Vejer de la Frontera, un paseo por uno de los pueblos blancos y mágicos de Cádiz
Situado en la comarca de la Janda en Cádiz, el pueblo de Vejer de la Frontera, que fue parte de la frontera cristiana en la época nazarí, está situado en una colina, desde la que se domina una magnífica panorámica, y se edificó alrededor del Castillo. El conjunto urbano resulta de gran belleza y atractivo con sus calles estrechas y sinuosas de casas blancas.
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El núcleo de la localidad se erige sobre un monte de 200 metros de altura, a orillas del río Barbate y a 8 kilómetros de distancia de la costa.
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Paredes blancas, callejuelas estrechas y muchas cuestas. Es la carta de presentación de Vejer.
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La ciudad de Vejer de la Frontera fue declarada Conjunto Histórico Artístico en el año 1.976 y I Premio Nacional de Embellecimiento de Pueblos de 1.978. Vejer muestra en todo su esplendor el más puro estilo de arquitectura popular árabe-andaluza.
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La cobijada era una mujer que, antiguamente, en ciertos pueblos de la provincia de Cádiz (principalmente en Vejer de la Frontera, donde cerca de la judería de esta localidad existe una estatua en su honor) se cubre parte del rostro con el manto, de color negro, de tal manera que la única parte de su cuerpo visible era uno de sus ojos.
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Caminar por sus estrechos callejones es uno de los placeres de Vejer. Esos callejones suelen terminar con una vista del conjunto arquitectónico del pueblo, sus blancas casas sobre la colina.
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Disfrutar de su belleza dando un paseo sin prisas por sus calles empedradas, descubrir su historia, emocionarse con sus atardeceres, esos son algunas de las bondades que ofrece este bellísimo pueblo andaluz.
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Su centro histórico amurallado, fue declarado conjunto histórico-artístico en el año 1976.
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La plaza mayor de Vejer, con su fabulosa fuente en el centro. Uno de los puntos más concurridos del pueblo.
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En 1957 se construyó esta preciosa fuente ornamental en el centro de la Plaza de España fabricada a base de azulejos sevillanos. Decorada con motivos acuáticos y flanqueada por 4 ranas de las que manan chorros de agua que la alimentan.
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El núcleo de la localidad se erige sobre un monte de 200 metros de altura, a orillas del río Barbate y a 8 kilómetros de distancia de la costa.
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Sus paredes blancas contrastan con la gran cantidad de flores y macetas que engalanan y adornan sus balcones y puertas.
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Una vista de la iglesia del Divino Salvador.
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Sin duda Vejer de la Frontera posee una de las postales más típicas y conocidas de Cádiz y de los pueblos blancos andaluces.
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Un detalle de la fachada en la plaza del Padre Caro.
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Pasear por sus calles blancas es uno de sus principales reclamos para aquellos visitantes que huyen del ruido y del estrés de la ciudad. Sus calles, empinadas con las fachadas encaladas características de los pueblos blancos, conservan aún toda la belleza de siglos pasados.
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Sus paredes blancas contrastan con la gran cantidad de flores y macetas que engalanan y adornan sus balcones y puertas como la de este bar.
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Una vista de Vejer desde el interior de uno de sus templos.
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Presenciar un maravilloso atardecer veraniego en la parte más alta del pueblo es uno de esos momentos inolvidables que nos regalará este lugar.
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Cuando cae la noche, el pueblo, sus bares, restaurantes y su centro histórico se transforman a la luz de la luna con sus leyendas, embrujos y otros secretos con toques gastronómicos.
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