El presidente del PPC, Alejandro Fernández, atiende a Libertad Digital en las horas posteriores a la investidura de Salvador Illa, que ha logrado ser elegido presidente de Cataluña gracias a los votos de ERC, con quien ha pactado la cesión de una Hacienda catalana, una especie de cupo catalán que pone en riesgo a toda España. El dirigente popular valora también el esperpento vivido con la segunda fuga de Carles Puigdemont.
Puigdemont llegó a España el martes, estuvo dos días en España sin ser detenido ¿Cómo valora el papel de los mossos y el Gobierno?
La intuición nos dice que aquí hay un amaño para que Puigdemont pueda venir, soltar su discursete, humillar todo lo que ha podido y volverse a escapar. Hemos pedido la dimisión de Marlaska y es evidente que Sánchez tiene que dar explicaciones porque no sólo son los mossos, el Gobierno ha permitido que se vuelva a fugar.
Bolaños señala en exclusiva a la policía autonómica como responsables de la fuga.
Ya conocemos a Bolaños pero hay que tener claro de quién es aliado Puigdemont y qué 7 votos se necesitan para seguir gobernando. Les va a costar mucho hacernos creer que esto es sólo cuestión de los mossos.
¿Qué imagen ha ofrecido España con lo ocurrido?
Da la sensación de que, en esa jugada a tres que tiene que hacer Sánchez permanentemente para mantener sus acuerdos parlamentarios, tiene muy cerrado el apoyo de ERC, tanto para Cataluña como para el Gobierno de España, y lo que más se tambaleaba era el apoyo de Junts. Estoy convencido de que ese apoyo se concreta con algo que para Puigdemont es muy importante: chulear, vacilar, intentar humillar a la democracia española, al poder judicial y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, trasladando una imagen de una España bananera, que permite el Gobierno de Sánchez. Ha habido un apaño.
No cree, por tanto, que Junts deje caer a Sánchez tras la investidura de Salvador Illa.
Mucha gente, sobre todo en Madrid, especula con esta cuestión pero se necesitan mutuamente. Mientras Puigdemont no pueda beneficiarse de la amnistía va a necesitar un gobierno amigo y, es evidente, que con un gobierno del PP en ningún caso podrá chantajear como está haciendo hasta ahora.
El espectáculo dado eclipsó en parte la investidura de Salvador Illa ¿qué se puede esperar del nuevo presidente?
Illa dijo cosas gravísimas que no auguran nada bueno: habló de una España plurinacional, lo que, además de ser mentira, contraviene la unidad de España consagrada en la Constitución; ha asumido la política de sanciones lingüísticas que le exige ERC y ha profundizado en el acuerdo con los Comunes para aplicar una política de extrema izquierda que ha provocado que Cataluña lidere la inseguridad ciudadana, con el problema de la okupación, y que tenga los impuestos más altos. Es una mezcla de política de extrema izquierda y nacionalismo que no va a traer nada bueno.
Su investidura ha sido a cambio de pactar con ERC un cupo catalán ¿cómo cree que han acogido los catalanes esta propuesta?
Hay gente de buena fe que puede pensar que esto traerá más dinero a Cataluña y eso será bueno, pero esa no es la cuestión de fondo. No es tanto el dinero como la existencia de una Hacienda catalana propia, con estructuras de Estado propias, para lograr la independencia cuando vuelvan a sentirse fuertes. Eso significa controlar datos y la recaudación de impuestos, lo cual es ilegal.
¿Llegará a aplicarse ese cupo?
No creo que llegue a aplicarse como tal, sino que se dará a los independentistas un instrumento ilegal de control, que traerá una inseguridad jurídica enorme, donde muchos catalanes no sabrán ni a quién tienen que pagar sus impuestos, lo que acabará provocando la huida de empresas, algo que ya hemos vivido en Cataluña.
¿Vamos, entonces, a un nuevo procés como el de 2017?
Vamos a otro proceso, no es el proceso catalán, es el proceso español. La independencia, de momento, queda aparcada para ir a un estado intermedio, que es una España confederada, asimétrica y plurinacional, lo que sólo podrían hacer cambiando la Constitución pero pretenden hacerlo con 68 votos de una comunidad autónoma, lo cual es un disparate. El separatismo, que ahora electoralmente está débil, lo acepta porque cree que puede ser un paso intermedio para un nuevo desafío de aquí a unos años. Es algo muy grave.