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Puigdemont declara la independencia y la suspende en una tregua-trampa

La CUP fuerza al president a firmar una declaración separatista tras la brutal decepción de sus bases, de la ANC y de Òmnium.

19:37 horas del 10 de octubre de 2017. Barcelona. Parlament de Catalunya. El mundo en vilo. Habla Carles Puigdemont, el president de la Generalitat: "Llegados a este momento histórico, y como presidente de la Generalidad, asumo, al presentarles los resultados del referéndum ante el Parlament y nuestros conciudadanos, el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república". La frase despierta aplausos de los diputados de Junts pel Sí, que se ponen en pie; los diputados de la CUP, sentados, no aplauden y muestran unas caras serias, contrariadas, de profunda decepción. Puigdemont sigue hablando: "Esto es lo que hoy toca hacer. Por responsabilidad y por respeto. Y con la misma solemnidad propongo que el Parlament suspenda los efectos de la declaración de independencia para que en las próximas semanas emprendamos un diálogo sin el cual no es posible llegar a una solución acordada".

El histórico pleno del parlamento regional catalán empezó con mucho retraso. La declaración solemne de independencia de Cataluña estaba prevista para las seis de la tarde. Tremenda expectación. Enorme tensión. Los Mossos d'Esquadra habían blindado el edificio y cerrado el parque de la Ciudadela. Los manifestantes habían sido desviados al paseo Lluís Companys, donde se encuentra el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). El edificio cambió de guardia el lunes. La "ley de transitoriedad jurídica" prevé que se convierta en el tribunal supremo y el presidente del TSJC, Jesús María Barrientos, decidió dispensar a los Mossos de sus proporcionales obligaciones y pidió la protección para él y el resto de jueces y fiscales de la Policía Nacional. Han recibido amenazas y han visto como los Mossos que les "protegían" se cuadraban ante encausados como Artur Mas y ni les miraban a la cara cuando se cruzaban con los policías de Trapero. También han visto las manifestaciones de alcaldes separatistas con cortes de tráfico incluidos cada vez que llamaban a testificar a los miembros de la mesa del Parlament por sus planes sediciosos y por sus inflamadas proclamas "institucionales".

Ridículo histórico

La multitud congregada en el paseo se disolvió en medio de una espesa desolación. Al principio, en el "llegados a este punto", el entusiasmo era patente. Puigdemont estaban dando muchos rodeos, pero Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, los cabecillas de Òmnium y la Assemblea Nacional Catalana, la ANC, emitían señales de optimismo. La república catalana era un hecho "ineluctable", como dijera hace meses el presidente que eligió la CUP tras echar a la papelera a Mas. Entre los miles de socios de Òmniun y las decenas de miles de adheridos a la transversal ANC se palpaba el entusiasmo. Los chicos de Arran y los militantes de la CUP recibían noticias a través de las redes sociales que les resultaban confusas.

Fueron ciertas. Los de Junts pel Sí, convergentes y republicanos, habían presentado a la CUP el denso discurso de Puigdemont sólo una hora antes del pleno. Los diez diputados de la formación antisistema, clave en la toma de los colegios y en la huelga del pasado martes, no salían de su asombro. Forzaron un retraso de más de una hora del comienzo del pleno. La CUP ya no apoya al gobierno catalán. Puigdemont ha dicho que proponía al Parlament la cancelación de los efectos de una independencia que había declarado momentos antes como un "mandato" del "pueblo catalán". Pero no ha habido votación de ningún tipo. El pleno del siglo se ha ventilado en dos horas.

Proteger a Puidgdemont de los cuperos

El blindaje del Parlament desplegado con notoria efectividad por los Mossos ha evitado, sin duda, males mayores, dado el alto riesgo de que los jóvenes de la CUP y los tractoristas por la república bloquearan las salidas hasta que Puigdemont dijera, con la misma "solemnidad" con la que ha suspendido los efectos de la teórica declaración, que no, que como ha dicho Anna Gabriel en su intervención, más de novecientos heridos por la policía –la cifra de "víctimas" del 1-O aumenta por momentos–, no merecen semejante postureo.

Los dirigentes de la CUP están en el disparadero. Como los millones de ahorradores catalanes, se sienten estafados, engañados por la Convergencia de siempre. Puigdemont les ha traicionado. Y Junqueras. Y Mas. El sentimiento es amplio. Los participantes en las brutales, por las cifras que se daban, Diadas "evaden" sus ahorros o capitales a través de cuentas espejos y bajan la cabeza con pesar.

Dos helicópteros sobrevolaban desde primera hora de la mañana del martes el cielo de Barcelona. Son de los Mossos. Hasta las 19:37 de tan histórica jornada formaban parte del despliegue de la Generalidad para evitar que la Guardia Civil o la Policía Nacional -tanto monta- detuvieran a los golpistas. Ahora, los seguidores de la CUP y los separatistas de todos los barrios, incluidos los más acomodados, recuerdan las imágenes de las cargas de los Mossos cuando Mas tuvo que entrar en el Parlament a bordo del invento de Juan de la Cierva, sus mortales inmovilizaciones –tres personas muertas en detenciones en principio rutinarias entre 2013 y 2014– o cuando dejaron tuerta a la ciudadana Ester Quintana en la huelga general del 2012.

Los Mossos han blindado el parlamento regional no por precaución frente a las algaradas "fascistas", sino ante el riesgo cierto de que algún iluso se encarara con Puigdemont, Junqueras o la propia Anna Gabriel de manera nada democrática, poco cívica y menos festiva.

Independencia por escrito

La enorme decepción ante una declaración de independencia que no ha durado ni un instante –Lluís Companys aguantó diez horas– ha provocado que al filo de las diez, Puigdemont firmara una "declaración escrita" de independencia. Hiede a pavor, miedo a la acción del Estado de derecho y pánico a las fuerzas desatadas durante siete años con discursos incendiarios, soflamas supremacistas y exhibiciones de coros y danzas con criaturas y ancianos en primera línea de fuego. También se expande un sentimiento de perplejidad por la manifestación del domingo en Barcelona. Puigdemont es más de Twitter, pero hoy en el Parlament se ha dirigido de esta guisa a ellos: "Todos somos el mismo pueblo, un mismo pueblo".

Puigdemont ha recibido muchas presiones a lo largo del "histórico" 10-O. Hasta la farmacéutica Grifols –cuyo presidente le dijo a Mas que tirara pa'lante y no se arrugara– o Planeta huyen despavoridas del delirio catalán. Los cabecillas de la ANC y Òmnium están aterrados. Jordi Sànchez organizó el corte de la Gran Vía y la Rambla de Cataluña el día que la turbamulta separatista intentó linchar a una secretaría judicial y a los guardias civiles de paisano que registraban la consejería de Oriol Junqueras, uno de los centros logísticos del golpe. Al poco se añadió Cuixart. Ambos jalearon a la masa el 20 de septiembre pasado subidos en los vehículos destrozados de la Guardia Civil. Un "reportero" de Mediapro, la empresa de Roures, también hizo una conexión en directo para TV3 de pie en el capó de uno de los coches saqueados de la Guardia Civil. El comité de empresa de la televisión del régimen nacionalista emitió un comunicado de prensa en el que afirmaba que ese individuo no formaba parte de la plantilla de la televisión autonómica.

Negociación con Rajoy

A las diez y media, los diputados de la CUP aceptaban firmar la declaración de independencia por escrito de Puigdemont. Todos los miembros del Govern, los componentes separatistas de la mesa de la cámara regional y decenas de altos cargos convergentes y republicanos están imputados. Ningún dirigente de la CUP ostenta esa condición. Pero los cuperos también sienten la presión de los bien remunerados cargos de Convergencia y la ERC.

El separatismo retiene escuelas y medios

Se extiende la tesis de un apaño entre el Gobierno de Rajoy y los cabecillas de un golpe que ha puesto a millones de ciudadanos contra la espada y la pared. Los supermercados han demostrado gran capacidad de reposición, millones de catalanes se ha provisto de efectivo ante el riesgo cierto de un corralito, miles de pequeñas, medianas y grandes empresas han huido de Cataluña. Las personas tienen miedo, inquietud, incertidumbre. CaixaBank y el Banco de Sabadell no paran de abrir cuentas espejos, Grifols, la multinacional catalana, paga impuestos en Irlanda. En términos económicos, Cataluña es una zurraspa, basura.

El separatismo retiene los medios, con TV3, La Vanguardia y los medios digitales sostenidos por la banca excatalana, las escuelas, los institutos y las universidades, además de una ingente red clientelar que se prepara para una "larga batalla" –tesis de los burlados diputados de la CUP–. El separatismo no se rinde, reinicia el juego. Cientos de miles de padres renunciaron a que sus hijos aprendieran un español decente porque las sentencias del TSJC, el Supremo y el Constitucional no tienen efecto en Cataluña. No sólo los medios difunden odio al no asimilado. La trama clientelar, nutrida con los impuestos de todos los españoles, no se rinde. Puigdemont insistió en mentir sobre la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado el 1-O. Los dirigentes del golpe siguen llevando escolta de uniforme y de paisano. La supervivencia de algo más de la mitad de la población de Cataluña sigue estando en juego.

Toda negociación con quienes han puesto a la "gente" en la diana y en las diadas supone facilitar el riesgo de enfrentamiento armado que persiguen los separatistas. Dos mujeres que protestaban ante la casa de Mas por sus mentiras han sido acosadas por un escolta del expresident. Les hicieron fotos. Un eurodiputado convergente, un tal Ramón Tremosa, invoca el ejemplo de Eslovenia.

La histórica manifestación del Ocho de Octubre en Barcelona no arredra a los golpistas. Tienen los datos de todos los catalanes. Sobre tales bases es imposible cualquier negociación. Es cierto que Puigdemont no fue aplaudido por los diputados la CUP. También es cierto que ante las amenazas de los porteras catalanes acabó por firmar la independencia en una jornada bochornosa. La aparente bandera blanca es una trampa. Intentan aniquilar a más de la mitad de la población de Cataluña y persistir en el odio a España y en la "venganza catalana" contra quienes han empezado a mostrar las banderas de la Nación en su balcón. Un "diálogo" en estas condiciones sería como la eutanasia de los españoles y de la libertad en Cataluña.

Caza de "unionistas"

Ahora, en la pelea separatista por eludir las culpas, es cuando más necesaria es la protección de los ciudadanos que se han manifestado a favor de la democracia y entre quienes aporreaban cacerolas mientras cancelaban cuentas de la banca catalana. Si el golpe entra en una fase de negociación con los culpables no habrán servido de nada ni la manifestación del 8-O ni el gesto heroico de quienes marcan sus domicilios con la enseña del Reino de España. El Consejo de Ministros se reúne este miércoles a primera hora. Los separatistas han mentido hasta aquí. Una concesión no propiciaría la distensión sino que avalaría la caza de brujas, la cacería contra quienes se manifestaron el domingo en Barcelona, los llamados "unionistas".

La república de Companys duró diez horas. Puigdemont declaró la nueva república catalana en un momento y la derogó en un segundo.

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