Mariano Rajoy quiso dejar claro que aún no es un cadáver político. "Este es un partido independiente, que toma sus propias decisiones y que va a dar la batalla", se reivindicó en Murcia, donde recibió el respaldo de la formación a nivel regional. "Dios quiera, y los españoles también, que sigas gobernando España", le dijo el histórico Ramón Luis Valcárcel. "Te queda mucho por hacer, mañana y pasado mañana. Estamos orgullosos", se sumó Pedro Antonio Sánchez, que gobierna la región gracias al apoyo de Ciudadanos.
El PP volvió a ofrecer una imagen de apoyo sin fisuras a su líder, aunque en privado se transmita frustración y mucho enfado. Una Junta Directiva más, todo fueron elogios y aplausos. Rajoy sólo habló de pasada de la lucha contra la corrupción, apenas unos segundos, pero nadie se lo recriminó. Y ello a pesar de lo vivido durante los últimos días, con dos de sus estructuras más importantes, las de Valencia y Madrid, implicadas en presuntas tramas corruptas.
En la víspera, los vicesecretarios Javier Maroto y Andrea Levy, jóvenes figuras que entraron en la cúpula tras la hecatombe electoral de los pasados comicios autonómicos y locales, pidieron "una purga" interna "caiga quien caiga", pero Rajoy se limitó a reconocer que la corrupción les ha hecho mucho daño y que, en consecuencia, seguirán luchando contra ella. Ahí acabó todo, no sin proclamar la "independencia y libertad" de la que disfrutan la Justicia, la fiscalía y las fuerzas de seguridad.
La prima de riesgo
En cambio, el mensaje que nítidamente quiso colocar Rajoy en el tablero político es que la economía puede tambalearse de nuevo. "La prima de riesgo vuelve a amenazar", alertó quién, durante la primera etapa de su legislatura, vivió obsesionado con ella. "Si damos marcha atrás en las reformas, en España volveremos a las andadas, volveremos atrás y volveremos a la crisis", afirmó el líder del PP, quien enumeró los riesgos existentes y puso el acento en la grave situación que atraviesa Portugal, donde los socialistas se aliaron con la extrema izquierda.
Rajoy quiso transmitir miedo, y no se anduvo por las ramas. Primero, para exigir a Pedro Sánchez que se deje de "propaganda" y diga de una vez si pactará con Podemos y los independentistas con tal de alcanzar el palacio de la Moncloa. "España necesita un Gobierno y lo necesita ya", instó el líder del PP, que confirmó que el despacho que el viernes mantuvo con su homólogo socialista no sirvió para nada. "En la conversación de ayer no pidió nada. Que hable con Podemos y los demás y nos diga ya si se van a poner de acuerdo, no podemos estar infinitamente sin Gobierno", arguyó ante los suyos. E insistió con la prima de riesgo.
A sus ojos, la alianza entre Sánchez y Pablo Iglesias, gracias al apoyo tácito o explícito de los secesionistas, es la única alternativa a la gran coalición que él propone, con el PP en el poder. Y, en este sentido, también alertó de sus consecuencias. "Un Gobierno de Podemos presidido por Sánchez y apoyado por los independentistas" será "un torpedo en la línea de flotación de la economía española y la Constitución", afirmó a las bravas. "Si Sánchez gobierna con los independentistas será malo, muy malo para España", añadió.
Ante este escenario, el presidente en funciones prometió "combate" democrático y, en caso de que Sánchez no logre tejer el pacto, ya avanzó que mantiene viva su candidatura. "El PP reivindica su victoria y su derecho a presidir el nuevo Gobierno", destacó en varias ocasiones. Después, fue más claro: "Si Sánchez no consigue su pretensión, el PP está dispuesto, si tiene los apoyos suficientes, a ir al Congreso a defender su programa y someterse a la votación de las Cortes". Aunque, en privado, ministros y altos cargos sugieren desde hace días que solo vislumbra como salida que se celebren nuevas elecciones.