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La imposibilidad de saber cuál es el voto útil (1): circunscripciones y Sistema D'Hondt

Según las encuestas el votante de centro derecha es el que a un mes del 28-A está más indeciso y todo el mundo se pregunta cuál será el voto útil.

Según las encuestas el votante de centro derecha es el que a un mes del 28-A está más indeciso y todo el mundo se pregunta cuál será el voto útil.
Casado, Rivera y Abascal. | LD

El próximo 28 de abril España se enfrenta por primera vez a unas elecciones en las que hasta cinco partidos podrían superar el 10% de voto. Es una situación inédita como lo fueron las generales de 2015 en las que fueron cuatro las formaciones que superaron esa barrera: PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. En aquella ocasión el nuevo escenario político derivó en un enorme incremento de la inestabilidad: fue necesaria una repetición electoral y la legislatura que arrancó en junio de 2016 ha sido más corta y ha tenido dos gobiernos de signo opuesto.

Ahora, con la incorporación de Vox la cosa aún se complica más: la formación de Gobierno necesitará prácticamente seguro de tres o más fuerzas políticas –sólo una encuesta admite la posibilidad de una suma PSOE-Ciudadanos– y, antes de eso, el reparto de escaños puede deparar sorpresas mayúsculas y cambiar radicalmente por sólo unas décimas.

El gran perjudicado por esta dispersión sería, según todos los análisis previos, el centro derecha, que al ver su voto repartido entre tres opciones tendría muchos menos diputados que en caso de acudir como un único bloque. Lo cierto, sin embargo, es que las coaliciones preelectorales nunca han dado buenos resultados en España: en el año 2000, por ejemplo, el PSOE de Almunia y la IU de Paco Frutos se presentaron juntos en unas cuantas provincias –precisamente para aprovechar mejor el 'voto útil'– y el resultado fue la mayoría absoluta de Aznar; y, más recientemente, el pacto entre Podemos e IU que iba a suponer el sorpasso al PSOE en junio de 2016 en realidad sólo sirvió para perder un millón de votos.

Por el contrario, las elecciones andaluzas nos ofrecen una perspectiva distinta: llegar a las urnas dividido en tres partidos llevó al centro derecha a su mejor resultado histórico en porcentaje de voto: la suma de PP, Ciudadanos y Vox rozó el 50% mientras que en 2015 populares y naranjas no llegaron al 36% y el mejor resultado del PP en solitario fue el 40% de Javier Arenas en 2012.

La distorsión de la circunscripción provincial

En cualquier caso, sí que es cierto que, a idéntico porcentaje total, una lista única optimiza la obtención de escaños y lo hace por dos razones principales: la división del cuerpo electoral en circunscripciones provinciales y la aplicación de la Ley D’Hondt.

Lo primero hace que en bastantes provincias se repartan pocos diputados, con lo que se favorece a los partidos mayoritarios –y también a aquellos como los nacionalistas que concentran su voto en menos circunscripciones– ya que no todos pueden obtener diputado en todas las circunscripciones.

Así, en ese escenario de cinco grandes partidos hay nada más y nada menos que 21 circunscripciones en las que sólo se reparten de uno a cuatro escaños. Concretamente en Ceuta y Melilla el más votado se lleva el único representante; en Soria sólo se reparten dos; en Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Segovia, Teruel y Zamora hay tres escaños en liza; mientras que en Álava, Albacete, Burgos, Cáceres, León, Lérida, Lugo, Orense, La Rioja y Salamanca se vota a cuatro diputados.

En total, por tanto, estas provincias pequeñas reparten la nada despreciable cantidad de 68 diputados, casi el doble que Madrid que otorga 36, pero con sólo poco más del 80% de la población, ya que entre todas suman 5,36 millones de habitantes mientras que la Comunidad de Madrid tiene 6,57. Este desequilibrio entre lo que vale un voto en las provincias grandes y lo que vale en las pequeñas es, sin duda, uno de los problemas de un sistema electoral en el que los legisladores prefirieron apostar por la representatividad de los territorios en lugar de la del votante individual.

Así funciona D’Hondt

Para complicar aún más el tema entra en juego la Ley D’Hont: una forma de adjudicar los escaños que fue creada para repartirlos de una forma proporcional y, en la medida de que la proporcionalidad absoluta es imposible –porque no se puede repartir un diputado entre dos listas o porque hay partidos que no logran los suficientes votos para tener representación–hacerlo de una forma que beneficie ligeramente a los más votados y, con ello, la formación de mayorías.

Entender cómo funciona el Sistema D’Hondt nos ayudará a desentrañar si realmente puede haber o no un voto útil en las elecciones del 28-A, según en qué provincia votemos y, por supuesto, dependiendo de los resultados electorales.

El reparto de escaños en D’Hondt se hace a través de los cocientes que se obtienen al dividir los votos que obtiene cada partido por el número de escaños a repartir. Logran diputado los cocientes más altos, independientemente de que correspondan a un mismo partido o a varios. hasta agotar el total de escaños de la circunscripción.

Los votos de los partidos se ordenan en una tabla por columnas con los cocientes obtenidos en las sucesivas divisiones: en la de la izquierda se colocan los votos totales que ha obtenido cada formación (que lógicamente equivalen al cociente de dividir esa cifra por uno). En la columna dos estarán los votos totales divididos por dos, en la tres divididos por tres y así sucesivamente en función de los escaños que se repartan en esa circunscripción. No existe un umbral fijo, ni un mínimo para conseguir un diputado, porque el porcentaje varía en función del número de partidos que concurren a las elecciones y de cómo esté repartido el voto entre ellos.

En esta tabla podemos ver un ejemplo, que correspondería a una provincia en la que se reparten cinco escaños. De hecho, se trata de los resultados en Valladolid en las elecciones de junio de 2016.

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Así funciona la Ley D'Hondt.

Una vez hechas todas las divisiones los escaños se otorgan a los cinco mayores cocientes. En el caso de la tabla que nos ocupa el partido más votado obtendría dos escaños ya que logra dos de los cinco cocientes más altos (el primer y el tercer cociente más alto cómo se ve en la tabla). El resto de escaños los lograrían el segundo partido más votado, que tiene el segundo cociente, y el tercero y el cuarto que, a su vez, tienen el cuarto y el quinto.

Esta tabla es sólo explicativa, en realidad el escenario del ejemplo no tendrá mucho que ver con lo que ocurrirá el 28 de abril: no sólo es previsible que sean cinco partidos los que superen el 10% de voto, sino que el más votado no logrará un porcentaje tan alto como el que obtenía el PP en Valladolid.

Como el efecto de D’Hondt depende de la cantidad de escaños que se repartan y es sobre todo definitivo en las provincias más pequeñas, en una nueva entrega trataremos de analizar en Libertad Digital qué puede ocurrir en cada tipo de circunscripción.

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