¡Aparta, piedra fingida!
suelta, suéltame esa mano,
que aún queda el último grano
en el reloj de mi vida.
Suéltala, que si es verdad
que un punto de contrición
da a un alma la salvación
de toda una eternidad,
yo, ¡santo Dios!, creo en ti;
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita…
¡Señor, ten piedad de mi!
Y Don Juan se salva, que grande Zorrilla.
Que pasen V.M,s buena noche de difuntos y no abran la puerta de casa ni a Mejías ni a
Comendadores.