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Los desertores de Puigdemont muestran sus dobleces en el Tribunal Supremo

El exconsejero de Interior se sale por la tangente e intenta engañar a la sala con un relato pomposo e inverosímil sobre los meses previos al golpe.

El exconsejero de Interior se sale por la tangente e intenta engañar a la sala con un relato pomposo e inverosímil sobre los meses previos al golpe.
El exconsejero de la Generalidad Jordi Jané, testificando en el Supremo. | EFE

A duras penas han logrado el abogado de la acusación popular, la abogada del Estado y los fiscales arrancar a Jordi Jané la "confesión" de que el horizonte del referéndum ilegal del 1-O influyó en su cese como consejero de Interior de la Generalidad. Jane encarna a la perfección el retrato del convergente puro, hombre sinuoso, resbaladizo, pedante y afectado, así como acreditado maniobrero de Convergencia durante los años que pasó de vicepresidente cuarto del Congreso de los Diputados, de 2008 hasta junio de 2015, cuando fue nombrado conseller.

Jané ha sacado de quicio al tribunal y a la acusación por sus maneras pomposas, sus innecesarias y prolijas explicaciones sobre las virtudes del cuerpo de los Mossos, la dedicación absoluta que requiere la consejería de Interior y las virginales reuniones del ejecutivo catalán en las que jamás, dijo, se hablaba de unilateralidad ni nada por estilo. Casi se escandalizaba el exconsejero ante la mera suposición de que los tipos que montaron el 1-O, algunos de los cuales siguen fugados, abordaran en los "consejos ejecutivos" lo que harían o dejarían de hacer los Mossos en caso de choque con el Estado.

Jané, tan formal y abombado, pero también tan cordial, ejemplifica la tendencia convergente al doble lenguaje y las medias verdades. Una pena que Juan Cremades, el joven abogado de Vox que casi debutaba este martes en el Supremo, Rosa María Seoane, la letrada del Estado, y los fiscales Consuelo Madrigal y Jaime Moreno no acertaran a indagar sobre el día después del cese de Jané. Su sucesor, Joaquim Forn, le puso un despacho de "coordinador de relaciones institucionales de los Mossos con las policías locales". Y ahí estuvo, 155 incluido, hasta mediados de 2018, momento en el que pidió una excedencia para montar un despacho de abogados en Tarragona.

Jané y señora, en la Generalidad

El hombre no se quería comer el marrón, pero tampoco quedarse en la calle. Además, el partido le debía mucho a su familia. Su propia esposa, Margarida Gil, a la sazón jefa de los servicios jurídicos de la Generalidad, fue la que decidió que la administración autonómica no se presentara como acusación popular contra Convergencia por el saqueo del Palau de la Música. El escándalo fue tal que la esposa de Jané fue cesada y recolocada en el Consejo de Garantías Estatutarias tras pasar tres semanas como subdirectora general de Difusión de la administración autonómica.

Pocos días después, cesaba su marido y pasaba a ocupar un discreto despacho en la comisaría de los Mossos de Travesera de Les Corts, atalaya desde la que asistió a algunos de los hechos de septiembre y octubre de 2017. En otros, estuvo en persona. El 20 de septiembre, por ejemplo, se pasó un rato por la concentración frente a la consejería de Economía al salir del trabajo para apoyar aquella muestra de "civismo" separatista que acabó a las siete de la mañana del día siguiente, cuando las grúas municipales se llevaron los vehículos destrozados de la Guardia Civil. Lo normal, el exconsejero de Interior en el cerco a una comitiva judicial con la música de fondo de que "els carrers seran sempre nostres", "fora les forces d'ocupació", "feixistes" y "fills de puta".

Baiget, voluntario para la cárcel

También han pasado por el Supremo quienes fueran consejeros de Enseñanza y Empresa, Meritxell Ruiz y Jordi Baiget, quien abrió el turno de los "desertores" en el Govern. A Baiget le costó el cargo una entrevista en el diario El Punt-Avui el 3 de julio de 2017 que llevaba el siguiente titular: "¿Ir a la cárcel? Lo aguantaría. Pero no que vayan contra el patrimonio". Antes que consejero había sido el secretario del gobierno de Mas que leyó el decreto de convocatoria del referéndum ilegal del 9 de noviembre de 2014. También decía en la entrevista que "probablemente no podamos hacer el referéndum y tengamos que hacer otra cosa diferente". Esa misma tarde Puigdemont le comunicaba su cese. Baiget, pues, no dimitió y decía no tener miedo de la cárcel.

De hecho, todos decían estar dispuestos a llegar hasta el final. El mismo Santi Vila, que fue trasladado de Cultura a Empresa para sustituir a Baiget, llegó a afirmar en un mitin que la cárcel no le provocaba ningún respeto, que la "voluntad del pueblo catalán" era imparable y que una hipotética estancia en prisión sería breve. En eso acertó. Él sólo pasó una noche, el tiempo necesario para que su familia y amigos depositaran los cincuenta mil euros que se le pedían de fianza. La Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium no pusieron ni un duro. Vila ya era el "traidor" oficial.

Concesión de Marchena

Por el Supremo se ha pasado también el vicepresidente de la Generalidad y valido de Oriol Junqueras, su representante directo tanto en ERC como en el Govern. Puro trámite. Aragonès sostiene que si bien no está imputado, podría estarlo, que no se han archivado definitivamente unas diligencias sobre su persona en el juzgado de instrucción número 13 de Barcelona que podrían conducirlo directamente ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC).

Ha estado modosito en la sala, pero se ha desmelenado en el exterior. Aragonès, como Jané, tiene dos caras. Ante los periodistas ha largado que el juicio a los golpistas es un proceso político y que él siente "indefensión". Sea como fuere, su petición de no declarar ha sido atendida por el juez Manuel Marchena a pesar de que Aragonès no se encuentra imputado en ningún procedimiento. Tampoco lo está de momento Lluís Salvadó, el exsecretario de Hacienda de Junqueras. Son los agujeros negros del juicio del golpe de Estado.

Los Mossos inventaron las parejas

Además de para constatar que los exconsejeros de Puigdemont que se bajaron del tren mienten con un descaro apoteósico sobre sus motivaciones, la sesión del día ha servido también para la presentación en sociedad de los Mossos mediadores, un grupo de la policía regional formado en los días de autos por ocho agentes flor y nata de las teorías catalanistas sobre el orden público y la seguridad ciudadana.

El primero de ellos ha sido bautizado por Marchena como el testigo "locuaz", un sargento que estuvo en el epicentro del 20 de septiembre ante la consejería de Economía. El suboficial habla por no callar, si bien no tanto como Jané. En un momento dado dice que no sabe si ya ha comentado que "nosotros actuamos como binomios, por parejas". Un procedimiento revolucionario, como todos los que aplican los Mossos según los mandos y agentes del cuerpo que han testificado. También comparece el jefe de la sección, el inspector Francesc Xavier Pastor. De las declaraciones de ambos se deduce que aquello no fue una fiesta, pero que la gente sí era festiva. A pesar de sus intentos, Marchena no ha logrado reconducir una sesión dedicada a las impresiones, deducciones, digresiones y conclusiones de los testigos. Ni fiscales ni letrados de la acusación han colaborado con sus preguntas.

Para este miércoles están citados, entre otros, el ex director general de la policía catalana, Albert Batlle, que debería haber comparecido el martes, y el jefe de los Mossos per la República, Albert Donaire, que ya ha manifestado que declarará en catalán.

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