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Teresa Jiménez-Becerril: "Mataron a mi hermano y a su mujer, no me siento quién para perdonar"

Quinta entrega de la serie "Doce Apóstoles". La adjunta al Defensor del Pueblo considera que España no es "una democracia tan tan libre".

Quinta entrega de la serie "Doce Apóstoles". La adjunta al Defensor del Pueblo considera que España no es "una democracia tan tan libre".
Teresa Jiménez Becerril, en Libertad Digital. | David Alonso Rincón

Teresa Jiménez-Becerril (Sevilla, 1961) cuenta a LD que tiene la suerte de creer en Dios, en el ser humano, en sí misma y hasta en España. Casi nada. La actual adjunta primera al Defensor del Pueblo es una amante ferviente de la libertad y alerta de las imperfecciones, de las goteras democráticas que padece nuestro país. Hermana de Alberto y cuñada de Ascen –asesinados por la banda terrorista ETA el 30 de enero de 1998–, presidenta de honor de la fundación que lleva el nombre de éste, periodista de formación, exdiputada del Congreso y del Parlamento Europeo, lamenta que a las víctimas del terrorismo se les esté quitando no la memoria, sino la historia, y critica la ley esa que el Gobierno ha cocinado con Bildu y que dice que el franquismo se finiquitó en 1983. Conversamos:

P: Señora Jiménez-Becerril, ¿cree en Dios?

R: Mucho.

P: ¿Y cómo es el Dios en el que cree?

R: Creo en un Dios cercano, con el que hablo todos los días. El Dios que es mi pastor, con el que nada me falta. Al que le pido y al que le doy, sobre todo, muchas gracias. Respeto a toda la gente que no cree, pero me da un poco de lástima: yo tengo ese plus de tener fe, y tener fe es dificilísimo. Puedes ser católico o cristiano, pero a lo mejor no tienes esa fe, digamos, natural. Y yo tengo la suerte de tener mucha fe.

P: ¿Los últimos serán los primeros?

R: No estoy muy segura. No me gusta ser la última. No me gusta que no se me note, que no se me vea. Sufro un poco si se me ignora. En cambio, hay gente valiosísima, inteligentísima, que prefiere quedarse por detrás. Tampoco quiero ser "Manolita la primera", pero sí me gusta un poco de reconocimiento. Soy Leo y, como buen Leo, me gusta que me reconozcan las cosas. Hablo mucho (risas), no soy reservada, y no creo que "los últimos serán los primeros" sea una frase que me define.

P: Tras recibir una bofetada, ¿hay que poner la otra mejilla o devolver el golpe?

R: (Piensa) No soy de poner la otra mejilla. No me sale. Devolver el golpe tampoco. No soy nada rencorosa: si la persona que me ha dado la bofetada luego se arregla conmigo, puede que olvide el golpe por completo; si no, yo guardo. No hay que ser ingenuo. En realidad, peco más bien de ingenua: cuando alguien no se porta bien conmigo o no es bueno conmigo, me da hasta lástima. Pienso: "Esta persona es mala porque tiene algún problema". Y no: la vida me ha enseñado que hay gente que es mala per se, y si te dan una bofetada, te tienes que defender.

P: Al hermano que peca contra uno, ¿hay que perdonarle hasta setenta veces siete?

R: ¡Setenta veces siete! Yo perdono bastante. Perdono porque tengo la suerte de no ser rencorosa. Conozco a gente rencorosa y estoy muy contenta de no serlo. Creo que hay que perdonar muchas veces, pero llega un punto en el que ya no se trata de perdonar, sino de que esa persona te deja de interesar. A veces, veo a una persona y, si me decepciona o me hace algo que no me gusta, puedo ponerle la cruz. Entonces, ya no le doy la oportunidad de que demuestre que me gusta. En algunos casos, me equivoco. Hay gente que no me gusta a primera vista y luego, he de reconocerlo, me he equivocado. Pero, en su mayoría, la percepción primera que tengo de la persona es la que luego se me queda.

P: ¿Cree que, en este mundo, serán saciadas las víctimas del terrorismo que tienen hambre y sed de justicia?

R: No. Por lo que estamos viendo, y ya no hablo sólo a nivel de España, creo que es muy difícil que las víctimas se sientan totalmente satisfechas. ¿Por qué? Porque nadie les puede devolver a sus seres queridos. Luego, considero que el tema del terrorismo es muy político. Concretamente, el del terrorismo de ETA es hiperpolítico. Eso aumenta la sensación de injusticia y de todo lo que pasa a tu alrededor. Es difícil que alguien, por ejemplo, ponga en duda los horrores que ha cometido un violador. En cambio, con el terrorismo siempre se busca otra manera de verlo. Vemos cómo se homenajea a los terroristas de ETA. Se homenajea al asesino de mi hermano en su pueblo, en Villaba, desde hace muchos años. Alguno de estos homenajes lo he parado, incluso, con un periódico en la Audiencia Nacional, diciendo: "Mire, se va a hacer este homenaje". O sea, la víctima es la que tiene que ir a parar un homenaje a un terrorista. Eso debiera ser impensable, es una cosa que no se puede soportar. Y eso pasa en España. Y les pasa a cientos.

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Teresa Jiménez Becerril, en Libertad Digital. | David Alonso.

P: ¿Intenta la derecha, como dijo el presidente Sánchez en el debate sobre el estado de la Nación, "enfrentar a las víctimas del terrorismo con las del franquismo"?

R: He escuchado tantas cosas en el Congreso, que no me sorprende nada. He visto votar en contra de una ley para que no se humillara a las víctimas del terrorismo. Y yo dije: "¡Vergüenza!", y escuché de la otra parte de la bancada: "¡La tuya!". ¡Siendo yo víctima del terrorismo! No me sorprende el grado de inmoralidad, de indignidad, de bajeza al que hemos llegado por parte de quienes han decidido y se han aliado con un partido político que no condena el terrorismo de ETA. El "esto lo hacen para utilizar a las víctimas" lo han dicho siempre. No, señor: a las víctimas no las utiliza nadie. Sé muy bien lo que quiero y a dónde voy. Dicen: "Hay que tener unidad". Unidad, ¿sobre qué? Hay que saber para qué estamos unidos. Aquí no se trata de enfrentar a las víctimas. El tema de la memoria es individual; otra cosa es la Historia, que refleja unos hechos. Otra cosa que nos están quitando: la Historia. A las víctimas del terrorismo no nos están robando la memoria, sino la historia.

P: Yolanda Díaz se jactó de "reescribir la Historia" con la Ley de Memoria Democrática.

R: Ya una ley de memoria es absurda: la memoria es algo personal e interior, cada uno tiene su experiencia. Pero el hecho de que un Gobierno quiera utilizar esa ley de memoria reescribiendo la Historia, dejando fuera a las víctimas del terrorismo de ETA, que ni las cita… Yo he legislado en el Parlamento Europeo y siempre he estado, estoy y estaré de parte de las víctimas. De todas: de las del terrorismo, de las del crimen organizado, de las que han sufrido un delito contra los menores… Estoy muy familiarizada con todo tipo de víctimas, y entiendo perfectamente que la gente quiera encontrar a sus seres queridos, pero de una y otra parte: hubo mucho daño en la Guerra Civil. Y no voy a ser yo la que diga que no hay que poner medios para la gente que quiera encontrar a sus familiares. Ahora, esta ley, en concreto, ha sido forzada y pactada y redactada con los herederos de ETA. ¿Cómo se puede pactar una memoria con quienes no condenan el terrorismo? Para no condenar a ETA, hay que no tener ningún tipo de memoria. ¡Y tú vas y pactas con ellos! Eso es una vergüenza y una indignidad. En esta ley no se dice una sola palabra sobre una organización terrorista que ha estado matando durante tantos años. Es una vergüenza. No puedes hacer una ley de memoria a la carta. No deberías ni hacer una ley de memoria, pero cargarte la Transición sólo por… ¿por qué? ¿Para que la gente te vote? La gente no te va a votar.

P: ¿La verdad nos hará libres?

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Teresa Jiménez Becerril. | D.A

R: Sí. Creo que la verdad nos hace libres. Pasa que también es complicado entender la verdad: cada uno puede tener una. Si volvemos a la Historia y a la memoria, creo que el historiador debe recopilar todo lo que pasó. Por ejemplo, si hablamos del nazismo, de la época del Holocausto, puedes contar lo que pasó por horrible que sea. Y tú no juzgas: expones los datos. Lo que pasa es que hay que reconocer que eso era horrible. Hay que decirlo, y esa es una verdad: no puedes ser negacionista. Lo mismo con el tema del terrorismo de ETA: es una verdad que había inocentes que morían con un tiro en la nuca, como mi hermano Alberto y su mujer Ascen, o por un coche bomba, como los niños en el cuartel de Vic o en el de Zaragoza. Y esa es la verdad, la pura verdad. Y equiparar a las víctimas y a los verdugos, como se está haciendo ahora, con las nuevas generaciones… El otro día, hablando en un colegio de chavales de trece y catorce años en Vitoria, una niña me dijo que un amigo suyo le decía que quería que volviera ETA. Claro, a esa persona le han engañado o le han dicho algo mal. Es imposible que un chaval quiera que vuelvan quienes pegaban tiros en la nuca a un matrimonio que volvía a su casa donde le esperaban tres niños de cuatro, siete y nueve años.

P: ¿Cree en sí misma?

R: Mucho, sí. Hombre, a veces tengo dudas y, como te digo, esa necesidad de reconocimiento. A veces, parece que cualquier cosa pasada fue mejor. Todo lo que dejamos lo echamos de menos, porque lo idealizamos y tal, y eso hace que te sientas un poco más débil en algunos momentos, con la autoestima un poco más baja, pero yo creo mucho en mí misma. Me hacen una foto y me veo bien en ella; a mis hijas les haces una foto, y les tienes que hacer treinta (risas).

P: ¿Cree en el ser humano?

R: Sí. No soy la que va por ahí pensando que todo el mundo es malo ni veo en la gente la parte mala. No, no. Hombre, hay algunos que son malísimos.

P: ¿Cree en España?

R: Sí. Lo que pasa es que hay que trabajarla mucho. Estamos viviendo un momento que no es el mejor. El nacionalismo, para mí, es uno de los grandes males históricos. Casi todas las cosas malas que nos han pasado en Europa las ha traído el nacionalismo: dos guerras mundiales, miseria económica y miseria moral. En España, también: lo que estamos viendo con el bilingüismo, por ejemplo, que a los niños se les hurte el derecho de hablar y aprender en su propio idioma… Yo he vivido más de quince años en Piamonte, en Turín, y tres en Lombardía, en Milán, donde no son nacionalistas, pero se ven diferentes al resto del país y tal, y es impensable, impensable, que no se hable italiano en sus colegios. No creo en una España dividida. Al revés: creo en una España unida, y eso nos lo tenemos que ganar nosotros. Luego, creo en una España libre. Creo en la democracia. Y creo que la libertad está en juego. Si tú ves mi estado de WhatsApp, verás que pone "Espíritu libre". Y creo que no tenemos una democracia tan, tan libre. Hay un montón de cosas sobre las que no se puede hablar. Las mencionas y te llaman "facha". Y yo facha no he sido en mi vida. Al revés: cuando era muy joven, tiraba más hacia el otro lado. Mi hermano Alberto me decía que yo era un residuo del 68 (risas). Pero siempre mi camino ha estado al lado de la libertad. Me cuesta mucho decirle a la gente lo que tiene que hacer. Incluso a mis propios hijos. Tengo problemas con la disciplina.

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Teresa Jiménez Becerril, en Libertad Digital. | David Alonso.

P: ¿En qué creyó alguna vez y, a partir de un momento equis, dejó de creer?

R: Nunca he sido una persona muy de partido. Respeto mucho a los partidos políticos: son necesarios. Hay gente que es más orgánica, y otra que lo que quiere es escribir, como me pasa a mí. Me gusta hablar, estar con la gente… Yo nunca digo "jefe". No considero que tenga jefe. No me gusta. Y ahora puede venir uno y decirme: "Pues ese es tu jefe". Por supuesto, todos servimos. Y servimos a alguien. Pero nunca he llamado "jefe" a nadie. Por ejemplo, cuando era muy jovencita, como te he dicho antes, tiraba más hacia el centro-izquierda. Y ha habido cosas con las que yo me he desilusionado. Por ejemplo: yo no admito la supremacía moral. Lo tengo clarísimo. Y he visto a gente que se cree mejor que tú por estar en un espectro político. Pues no, señor. Usted no es mejor que yo por poner una enmienda diciendo que quiere la luna, cuando sabe que eso es mentira, es imposible. Hay gente trabajando por el bien común en todos los espectros políticos. Quien es bueno, es bueno; quien es comprometido, es comprometido. Mantengo mi punto de idealismo, me viene de fábrica, y sigo poniéndome de vez en cuando camisetas con mensajes pese a lo que me dicen mis hijas (risas), pero cada vez soy más realista, y los años me han enseñado que esa gente no es mejor ni está en posesión de la bondad. No hay que tener complejos a la hora de defender las cosas en las que creemos. Ni en decir que dudamos. Tengo certezas sobre algunas cosas, claro. De pequeña, escribía frasecillas. Una decía: "Donde nunca se duda, tampoco se cree cabalmente". Y es verdad.

P: Y, finalmente, ¿en qué no cree y le gustaría creer?

R: (Piensa) Me viene a la cabeza el perdón. A las víctimas se nos pregunta mucho sobre el perdón a los terroristas. A lo mejor hay gente que perdona y vive más feliz, pero es que a mí, en el fondo, los terroristas no me han pedido perdón. Si me hubieran hecho daño a mí personalmente, tendría otras circunstancias. Pero han matado a mi hermano y a su mujer. No me siento quién para perdonar. Además, no me lo han pedido. ¿Me gustaría perdonar? No sé si me gustaría perdonarles. No sé si viviría mejor. Yo vivo bien ya así. No necesito perdonarles. Luego, yo creo en muchas cosas: me has preguntado si creo en Dios, y te he dicho que sí; creo en España, en el ser humano, en mí misma… Tengo esa suerte.

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