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Rajoy rechaza "aniquilar" sus reformas y vuelve a estar cordial con Iglesias

Debate fácil para Rajoy, que vuelve apelar al diálogo. El PP se muestra muy duro con Iglesias pese al tono de su candidato durante el rifirrafe. 

Debate fácil para Rajoy, que vuelve apelar al diálogo. El PP se muestra muy duro con Iglesias pese al tono de su candidato durante el rifirrafe. 

Mariano Rajoy se desenvolvió sin excesivos problemas durante los rifirrafes con sus principales interlocutores en el Congreso. Consciente de que será investido presidente el sábado en segunda votación, llegó a las Cortes deseoso de un debate sin aprietos. Y, visto lo visto, su entorno se mostró encantado. Con Antonio Hernando, evitó la confrontación y anunció la congelación de la reválida como prueba de su diálogo. También buscó tender puentes con Albert Rivera, a quien no paró de agradecer su apoyo. Mientras, con Pablo Iglesias, volvió a estar muy cómodo, aunque después Rafael Hernando quisiera mostrar firmeza ante sus ataques.

En Moncloa había expectación ante el discurso de Hernando, convertido en el interlocutor de Rajoy en el debate de investidura. Pero, comprobado su "papelón" para mantener "el equilibrio", en el equipo de Rajoy se relajaron. Sus palabras "no nos duelen", afirmaron las fuentes consultadas, aún con el socialista en la tribuna. Aunque en el turno de réplica fue algo más duro, en el PP le salvaron, tanto en el fondo como en la forma. Y el candidato, por supuesto, evitó en todo momento el tono bronco.

Para empezar, el presidente en funciones pidió al PSOE que no vaya a "demonizar" al adversario y busque puntos de encuentro. "Mis afines no son los independentistas, tengo bastante más que ver con ustedes", afirmó, repitiendo una y otra vez que su plan es llegar a acuerdos para que dure la legislatura. "No quiero terceras elecciones aunque a lo mejor me podrían beneficiar", quiso avisar a navegantes.

Rajoy mostró en todo momento su disposición al diálogo, pero también advirtió de que no permitirá que se "aniquilen" sus políticas económicas, que calificó de "exitosas" tras hacer mención a los últimos datos de la EPA. Se lo dijo a Hernando y se lo repitió después a Rivera, con quien también buscó el acercamiento político. "No creo que tengamos que hablar de derogar, pero desde luego el PP será flexible", apuntó en un momento en el que hablaban del sistema educativo. "Sería un error liquidar las reformas", insistió una vez más.

"Revertir no es bueno para España, lo cual no quiere decir que no se puedan hacer cambios razonables, pero si empezamos a derogar leyes por la única razón de que está aprobadas por otro a pesar de ser útiles para nuestro país, le vamos a hacer un flaco favor a España", subrayó ante el líder de Ciudadanos, al que agradeció su respaldo y prometió que el paquete de medidas comprometido saldrá adelante. "Le voy a convencer", se despidió de él, a pesar de los recelos mutuos.

Los SMS a Bárcenas

El ambiente cambió con Pablo Iglesias. Rajoy entró "desde el afecto" en el cuerpo a cuerpo, haciendo uso de la ironía, como ya ocurriera en su investidura fallida. "Hay más delincuentes potenciales en esta Cámara que allí fuera", acusó el líder de Podemos. "Tiene usted un alto concepto de sí mismo (…) Hay que andar con cuidado, la realidad suele ser implacable", empezó el presidente en funciones, despertando a los suyos, que no pararon de aplaudir y reír.

Rajoy se esperaba la dureza de Iglesias –como también que el PSOE estuviera en la diana incluso más tiempo que él- y se mostró cómodo. Fue entonces cuando llegó la broma sobre los SMS a Luis Bárcenas, motivo por el que en su día tuvo que pedir perdón a los españoles en la sede de la soberanía nacional. "Lo que usted plantea es un debate en Twitter. Para mí es muy difícil contestarle a todo. No me manejo bien en esos mundos", afirmó Rajoy sobre la batería de críticas de Iglesias. "Con Twitter no, pero con los SMS se maneja usted de maravilla", replicó rápido el responsable de Podemos.

"En Twitter voy mejorando y con los SMS me manejé peor, pero ahora también estoy mejorando", afirmó entonces Rajoy ante la sonora carcajada de los diputados del PP. "No tengo miedo ni a las manifestaciones ni a las huelgas generales", destacó el candidato en otro momento de su rifirrafe, que solo al final ganó algo más de seriedad. De hecho, en privado, un miembro de la cúpula admitió que tal vez el tono no fue el adecuado mientras varios cargos del PP se mostraron escandalizados ante el discurso de Iglesias. "Sinvergüenza", se le escuchó a María Dolores de Cospedal desde su escaño.

Así, para tratar de escenificar una mayor contundencia, Javier Maroto y Soraya Sáenz de Santamaría se apresuraron a censurar las palabras de Iglesias desde la tribuna. "Si tira de insultos es que no tiene argumentos", en palabras de la vicepresidenta. El más duro fue Rafael Hernando, como se avisó a los medios, en los últimos compases del debate: "Usted, señor Iglesias, ha usado el nombre de España para ponerse a la venta de dictadores y regímenes como el de Venezuela e Irán", le acusó. El revuelo entonces fue enorme.

Sea como fuere, Rajoy avanzó sin mayores contratiempos hacia su investidura. De hecho, durante gran parte de la jornada, ministros y altos cargos se dedicaron a especular sobre lo que está por llegar, en relación a la confección del Ejecutivo. En este sentido, Moncloa deslizó que el presidente podría "no tener prisa" en dar los nombres aunque, entre los cargos consultados, aún guardaban la esperanza de todo quedara resuelto el domingo. "Estoy muy bien donde estoy", contestó Cospedal, que se sabe en todas las quinielas. Jesús Posada, que dijo desconocer los planes de Rajoy, auguró cambios drásticos en el gabinete.

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