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La Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M se disuelve después de 20 años de lucha: "Nos hemos sentido muy solos"

Ángeles Domínguez explica el porqué de su adiós y repasa la gran labor asistencial y judicial que ha desempeñado la asociación en todo este tiempo.

Ángeles Domínguez explica el porqué de su adiós y repasa la gran labor asistencial y judicial que ha desempeñado la asociación en todo este tiempo.
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Después de casi 20 años prestando asistencia a las víctimas y luchando por conocer toda la verdad del mayor atentado terrorista de nuestra historia, la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M se disuelve oficialmente este viernes. "La falta de medios económicos, así como de personas que quieran continuar como Junta Directiva, nos lleva a esta disolución", reza el mensaje que desde hace semanas se puede leer en su página web.

La que fuera su fundadora y presidenta de la asociación hasta 2018, Ángeles Domínguez, no esconde su tristeza por una decisión que, sin embargo, reconoce inevitable. "A mí el atentado me pilló con 50. Ahora tengo 70. Hasta hace cinco años que me jubilé, intenté hacer todo lo que estuviera en mi mano, pero, el año pasado, pensé que ya por edad tocaba dar un paso atrás y, bueno, a mí me hubiera gustado que las cosas hubieran seguido, pero a la gente le cuesta comprometerse, y compaginar la vida laboral y familiar con este trabajo altruista y a veces ingrato es complicado. Nos hemos sentido muy solos en todo este tiempo", reconoce.

La investigación del 11-M

Al hablar de esa soledad, apunta "a la inmensa mayoría de medios de comunicación" y a la clase política: "El Gobierno siempre ha intentado que la sociedad olvide, y puede que para la gente 20 años sean muchos, pero para mí fue ayer". La labor de la asociación siempre ha sido doble: por un lado, ayudar social, laboral y psicológicamente a todas esas personas a las que les cambió la vida aquel fatídico 11 de marzo de 2004 y, por otro, exigir a jueces y políticos llegar hasta el final para tratar de despejar todas las incógnitas que aun hoy siguen sobre la mesa. "Más allá de otras consideraciones, seguimos sin saber quiénes fueron los autores intelectuales ni los financieros, porque todo atentado necesita una logística", recuerda.

Su prescripción penal ponía punto final el pasado lunes a esta ardua tarea en la que la asociación se ha esforzado como nadie. No en vano, su denuncia contra el que fuera jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, fue la única que logró albergar esperanzas de reabrir la investigación del 11-M. "Se interpuso una primera denuncia bastante temeraria y de poca calidad, omitiendo datos y pruebas importantes, por un partido político (Alternativa Española) y, como era de prever, se dictó Auto de sobreseimiento -explicaba en una reciente entrevista concedida a Libertad Digital el que fuera su abogado, José María de Pablo-. Cuando la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M interpuso su propia querella, el procedimiento avanzó, los agentes TEDAX prestaron declaraciones testificales incriminatorias contra Sánchez Manzano por la desaparición de piezas de convicción, y se aportó documentación acreditativa de los hechos, pero cuando el Juzgado tuvo conocimiento de que una primera denuncia por los mismos hechos se había sobreseído, sobreseyó también esta instrucción en aplicación del principio de cosa juzgada". Si Alternativa Española no hubiera interpuesto aquella denuncia "temeraria" o hubiera hecho mejor las cosas, tal vez hoy estaríamos en otro punto, pero eso es algo que, desgraciadamente, nunca podremos comprobar.

Una gran labor asistencial

Agotada la investigación judicial, sin embargo, Ángeles Domínguez subraya la importancia de la otra gran labor de la asociación: la asistencia a unas víctimas que "serán víctimas de por vida" y que, además, no son precisamente pocas. No en vano, cuentan con más de 600 asociados. "Esa gente sigue necesitando ayuda y la Administración te la brinda, pero por un periodo muy limitado", insiste. Por eso, ésta siempre ha sido la principal razón de su existencia. "Al margen de las secuelas físicas y de gente que sigue necesitando operaciones, como yo misma, que me voy a tener que volver a operar porque tengo la pared abdominal destrozada desde entonces -explica-, hay muchísimas personas que todavía tienen un trauma, que siguen sin poder coger un tren o que vuelven a revictimizarse cada vez que hay un accidente o un atentado. Esto no termina".

En la mejor época, llegaron a tener siete psicólogos y trabajadores sociales que se encargaban de darles las herramientas necesarias para seguir adelante e incluso les ayudaban laboralmente. "El paro es algo que afecta a mucha gente, pero, por desgracia, por esas secuelas a las que me refería, para las víctimas es mucho más difícil encontrar empleo", apunta. En la última etapa, ya solo contaban con tres empleados: "Nosotros trabajábamos de manera altruista, pero a esos profesionales había que pagarles y no siempre ha sido fácil".

El origen de la asociación se remonta al 26 de octubre de 2004, cuando tras resultar gravemente heridos en los atentados del 11 -M, Ángeles Domínguez y Eloy Morán decidieron unir fuerzas para ayudarse y ayudar a tantos y tantos ciudadanos, muchos de ellos extranjeros, que ni siquiera sabían cuáles eran sus derechos. "Yo todavía estoy esperando a que me llame la administración para informarme", cuenta ella a modo de ejemplo.

El 11-M de Ángeles Domínguez

Aquel 11 de marzo, Ángeles Domínguez había experimentado en sus propias carnes la experiencia más terrible de sus, hasta entonces, cincuenta años de vida. Como cada mañana, cogió el Cercanías que salía de Alcalá de Henares para dirigirse al centro de especialidades médicas de Carabanchel en el que trabajaba. El tren estaba lleno, así que ni siquiera pudo elegir dónde sentarse. Lo que no se imaginaba es que aquello le acabaría salvando la vida: "Sólo había un asiento libre. Era uno de estos en los que hay dos y dos enfrentados. El único que estaba vacío era uno que iba a contramarcha del lado del pasillo. Me senté allí junto a otras tres personas y las tres fallecieron. Solo yo sobreviví".

Cuando explotó la bomba de la calle Téllez, Ángeles Domínguez apareció en el asiento de al lado. La gente gritaba, trataba de abrir las puertas. El tren se movía y ella sólo acertó a agarrarse fuerte. "La naturaleza es sabia y, a partir de ahí, tengo una laguna de media hora. No recuerdo nada de ese tiempo. Cuando fui consciente ya estaba fuera. Estaba sentada en el suelo, junto a un vecino que me había sacado", rememora.

Una de las muchas fotografías tomadas en aquellos primeros momentos del atentado da fe de esa escena: Ángeles, con un pantalón rojo, permanece sentada en las vías, de espaldas a uno de los trenes que acababa de estallar. "Tenía las manos llenas de sangre y un dolor grandísimo en el pecho. Me habían reventado los tímpanos, tenía una hemorragia nasal y el pelo y las cejas negras de haberme quemado. Miré hacia atrás para ver qué había pasado y fue cuando vi el vagón abierto como si fuera una lata", relata sin esconder el horror que aquello le produjo.

De ahí pasó al hospital de campaña: "No sé cuánto tiempo estuve tirada en el suelo con un montón de mantas y abrigos, porque tenía muchísimo frío, pero finalmente me trasladaron al Gregorio Marañón". La habitación 317 se convirtió en su hogar hasta que, a finales de marzo, le dieron el alta. La recuperación no fue fácil. A las siete costillas rotas, se sumaba el líquido que tenía en los pulmones y que cada poco tenían que sacarle. "Luego me tuvieron que poner un implante en los oídos porque no tenía tímpano y he tenido que someterme a varias operaciones. En total, estuve 532 días de baja, porque tenía muchísimos dolores y ni siquiera podía levantarme sola -subraya-, pero bueno, pero sigo viva, que es lo más importante".

La recuperación psicológica fue algo más fácil, gracias, precisamente, a la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M. "Tengo la suerte de haber podido ayudar a los demás, con lo cual también me he ayudado a mí misma. El compartir y el hablar con otras personas me ha servido de terapia", reconoce. Con todo, tanto ella como la asociación dan las gracias a todos aquellos que han contribuido a que su labor haya sido posible a lo largo de sus dos décadas de vida. Al Gobierno no le piden nada: "No nos han respaldado nunca, así que poco les puedo pedir". A la sociedad en su conjunto, sin embargo, si le lanza una súplica en esta particular despedida: "Que no olviden y que no nos olviden, porque ser víctima no se escoge: es una lotería que te toca. Y, desgraciadamente, las víctimas somos víctimas de por vida".

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