Al inicio de las legislaturas en España, era costumbre que el primer viaje internacional del nuevo presidente fuera a Marruecos. Cuando Pedro Sánchez tomó posesión del cargo, no realzó su primera visita oficial al exterior a Marruecos. Para colmo, el líder del Frente Polisario, fuertemente enemistado con el país marroquí, fue tratado por sus problemas de salud en España. Esto enfrió las relaciones entre ambos países y las tiranteces crecían por momentos, hasta que se anunció el espionaje de los móviles de Pedro Sánchez y Margarita Robles.
Desde ese entonces, las relaciones entre ambos gobiernos han mejorado exponencialmente, las visitas de la delegación española a Marruecos son ‘recurrentes’ firmando varios acuerdos de cooperación. Pedro Sánchez ha destacado que hay que mantener una relación de lealtad con Marruecos. Las relaciones son tan fuertes que ni tan siquiera los desplantes marroquíes afectan a la sonrisa del Ejecutivo en sus viajes a Marruecos ni afean el discurso de los socialistas. Tal es la complicidad que España ha cambiado la política sobre la soberanía del Sáhara Occidental.
A pesar de la financiación que el Gobierno le da a Marruecos, en muchos casos perjudicial para los intereses españoles, la situación con el país africano no ha mejorado: siguen entrando marroquíes en masa a las cuidades autónomas -recordando cómo consiguieron que España se marchara del Sáhara Occidental-. El gobierno marroquí no ceja en su empeño de reclamar las cuidades autónomas de Ceuta y Melilla -que pertenecen históricamente a España y jamás estuvieron en poder marroquí-.