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Depredadores sexuales: "Sabemos a ciencia cierta que van a reincidir"

Los expertos alertan del peligro de sádicos como el asesino de Lardero y reclaman la creación de un cuerpo de oficiales de libertad vigilada.

Los expertos alertan del peligro de sádicos como el asesino de Lardero y reclaman la creación de un cuerpo de oficiales de libertad vigilada.
Registro de la vivienda del asesino de Lardero | EFE

El crimen de Lardero ha conmocionado a toda la sociedad no sólo por la corta edad de su víctima —apenas 9 años— sino por la condición de reincidente de su agresor. Francisco Javier Almeida estaba en libertad condicional desde el 8 de abril de 2020, tras ser condenado a 30 años de prisión por asesinar y agredir sexualmente a una agente inmobiliaria en 1998, un caso especialmente sádico.

La joven, de 26 años, le estaba enseñando un piso que supuestamente estaba interesado en comprar. Él le acabó asestando 16 puñaladas "con ánimo de excitarse", según reza la sentencia. Una vez malherida, "la despojó de su ropa interior, le dio nuevos cortes en mentón y en línea mamaria, le mordió los labios y eyaculó sobre ella" para a continuación clavarle el cuchillo en el corazón.

El crimen revelaba la existencia de un auténtico "depredador sexual", por lo que, ya en el juicio, uno de los peritos advirtió de que "podría reincidir". No en vano, no era la primera vez que Almeida se sentaba en el banquillo de los acusados. Ya en 1993, había sido condenado a 7 años de prisión —de los que únicamente llegó a cumplir 4— por agredir sexualmente a una adolescente.

¿Todos los presos pueden reinsertarse?

El artículo 25 de la Constitución española establece que "las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". Sin embargo, el crimen de Lardero vuelve a poner sobre la mesa un debate latente en nuestra sociedad: ¿es realmente posible la reinserción de todos los presos?

"Es como si usted me preguntara si tienen cura los enfermos de cáncer —responde Vicente Garrido, catedrático de Criminología en la Universidad de Valencia—. No es lo mismo un cáncer de páncreas que uno de piel, y también depende mucho del momento en el que se detecte". A la hora de hablar de presos también son muchas las variables que influyen en el pronóstico.

Lo más importante —asegura el experto— es determinar el papel que el crimen cumple en su vida: "Los individuos que han llevado a cabo crímenes muy elaborados que responden a una fantasía son los más complicados, porque el crimen forma una parte integral dentro de su visión del mundo". Ése sería el caso de Almeida. "Las circunstancias que rodearon la violación de la niña de 13 años y, sobre todo, el asesinato de la mujer de la inmobiliaria, que fue particularmente sádico, revelaban un ritual que obedecía a una fantasía homicida muy clara y, de hecho, él mismo ya había manifestado su temor a salir de prisión".

Un 10% de reincidentes

El doctor en Psicología José Antonio Echauri insiste, no obstante, en que este perfil no es el más común. "No es que la reinserción sea posible, es que es muy posible. En este año 2021 ha habido miles y miles de permisos de todo tipo, pero sólo se conocen los casos de aquellos que reinciden". Por eso, Echauri cree que "hay que ser justos" y no olvidar que "el delito sexual es el delito con menor reincidencia que existe".

Aun así, reconoce que "hay un 10% de personas que sabemos a ciencia cierta que van a reincidir". Son los llamados "depredadores" o "sádicos" sexuales, entre los que claramente se incluye Almeida. "No había que ser muy ágil para saber que iba a reincidir. De hecho, ya ha trascendido que lo había intentado antes con alguna otra niña. Es decir, ha estado al acecho, como si fuera un león en la sabana —explica gráficamente Echauri—. Ha estado buscando a su presa hasta que ha tenido una oportunidad".

No hay recursos

Félix Ríos, criminólogo y perito judicial, suscribe lo dicho por sus compañeros y advierte del gran problema que se plantea en nuestro país: "La reinserción es posible en casi todos los casos, siempre que se tuviera un nivel suficiente de recursos". Sin embargo, a pesar de la teórica voluntad expresada en nuestra Constitución, la realidad es muy distinta.

"No existen suficientes técnicos en Instituciones Penitenciarias como para poder realizar siquiera un seguimiento de los condenados que se encuentran en todas las prisiones españolas. La Junta de Tratamiento a veces tarda incluso más de un año en poder tener una breve entrevista con un interno", advierte. De hecho, Ríos lamenta que "cuando se consigue la reinserción, suele ser más producto de una propia actitud de la persona que de las posibilidades terapéuticas que pueda ofrecerle Instituciones Penitenciarias".

Terapias para agresores sexuales

Para empezar, el criminólogo echa en falta programas de tratamiento reales en las prisiones "y no simples programas de entretenimiento". Aunque como dice Ríos, "son islas en un océano muy grande", actualmente existen en algunas comunidades autónomas. De hecho, el propio Echauri es socio fundador del Instituto de Psicología Jurídica y Forense (PSIMAE) e imparte este tipo de terapias de rehabilitación para agresores sexuales en las cárceles de Navarra.

"Utilizamos una serie de instrumentos psicométricos para evaluar la situación y luego hacemos una entrevista inicial para ver cuál es su actitud, la motivación, etcétera", explica. Después, se combina la terapia individual y grupal. Sin embargo, el primer problema con el que se encuentran es que "este tipo de programas tienen carácter totalmente voluntario".

Copiar lo que funciona en otros países

Una vez en libertad, Ríos considera necesaria la creación de "un cuerpo de criminólogos vinculados directamente al juzgado de vigilancia penitenciaria para poder desarrollar algún tipo de control y de seguimiento individualizado". Y no solamente del interno, sino "también de sus relaciones laborales y familiares". Teóricamente esto es algo que se debe realizar. De hecho, Prisiones entrevistó 16 veces al asesino de Lardero desde su puesta en libertad condicional. Sin embargo, Ríos alerta de que "no existe suficiente personal para poder llevar a cabo esta tarea con éxito".

"Está claro que esas visitas no fueron suficientemente exhaustivas, porque no detectaron, por ejemplo, el estado de deterioro que había en su vivienda —añade Vicente Garrido—. Lo que hace falta tener es lo que tienen muchos países del mundo: una institución de oficiales de libertad condicional que tienen sus estatutos, que tienen su autonomía, que se coordinan obviamente con Prisiones y con Justicia y que cuentan con muchos expertos".

El criminólogo explica que esta institución especializada —y que funciona desde hace más de 100 años en EEUU o Inglaterra— es la que se encarga de realizar un seguimiento continuado y exhaustivo del sujeto, fijándose en pequeños detalles que, sin embargo, pueden ser fundamentales para dar la voz de alarma.

Señales que alertan del riesgo

En este sentido, Garrido recuerda, por ejemplo, que en el registro de la casa del asesino de Lardero se encontró "abundante alcohol y mucha suciedad". Además, los propios vecinos del pueblo llevaban tiempo viéndole deambular por bares y supermercados y acercándose a las escuelas.

"Esa información es brutal para un profesional. Si el delegado de libertad vigilada lo hubiera sabido, hubiera podido hacer algo, pero la policía no puede intervenir porque su casa sea una pocilga o porque le hayan visto deambular por ahí o mirando a las niñas con ojos lascivos. Eso no es ningún delito —lamenta—, pero para un delegado de libertad condicional con experiencia, esos son indicadores muy evidentes del riesgo de reincidencia".

El objetivo es hacer un seguimiento mucho más continuado que el que puedan hacer los funcionarios de prisiones y, sobre todo, ejercer algún tipo de control sobre los individuos más peligrosos: aquellos que no tienen familia. "La principal compañía de la gente solitaria son sus propios demonios", advierte Garrido.

Con todo, y más allá de la prisión permanente revisable —que, ahora sí, se podrá decretar para el asesino de Lardero—, los expertos consultados por LD llaman a realizar una profunda reflexión sobre cuáles deben ser los mecanismos a adoptar para controlar a aquellos criminales con más riesgo de reincidir. Son conscientes de que habrá quien saque a relucir la posible colisión con otros derechos fundamentales. Sin embargo, para Garrido la pregunta que todos debemos hacernos es muy simple: ¿cuál es el nivel de riesgo que, como sociedad, estamos dispuestos a asumir?

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