Carlos Semprún Maura (1926-2009)

Menos sin él

Horacio Vázquez-Rial

Era un hombre de buen trato, pero estaba dispuesto a defender sus ideas hasta un poco más allá de lo que suele tenerse por razonable: las consideraba una conquista, las había ganado con esfuerzo intelectual y moral, y estaba dispuesto a darlo todo por ellas: así perdió amigos y parientes, pero obtuvo a cambio una libertad de espíritu envidiable.

Estaba más cerca del viejo anarquismo que del liberalismo contemporáneo, pero pensaba que ambos tenían un problema, un límite: la debilidad de la naturaleza humana. Algo que no estaba dispuesto a negociar en lo metafísico porque su anticlericalismo era absolutamente radical.

Nuestra complicada vida nacional y su propia sentimentalidad le llevaron a vivir en París. Cuando venía a Madrid, traía consigo toda una guerra, resueltamente civil: de haberse quedado, hubiese muerto antes: Francia lo preservaba de esta violencia sin resolver a la que los demás creemos habernos acostumbrado, aunque la lectura de los periódicos nos enferme cada mañana. Sin embargo, estaba siempre presente y era más español que nadie.

Escribía. Siempre. Hubiese escrito mucho más sin su proverbial resistencia a la tecnología: no tenía ordenador ni enviaba nada por mail. De la máquina de escribir al fax, y con muchas y complejas correcciones. Lo digo como constatación, no como reproche, porque pocos fueron más modernos que él: tal vez Caro Baroja, que enviaba a las editoriales textos rigurosamente manuscritos, haya sido igual de moderno.

España es un poco menos sin él.

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