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Adiós definitivo a Unió, la última víctima de la maldición de Mas

El partido democristiano se disuelve por quiebra económica y torpedeado por la escisión incitada por el expresidente de la Generalidad.

El partido democristiano se disuelve por quiebra económica y torpedeado por la escisión incitada por el expresidente de la Generalidad.
Duran Lleida | Cordon Press

Ochenta y seis años después de su fundación, el 7 de noviembre de 1931, Unió Democràtica de Catalunya (UDC o popularmente Unió), ya no existe. Su balance económico se sustancia en una deuda de 22 millones de euros (Convergencia figura entre los acreedores y reclama unos cuatro) y unos activos, la sede central y algunos locales, valorados en poco menos de seis millones de euros.

Este pasado viernes, 24 de marzo, el último presidente de la formación, Ramon Espadaler, exconsejero de Interior en el último gobierno de Mas, remitía una carta a los cerca de cinco mil militantes de los que aún dispone el partido en la que anunciaba que "la apertura del proceso de liquidación por quiebra económica decretada por el juez mercantil pone punto y final a nuestra trayectoria como partido político".

La formidable máquina de cuadros políticos que parasitó a Convergencia a cambio de dotar al partido de Pujol de pedigrí catalanista histórico quedó tocada de muerte cuando Artur Mas emprendió una opa hostil contra el partido que entonces dirigía Josep Duran Lleida, descolocado por el proceso separatista. El primero en caer en las redes de Mas fue Joan Rigol, expresidente del Parlament y una de las vacas sagradas del partido democristiano. Se le premió con la presidencia del "Pacte Nacional pel Dret a Decidir", ahora transformado en "Pacte Nacional pel Referéndum" y ya sin Rigol al frente. Después fue Núria de Gispert, exconsejera y penúltima presidenta del Parlamento catalán, quien abandonó el partido descontenta con el desmarque paulatino de Duran del proyecto de ruptura de Mas.

El caso de Joana Ortega

Joana Ortega, vicepresidenta de la Generalidad por la cuota de Unió, fue la siguiente en desvincularse de facto del partido entregada a la organización del referéndum del 9-N por el que ha sido inhabilitada durante un año y medio. Al finalizar la última legislatura autonómica abandonó la política, pero tras fracasar con una tienda de moda, tantea ahora la posibilidad de presentarse a las primarias del PDEcat (como se llama ahora Convergencia) para la alcaldía de Barcelona. Los focos del juicio le han animado a retornar su "carrera". Otra de las deserciones clave fue la Antoni Castellà, secretario general de Universidades con Mas y que dio un portazo a Unió para fundar Demòcrates de Catalunya. Se le premió con un puesto de salida en la coalición Junts pel Sí, pero sus relaciones actuales con los convergentes no son las mejores por la querella sobre el nombre del partido de Mas. Castellà se queja de plagio y llegó a amenazar con ir a los tribunales.

Esos son los nombres más conocidos de una cascada de abandonos fomentados por Convergencia y cuya causa era la posición "autonomista" que se empeñaban en mantener Duran, Josep Sánchez Llibre, Jordi Casas y otros dirigentes. La fuga de cargos públicos y de confianza acarreó la ruptura de CiU, la marca que había gobernado Cataluña durante tres décadas y había tenido una posición de privilegio en el Congreso de los Diputados, primero con Miquel Roca y después con Duran tras el gris paréntesis de Xavier Trias.

Batacazos electorales

Desvinculada de Convergencia, Unió confirmó las sospechas convergentes de que estaba representada en exceso en el acuerdo de federación, un 25% de las listas electorales y de los cargos a repartir. No logró representación ni en las últimas autonómicas ni en las penúltimas generales, en cuya repetición ya no presentó listas. A tenor de los resultados, Duran abandonó precipitadamente la formación para trabajar en la firma de abogados de su suegro como experto en relaciones internacionales. Se ponía fin así a una carrera marcada por los enfrentamientos con Roca, Pujol y Mas y por la condición de eterno aspirante a ministro de Exteriores.

En su carta de despedida y cierre, Espadaler apunta a la escisión pero se abstiene de culpar a Convergencia: "No hemos llegado al final del camino como instrumento político porque hayan caducado nuestros principios fundacionales. Hemos llegado por la quiebra económica a la que nos ha abocado inexorablemente la pérdida de presencia parlamentaria, agravada por la escisión que sufrimos a mediados de 2015 y la reducción de cargos públicos, elementos todos ellos imprescindibles para el sostenimiento material de todo partido político".

Administración concursal

Continúa la misiva: "En los últimos meses hemos afrontado esta situación con las herramientas que nos da el marco legal vigente a través de la ley concursal, intentando gestionar un proceso ciertamente doloroso con el cuidado que merecen todas las personas afectadas, como el conjunto de un partido histórico. Así, una vez tramitada toda la información requerida por la administración concursal, rescindidos todos los contratos laborales, afianzada la unidad y preservación de nuestro patrimonio histórico reunido en el Archivo Ferran Campos y una vez desvinculada del partido la fundación Coll Alentorn (INEHCA) para que pueda continuar su camino, preservando los vínculos internacionales y contribuyendo a la reflexión en el espacio político del catalanismo central".

En el texto informa también que los concejales del partido no están afectados por la disolución y podrán ejercer con normalidad sus funciones hasta que acabe su mandato.

De esta forma, Unió se suma al listado de víctimas políticas de la maldición de Mas y el proceso, que provocaron el cisma en el PSC que acabó con el relevo de Pere Navarro por Miquel Iceta, contribuyeron a la disolución de Iniciativa per Catalunya en Podemos y ha convertido Convergencia en el PDEcat en un intento por escapar de la corrupción y frenar la galopante caída electoral en las últimas elecciones a las que ha concurrido en solitario.

El pésame de Puigdemont

En sus mejores momentos, Unió llegó a tener 16 diputados en el grupo autonómico de CiU, ocho en el "Grupo Catalán" en el Congreso, un mínimo de tres consejerías de la Generalidad, un centenar de alcaldes y casi mil concejales. Llegó hasta los quince mil afiliados y dispuso de sedes en más de quinientas localidades. El presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, mostró sus condolencias en Twitter, subrayando, eso sí, que lo hacía "desde la discrepancia".

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