La salida de Adriana Lastra como vicesecretaria general del PSOE ha provocado un auténtico terremoto en su partido, apenas unos días después de que el Gobierno vendiera unidad y triunfalismo durante el debate sobre el estado de la nación celebrado la semana pasada en el Congreso. El partido ha convocado el próximo sábado al Comité Ejecutivo Federal, el máximo órgano entre congresos, para realizar una reestructuración profunda.
Las elecciones en Andalucía hacen prever que habrá cambios en el organigrama para intentar frenar la sangría de votos que desde hace tiempo sufren los socialistas, con la vista puesta en las próximas elecciones municipales y autonómicas de 2023. Pedro Sánchez no termina de sacar rédito a sus anuncios estrella como presidente del Gobierno y, como ya ocurriera tras las elecciones del 4M, ha optado por señalar a los culpables prescindiendo de ellos, como hiciera con Iván Redondo.
Lastra justificó su salida por tener un embarazo de riesgo, lo que le valió la crítica de la oposición que ve contradictorio explicar la renuncia a un cargo de responsabilidad en base a ese motivo, cuando podría haberse cogido una baja médica, especialmente tratándose de la dirigente del partido que más presume de feminismo junto a Unidas Podemos.
Sánchez, acorralado por las crisis
Aunque desde el entorno de la exvicesecretaria general aseguraron que su renuncia daba a Sánchez la excusa para poder acometer los cambios previstos, intentando venderlo como una oportunidad, lo cierto es que tenía lugar en plena euforia del Gobierno por las medidas económicas anunciadas la semana pasada y la imagen de aparente unidad que la izquierda pretendía trasladar tras el Pleno del Congreso.
Sánchez saboreaba todavía las mieles de ese debate cuando la dimisión ha provocado que vuelva a hablarse, otra vez, de la crisis socialista, aderezada por los líos internos de su socio de coalición de Unidas Podemos ante el enfrentamiento que Pablo Iglesias mantendría con Yolanda Díaz por su nuevo proyecto Sumar.
A esta crisis se suma la reciente dimisión de la Fiscal General del Estado, Dolores Delgado, apenas un día después de la salida de Lastra, lo que traslada una imagen de desmoronamiento en pleno hundimiento en todas las encuestas, con el resultado de las elecciones andaluzas todavía coleando.
El otoño se prevé muy caliente en lo económico, no sólo en el plano político, y Sánchez intenta coger impulso para afrontar la crisis inflacionista, de suministros o de materias primas que se avecina cuando los españoles todavía intentaban recuperarse de la pandemia del covid. Una tormenta perfecta por la que la oposición ya da por liquidado políticamente a este Gobierno.