
El Partido Popular luchará en las elecciones europeas contra dos importantes adversarios: el PSOE y la abstención. Después del intenso ciclo electoral, marcado por las generales, las gallegas, las vascas y las catalanas, existe un importante riesgo de desmovilización en unos comicios que no suelen despertar demasiado interés.
Aunque la polarización política podría animar a los electores, el riesgo de desafección es grande y en el PP tienen muy presente que esto puede provocar que la distancia con el PSOE sea menor de lo esperado. En las europeas de 2019 la participación fue del 60%, alta para lo que suele ser habitual, ya que en las dos convocatorias anteriores ni siquiera llegó al 45%. De ahí que Feijóo haya pedido a los suyos "máximo esfuerzo" para lograr "movilizar al electorado" el próximo 9 de junio.
Se lo exigió en privado a sus grupos en el Congreso y el Senado después de las vascas, y volvió a reclamarlo en público a la cúpula del partido tras las catalanas. Feijóo pretende que la convocatoria electoral sirva para evidenciar el rechazo de los españoles a la Ley de Amnistía y las alianzas de Pedro Sánchez con los separatistas, y la única forma de lograrlo es que el PP se imponga con claridad al PSOE para, de paso, cobrarse la revancha del 23-J.
Rebaja de las expectativas
Conseguirlo no es nada fácil y el partido empieza a rebajar expectativas para evitar que un posible triunfo acabe convirtiéndose en fracaso si no se alcanza un éxito arrollador, dado que los socialistas podrían resistir mejor de lo esperado, como empiezan a recoger algunas encuestas. Todas, salvo el CIS, dan ganador al PP pero la distancia podría ser más ajustada de lo que auguraban los sondeos hace semanas.
En las elecciones europeas hay circunscripción única, lo que tiene ventajas y desventajas. Todos los votos cuentan pero eso implica que sea necesario reunir un gran número de papeletas para conseguir escaño. En función de la participación, cada eurodiputado puede llegar a costar 250.000 votos. Para imponerse por 5 o 6 representantes sería necesario sacar una ventaja superior al millón de votos, lo cual resulta muy difícil ya que en el PP asumen que Vox resiste.
Teniendo en cuenta los datos de 2019, la absorción de Cs sitúa a los de Feijóo en disposición de ganar 7 eurodiputados, lo que supone pasar de los 12 actuales a 19. Una cifra que ni siquiera iguala lo conseguido por el PSOE hace cinco años, cuando sumó 20 eurodiputados con 7,3 millones de papeletas.
Aunque los socialistas caigan, la absorción de parte de Sumar les permite amortiguar ese descenso, impidiendo al PP sacar una gran ventaja. Conviene recordar que el 23-J el PSOE llegó a los 7,8 millones de votos, sólo 300.000 menos de los que sumó el PP, lo que se traduciría en apenas un eurodiputado.
El aguante de PSOE y Vox
La dirección del PP maneja ya estos cálculos, de ahí que recorten objetivos y ya hablen sólo de "superar al PSOE", sin aventurar un margen, cuando hace apenas unos meses daban por segura la victoria y aspiraban a hundir a los socialistas. Las catalanas han permitido coger impulso a los socialistas y a Vox, que ya supera el 10% en los sondeos, cuando hace apenas unas semanas se situaban en el 8%.
El aguante de los de Abascal dificulta todavía más que Feijóo pueda lograr una gran ventaja sobre Sánchez. Aunque Vox pudiera bajar algo con respecto a las generales del 23-J, es difícil que lo haga de forma acusada y que a la vez se produzca un trasvase importante de votos hacia el PP, de ahí que la estrategia pase ahora por rebajar expectativas para que, si la ventaja es mayor, puedan dar la sorpresa como ocurrió en Cataluña.
La amnistía marcará buena parte de la campaña, ya que se aprobará definitivamente el próximo 30 de mayo. Para calentar el ambiente, el 26 de mayo el PP ha convocado en Madrid una manifestación en contra de esta norma. Además del choque con el PSOE por este asunto, los populares se medirán con Vox hablando del campo o la inmigración, con posiciones más contenidas que los de Abascal.