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Diez ensayos clásicos para adolescentes al borde de un ataque de inteligencia

Decía Juan de Salisbury que “Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a los hombros de gigantes. Podemos ver más, y más lejos que ellos, no porque la agudeza de nuestra vista ni por la altura de nuestro cuerpo, sino porque somos levantados por su gran altura".  Lo que constituye a su vez una buena aproximación a lo que es un “clásico”.  Mientras que alguien famoso es quien, como Andy Warhol, disfrutará de quince minutos de gloria mediática, un clásico disfruta de la gloria por algo más de tiempo, pongamos unos quince siglos. 

El libro del Tao (Lao Tse, s. V a.C.,)
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El libro del Tao (Lao Tse, s. V a.C.,)

Junto al Libro Rojo de Mao Tse Tung, el Libro del Tao es la más famosa obra filosófica asiática.  Su autor fue Lao Tse, que significa aproximadamente “el viejo maestro”. Compuesto alrededor de los siglos V-IV a.C., su autor habría sido contemporáneo de Confucio (al que conoció), Sócrates y Buda (del que, según una leyenda, fue maestro). Es decir, fue una época en distintas partes del mundo en las que, aunque incomunicadas entre sí, se llegaron a resultados éticos parecidos sintetizados en la Regla de Oro de la Ética.

Fragmentos sofistas (Protágoras - Gorgias, s. V a.C.)
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Fragmentos sofistas (Protágoras - Gorgias, s. V a.C.)

Además de Protágoras e Hipias, otros sofistas fueron Gorgias, Pródico, Trasímaco, Critias y Calicles. Todos ellos se parecían en que cobraban por sus enseñanzas para destacar en el ámbito de la política y por utilizar argumentaciones que bordeaban el límite de la validez. De ahí lo de “sofismas” para los razonamientos dudosos. Fueron los primeros artistas de la palabra.

El Banquete (Platón, s. IV a.C.)
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El Banquete (Platón, s. IV a.C.)

Discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, fundador de la Academia, consejero de reyes, vendido como esclavo, la trayectoria de Platón (que en realidad se llamaba Aristocles, siendo “Platón” su apodo debido a su corpulencia física) es de una intensidad vital sólo comparable a su profundidad intelectual.  Escribió muchísimas obras de las que hemos conservado las que estaban destinadas a un público amplio, sus bellísimos diálogos en los que la filosofía del más alto nivel se combina con una calidad literaria sublime. De la Apología de Sócrates a El Banquete (un fino y complejo análisis del amor) pasando por la República o el Gorgias, la lectura de Platón nunca deja indiferente y son de las que marcan un vida.

Carta a Meneceo (Epicuro, s. IV a.C.)
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Carta a Meneceo (Epicuro, s. IV a.C.)

Epicuro ha dado lugar a un adjetivo y a una forma de vivir la vida, el epicureísmo. La búsqueda de la felicidad a través del placer.  Pero no de cualquier placer ni de cualquier manera, sino un placer moderado siempre controlado por la inteligencia.  A diferencia de sus primos intelectuales, los hedonistas, los epicúreos prefieren la calidad a la cantidad a la hora de calibrar el placer.  Precisamente su Carta a Meneceo es un manual de instrucciones acerca de cómo llevar a cabo una vida placentera según los parámetros de la “inteligencia emocional” que defendía Epicuro.

Cartas a Lucilio (Séneca, s. I d.C.)
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Cartas a Lucilio (Séneca, s. I d.C.)

Junto a Marco Aurelio y Epicteto, además del fundador Zenón, el cordobés Séneca es el más famoso de los estoicos. Paradójico y sibilino, no sólo no se apartó de la político sino que se tiró de cabeza dentro de las conspiraciones del Imperio romano, lo que le llevó a ser sentenciado tres veces a muerte por los emperadores de turno (a la tercera fue la vencida).  Maestro de Nerón, pasará a la historia por el fracaso educativo más grande de la historia, aunque, como vemos en los consejos volcados en estas Cartas a Lucilio, quizás la culpa no fue exclusivamente suya y el discípulo también puso de su parte.

Contra los profesores (Sexto Empírico, s. II d.C.)
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Contra los profesores (Sexto Empírico, s. II d.C.)

Empirista, relativista y fenomenista, el médico Sexto Empírico se oponía a aquellos que pretendían alcanzar la verdad de una manera apriorística y dogmática. Fue el fundador de lo que hoy llamamos “medicina basada en la evidencia” y, por extensión, de cualquier conocimiento fundado en conocimiento sólido y experimental.

Evangelio de San Juan (s. II d.C)
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Evangelio de San Juan (s. II d.C)

El Evangelio de San Juan es el cuarto en cuanto a su cronología, es decir, el más alejado en el tiempo del Jesús histórico. Es el más “filosófico” y el que más se aparta de los otros tres. Tiene uno de los mejores inicios literarios de todos los tiempos y el mismo predominan conceptos como “Padre”, “verdad”, “amor” y “conocer”. 

Elogio de la locura (Erasmo de Rotterdam, s. XVI d.C.)
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Elogio de la locura (Erasmo de Rotterdam, s. XVI d.C.)

Sátira que hay que leer como si fuera un negativo fotográfico, Erasmo elogia (es decir, condena) la superstición, la pedantería, la necedad, la adulación, la pereza, la voluptuosidad… el clero y la aristocracia, las mujeres y los leguleyos… no hay costumbre o profesión que se libren de sus dardos envenenados. Best seller inmediato, modelo de retórica y de la apología de cosas sin valor, Erasmo de Rotterdam creó en el terreno del ensayo lo que Cervantes llevaría a cabo en el ámbito de la novela.

Ensayos (Montaigne, s. XVI d.C.)
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Ensayos (Montaigne, s. XVI d.C.)

En sus ensayos Montaigne reflexiona desde su misma experiencia de cómo filosofar es aprender a morir, de la costumbre y de cómo no se cambia fácilmente una ley recibida, de la educación de los hijos, de que es locura remitirnos a nuestra inteligencia para lo verdadero y lo falso, de la amistad, de los caníbales, de la soledad, de los coches…  Y en todos estos temas, Montaigne es, ante todo, un tipo razonable y sensato, original desde su cotidianidad, no siendo inmune a los prejuicios pero sí con la capacidad de juzgarlos y someterlos a la crítica del razonamiento.

Cándido o el optimismo (Voltaire, s. XVIII d.C.)
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Cándido o el optimismo (Voltaire, s. XVIII d.C.)

Harto de persecuciones religiosas y políticas, Voltaire se revuelve con humor sardónico pero elegante contra los profetas del Bien.  Para el filósofo francés el Mal no solo está ahí, delante de nuestras narices, sino que es una fuerza poderosa contra la que se puede luchar pero mediante mucho sudor, sangre y lágrimas. A través de la figura de Pangloss, un filósofo alemán inasequible contra el desaliento y para el que siempre el vaso está lleno a rebosar, ya lo azoten el ébola, la peste y la lepra a la vez, Cándido, su discípulo, va comprobando como una ideología puede vacunar contra la realidad de modo que al final no hay peor sordo que el que no quiere oír ni peor ciego que el que no quiere ver.

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