Alumnos de religión de primero de la ESO en colegios de Madrid son obligados a visionar un vídeo de YouTube sobre los "objetivos de desarrollo sostenible" de la ONU del que, además, después tendrán que examinarse, es decir, no se trata de un contenido complementario de la asignatura para tener más información, sino que se da como parte central de la misma: los niños tendrán que aprenderse las mentiras del ecologismo.
Se trata de un vídeo de la Asociación del País Vasco para la UNESCO que en seis minutos realiza un compendio de las ideas más radicales que promueve la Agenda 2030 y lo hace al modo demagógico y desproporcionado con el que suelen manejarse los activistas más radicales.
Así, en menos de veinte segundos, ya nos encontramos con la primera inexactitud que, dada su importancia, podemos calificar directamente de falsedad: "Miles de millones de personas viven en la pobreza" dice una voz en off usando un plural que la propia ONU desmiente: "1.300 millones de personas sufren la pobreza en múltiples dimensiones" dice la ONU que, además, utiliza un concepto de pobreza muy matizable, ya que también según sus datos "788 millones viven en hogares donde, al menos, una persona sufre desnutrición", es decir, que sólo un porcentaje reducido de ese total padece desnutrición.
Pero más allá de los datos inexactos, el problema principal del vídeo está en la forma absolutamente demagógica y terriblemente parcial con la que presenta cualquier problema Por ejemplo, cuando asegura que "tenemos un modelo de vida –en clara referencia al capitalismo– que no respeta los límites biofísicos del planeta", con una imagen de una excavadora horadando las entrañas de la tierra hasta que el propio planeta se derrumba.
Ante estos problemas y otros como la contaminación y la desigualdad, se nos presenta como única solución la Agenda 2030, descrita como un acuerdo internacional que "los líderes mundiales adoptaron en el seno de Naciones Unidas".
A partir de ahí se nos explican algunos de los contenidos de esta Agenda 2030, en parte de ellos usando la voz de un niño para generar menos alerta crítica y más empatía ante planes a los que nadie podría poner un pero como "poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo". Lo que pasa es que, rápidamente, la ideología se va mezclando en todo lo que vemos, por ejemplo, aunque nadie diría no a "poner fin al hambre", rápidamente se cuela también el mensaje de "promover la agricultura sostenible", cuyo efecto sobre la reducción del hambre se ha comprobado recientemente en Sri Lanka.
El vídeo repasa uno a uno los objetivos de desarrollo sostenible y vemos como se repiten constantemente el término sostenible y otras palabras habitualmente manoseadas por los discursos más recalcitrantes de la izquierda: inclusivo, empoderar, resiliente...
Por supuesto, en ninguno de los asuntos tratados se pasa más allá de una superficialidad muy sesgada: cuando se habla de la igualdad de género no aparece una mujer de un país como Afganistán, que es donde realmente hay más desigualdad, sino una perfectamente identificable como occidental –y eso que en otras partes del vídeo sí se ven personas de otras razas–; al comentar las "energías sostenibles" se muestran generadores eólicos y solares y se obvian otras fuentes limpias como la hidroeléctrica o la nuclear; y si el tema es la "paz y la justicia" no se representa un país azotado por la guerra o por una dictadura, sino un grupo de personas junto a lo que puede interpretarse como una valla fronteriza, que por lo tanto son refugiados, pero se nos muestran no en el momento en el que la violencia y la pobreza les expulsan de su propio país, sino al intentar llegar a otro.
"Todos y todas tenemos un compromiso con el planeta en el que vivimos y con las personas con las que lo compartimos y lo compartiremos", termina el vídeo en la voz de un niño.
En ningún momento las imágenes o las locuciones se presentan como lo que son: opiniones parciales sobre cómo afrontar unos problemas que, además, se exageran de una forma contra la que los niños no tienen manera de defenderse, ya que durante sus seis minutos de duración el vídeo ha bombardeado a los alumnos con imágenes en las que todo lo que pueda suscitar una idea de trabajo y progreso –fábricas, construcción, maquinaria…– ha sido demonizado sin ofrecer una mínima explicación y, aún menos, un dato.
¿Quién ha hecho el vídeo?
Como decíamos antes, el vídeo lleva la firma de Unesco Etxea, que se presenta como "una asociación sin ánimo de lucro creada en 1991 con el objetivo de promocionar en el ámbito vasco los principios y programas de la UNESCO".
La asociación recibe prácticamente la totalidad de su presupuesto de instituciones públicas, la mayor parte de ellas del Gobierno vasco, que en 2020 aportó 161.000 euros –más de la mitad de los ingresos– que completaron otras instituciones como los ayuntamiento de Bilbao y Getxo, las diputaciones de Álava y Guipúzcoa y el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Las únicas entidades no directamente públicas que completan la lista de donantes son la Agrupación de Sociedades Laborales de Euskadi ASLE y, sobre todo, la Fundación BBK, que donó 70.000 euros, siendo así el segundo más generoso de la lista,
¿Quién decide el contenido de religión?
Uno de los aspectos más polémicos del vídeo es que llega a las aulas después de que el gobierno de la Comunidad de Madrid haya hecho un esfuerzo para eliminar de los contenidos escolares en la región las múltiples cargas ideológicas que incluían los temarios lanzados por el Ministerio de Educación.
Así, el gobierno que preside Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en el único de una comunidad autónoma que ha llegado a plantear un conflicto en los tribunales por el currículo de Bachillerato, planteando un recurso de interposición –paso previo a presentar el recurso– que ya ha sido admitido a trámite por la Sala Tercera de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo.
Además, por lo que respecta a la Educación primaria, Madrid ha aprobado su propio currículo que, aprovechando los márgenes legales que tiene el ejecutivo regional en función de sus competencias, ha incluido algunos cambios de calado y ha limitado el alcance de la asignatura enteramente dedicada al adoctrinamiento: Valores Cívicos y Éticos, que sólo se impartirá una hora semanal y únicamente en 5º de Primaria. "Como sus contenidos son muy adoctrinadores, pensamos que es mejor que la reciban niños de más edad", aseguró en rueda de prensa el portavoz del gobierno madrileño, Enrique Ossorio.
Sin embargo en la asignatura de Religión y en virtud de los acuerdos con la Santa Sede la decisión de qué se enseña y qué no sigue un camino completamente diferente y escapa a cualquier posibilidad de control desde la Comunidad de Madrid: el currículo está diseñado por un equipo de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura de la Conferencia Episcopal, que después le da su visto bueno en una Asamblea Plenaria para ser más tarde validado por el Ministerio de Educación y quedar ya recogido en el BOE.
En una respuesta muy escueta a una serie de cuestiones remitidas por correo electrónico, fuentes autorizadas del Arzobispado de Madrid han declinado hacer una valoración del contenido y, eso sí, ante la pregunta de si este tipo de asuntos tiene sentido dentro de una asignatura de religión católica han asegurado que dentro de esta "se pueden tocar muchos temas, como así se hace, porque a los creyentes nada de lo humano nos es ajeno".