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25 años sin Gene Tierney, la estrella más triste de Hollywood

Dueña de una impactante mirada azul y de los mejores pómulos que ha visto el cine, Gene Tierney (1920-1991) languidece hoy en el olvido para el gran público. Fue la pasión y el misterio en el Hollywood de los años 40 y la víctima de numerosos problemas mentales que acabaron con su carrera. Pero la recordaremos como la inalcanzable Laura.

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Gene Eliza Taylor Tierney nació en 1920 en el neoyorquino barrio de Brooklyn. Sus acomodados padres le facilitaron una esmerada educación en los mejores colegios de la Costa Oeste, con estancias en Europa.

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Tras algunos éxitos teatrales -su padre, corredor de seguros, montó una sociedad destinada exclusivamente a promocionarla- fue fichada por Darryl F. Zanuck, todopoderoso de la Fox. Él la definió como "la mujer más hermosa de la historia del cine".

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Tras su debut en un papel secundario en El renegado se convirtió en una de las presencias más sugerentes del cine de los años 40. Aunque pequeña -medía 1,66-, encandiló al público con su perfecto rostro, en el que destacaban sus espectaculares ojos azules.

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Foto promocional de El embrujo de Shanghai (1941). La actriz se especializó en papeles de mujer enigmática y ambigua, aunque también probó suerte en diferentes comedias. 

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El Éxito no acompañó a Gene Tierney en su vida privada: contrajo la rubeola al abrazar a una admiradora infectada, lo que provocó que su hija naciera sordomuda. Su matrimonio con el donjuán Oleg Cassini fracasó igualmente, lo que sumió a la actriz en una depresión.

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Imagen de Laura, su película más famosa. Encarnó a la perfección al fantasmal y distante personaje que da título a la película.

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Con Cornel Wilde en Que el cielo la juzgue (1945), una película repleta de excesos en la que encarnó a la perfección a una psicópata en potencia.

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Por esta película consiguió su única nominación al Oscar, galardón que recayó ese año en Joan Crawford por su papel en Alma en suplicio

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En El castillo de Dragonwyck (1946) compartió pantalla con Vincent Price y fue dirigida por el debutante Joseph L. Mankiewicz. Durante el rodaje de la película tuvo un romance con John F. Kenneddy cuando este solo era un aspirante a político. 

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El fantasma y la señora Miur (1947) fue otro de sus éxitos, un peculiar drama romántico en el que ella se enamoraba del fantasma interpretado por Rex Harrison. La película es recordada, sobre todo, por la maravillosa -e inusual- partitura de Bernard Herrmann.

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Tras una fenomenal trayectoria -trabajó con los mejores directores de su época: Lubitsch, Ford, Leisen, Lang... amén de sus cuatro colaboraciones con Otto Preminger- sus apariciones en pantalla comenzaron a espaciarse. Fue ingresada por sus depresiones y tendencias suicidas -la policía la rescató de una cornisa en la Navidad de 1957-. Los tratamientos de electroshok afectaron duramente a su memoria, lo que la incapacitó para trabajar.

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Imagen promocional del peplum kitsch Sinuhé, el egipcio. Sus escasas interpretaciones en los años 50 se limitaron a papeles secundarios. Se despidió del cine en 1962, eso sí, dignamente, con el drama político Tempestad sobre Washington.

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Fotograma del telefilme Fruto de la imaginación (1969), uno de sus últimos trabajos. Una década después publicó sus memorias, tituladas Autorretrato, en las que habló abiertamente de sus problemas mentales cuando este tema aún era tabú. Fumadora compulsiva -hábito que contrajo en los inicios de su carrera con el objetivo de agravar su voz-, falleció de un enfisema en 1991.

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