hacer ya está hecha y que le toca mover ficha a la CUP: "Lo que teníamos que hacer ya está, ahora veremos qué hacen los demás", declaró.

El "president" no se presenta en Poblet

Pese a que tenía tiempo de sobra para llegar a la reunión de Poblet, no acudió. En el monasterio cisterciense se pudo ver a la mayoría de parlamentarios separatistas del grupo de Mas y Junqueras, pero no al máximo dirigente de la efímera coalición. Romeva, Rull, Turull, Rovira y Junqueras acudieron a la cita con aire de preocupación y pesimismo. Los diputados de la CUP se mantienen en sus trece, no se apean del burro y están muy irritados por las filtraciones que atribuyen a Mas y por las presiones que reciben de los medios afectos a la Generalidad. De ahí que el jueves a última hora de la tarde decidieran hacer público el documento con el que negocian.

El texto, unas cincuenta páginas, se resume en un programa de expropiaciones que incluye viviendas privadas, el parón y reversión de todos los procesos de privatización en marcha, la instauración de la renta mínima universal y un programa fiscal leonino con las empresas y los profesionales, así como una negativa tajante a investir a alguien como Mas, un "producto" de la época autonomista salpicado por la corrupción. De hecho, el documento incluye una relación de los casos de corrupción más bochornosos de CDC, como el que afecta a toda la familia directa de Jordi Pujol o al cobro sistemático de comisiones por adjudicación de obra pública, el denominado del tres por ciento.

Las horas más bajas del "president"

Artur Mas, un superviviente nato, está en sus horas más bajas, deprimido por la negativa de la CUP, decepcionado porque no se le reconozca que hasta ahora ha cumplido al pie de la letra el programa rupturista, desbordado por la falta de apoyos y superado por una situación inédita en la historia democrática de Cataluña. Por primera vez, la segunda votación no aupa al candidato de la mayoría a la presidencia. Su desafío total al Estado no es contemplado como un mérito por los diputados antisistema. Para ellos, Más no es uno más, sino un lastre que impide ampliar la base electoral del separatismo y lo que debería hacer es marcharse a su casa o al Canadá, donde le espera una jugosa oferta del empresario farmacéutico Grífols, el penúltimo en huir de Cataluña (su sede fiscal está en Irlanda). La última fuga ha sido la de Aguas de Barcelona, que ha decidido trasladarse a Madrid según ha trascendido este mismo viernes.

Tres alternativas

Tres son las tesis que recorren los cenáculos nacionalistas de Barcelona. El primero de ellos es que la CUP acabará cediendo para no cargar con la responsabilidad de colapsar el "proceso". La presión es tal que los diputados antisistema la califican de chantaje, pero en CDC han empezado ya a deslizar el mensaje a sus medios de que la negativa cupera puede retrasar una década la consecución de un estado propio. La segunda es la posible investidura de un candidato alternativo a finales de diciembre. En ese escenario, la CUP y CDC están de acuerdo en el nombre de Neus Munté, aunque ERC maniobra para que el "premio" caiga de su lado en esa hipótesis. La tercera son unas nuevas elecciones, la última carta de Mas.

Por si no fuera suficiente, el Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad (CEO), el CIS autonómico ha dado publicidad este viernes a una encuesta que da más peso a la CUP. El sondeo tiene más que cocina, entre otras razones porque contempla que la plataforma Junts pel Sí volvería a concurrir en unas nuevas elecciones autonómicas, algo que los republicanos rechazan de plano, tal como se ha podido comprobar en la constitución de dos candidaturas separadas para las elecciones generales del 20-D. El trabajo demoscópico atribuye a la CUP una subida de entre cuatro y seis diputados. Ahora tienen diez. Su política maximalista le estaría granjeando más votantes. El sondeo dice que la candidatura de Mas se mantendría entre 61 y 63 diputados. Sólo bajarían el PSC y el PP.

Sin embargo, no se recuerda una encuesta del CEO que se haya aproximado vagamente a la realidad. En 2012, cuando Mas volvió a convocar elecciones tras dos años de legislatura, su organismo sociológico le pronosticaba la mayoría absoluta. Perdió doce escaños. Pasó de 62 a 50. Después volvió a incidir en el error, pero esta vez del brazo de ERC y tanto el CEO como La Vanguardia emplazaron a la nueva fuerza en la linde de la mayoría absoluta. El fallo fue otra vez estrepitoso. Y ahora, el organismo que controla Francesc Homs, que será el cabeza de lista convergente para Madrid con una lista llamada Democràcia i Llibertat, da carta blanca a la negativa de la CUP y refuerza las posiciones de los batasunos catalanes.

Intentos desesperados

Mas ya no sabe qué hacer para atraerse el favor de la CUP. Ha recurrido a su amigo David Fernàndez, exlíder parlamentario de la formación extremista, pero sus gestiones no han dado resultado, como tampoco el hecho de que se aviniera a convertirse en un presidente florero sometido a una cuestión de confianza en el plazo de diez meses. Ha aceptado todas las condiciones de la CUP menos una, la de inmolarse.

Mientras tanto, Oriol Junqueras pide a la formación radical un poco de cordura en sus peticiones sociales porque la Generalidad, reconoce, está en bancarrota. Mas ha ofrecido a Junqueras la vicepresidencia económica y el republicano ya actúa como si fuera consejero de la Generalidad. Así, sus líneas rojas son la disponibilidad de efectivo procedente del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA). Nada que decir, por otra parte, sobre el veto de la CUP a Mas. Junqueras espera a que la situación se envenene para lanzar su candidatura. Sondeos internos de los partidos predicen el triunfo de Ciudadanos en Cataluña en los comicios generales, que ERC sería la segunda fuerza (con los votos de los electores de la CUP, que no concurre) y el desplome de Convergencia, en plena descomposición tras el caso Pujol y las diligencias judiciales del tres por ciento.

El pago de la fianza de Viloca

A la CUP le sobran razones para no apoyar a Mas, sobre todo en lo que se refiere a la corrupción. Mientras el presidente regional en funciones negociaba in extremis con los diputados cuperos Antonio Baños, Anna Gabriel y Benet Salellas, su partido pagaba la fianza de 250.000 euros de su tesorero Andreu Viloca, en prisión por el cobro de comisiones. No fue un detalle menor para la CUP, como tampoco el de que hubiera periodistas a la puerta del Palacio de la Generalidad cuando fueron convocados por Artur Mas.

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