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Daniel Rodríguez Herrera analiza el ascenso de Kamala Harris en la lucha por hacerse con la presidencia de Estados Unidos

Kamala Harris, la vicepresidenta elegida por ser una mujer negra

Daniel Rodríguez Herrera analiza el ascenso de Kamala Harris en la lucha por hacerse con la presidencia de Estados Unidos

Es curioso que la principal línea de ataque de los demócratas contra Donald Trump ha sido, y sigue siendo, que su elección pondría en riesgo la democracia, nada más y nada menos. Y, sin embargo, se han tirado casi un mes trabajando para negarle a quien arrasó las elecciones primarias del partido la posibilidad de presentarse a las presidenciales. Trump es culpable de intentar revertir el resultado de unas elecciones. El Partido Demócrata lo es de haberlo conseguido.

Todos los pesos pesados del partido, salvo por el momento Obama, se han puesto a apoyar a Kamala Harris como sucesora de Biden. Es comprensible. O hay un consenso en torno a su figura, o la convención del partido será un caos, la primera convención dividida desde 1968. En Estados Unidos se llama convención dividida a aquella a la que se llega sin un candidato con mayoría absoluta obtenida en las primarias. Desde que comenzaron a celebrarse a mediados del siglo XIX, sólo han existido cuatro, y en las cuatro el candidato finalmente elegido en la convención perdió luego las presidenciales.

El problema es que, cada vez que ha tenido el foco encima, Harris, dicho coloquialmente, la ha cagado. Comenzó su carrera política en California de la manera menos feminista posible, como pareja del principal poder fáctico del Partido Demócrata en el estado. Gracias a Willie Brown accedió a dedo a un par de cargos públicos menores, conoció a la flor y nata tanto del partido como sus donantes de modo que, una vez terminada su relación con Brown, tuvo todo a su favor para su primera campaña electoral para fiscal de distrito de San Francisco, donde Brown era alcalde. Recibió donaciones hasta de Trump, para que se hagan ustedes una idea. Pero un comienzo tan peculiar en su carrera política es un baldón del que siempre ha intentado desembarazarse con mayor o menor éxito.

Tras ese primer cargo electo, Harris se presentó a fiscal general de California y ganó, para más tarde convertirse en senadora. Todas esas elecciones fueron en un estado donde los demócratas pueden presentar un sándwich de jamón y ganar, pero aun así en sus primeras elecciones a fiscal general ganó por solo un punto. Su primera prueba de fuego real como candidata nacional fueron las primarias de 2020. Tras unos inicios prometedores en las encuestas, pues es una mujer y además con ascendencia india y negra, lo cual le daba puntos en casi todas las casillas de diversidad, además de una cierta fama de ser dura contra el delito que le permitía atraer al ala moderada, se derrumbó durante los debates y se retiró antes incluso de llegar a Iowa, el primer estado donde se vota en las primarias.

Básicamente no supo reaccionar cuando otra candidata, Tulsi Gabbard, le recordó que siendo fiscal metió a 1.500 personas en prisión por posesión de marihuana y que cuando se le preguntó si alguna vez había consumido ella se rio, además de haber ocultado pruebas a la defensa de un hombre condenado a muerte.

Pese a ello, Biden la eligió porque, siendo él un hombre blanco, hetero y bastante mayor, consideró que necesitaba más diversidad en su ticket electoral y prometió que elegiría para la vicepresidencia a una mujer que no fuera blanca, al igual que hizo después con la vacante en el Tribunal Supremo. Lo cual la dejó sin prácticamente rivales para el puesto. Y dado que en 2020 todos sabíamos ya cómo estaba Biden, todos apostaban porque intentaría sustituirlo por medio del artículo 25 de la Constitución antes de que terminara el mandato. Pero aquí fue cuando cavó su tumba, porque Biden le dio importancia al comienzo de su mandato y la puso al frente de dos tareas: reducir el flujo de inmigración que venía de Centroamérica e impulsar una reforma nacional del sistema de voto para hacerlo "más sencillo" con medidas como prohibir a ningún estado exigir un carnet con foto para votar. Fracasó en ambas de forma tan estrepitosa que desde entonces su popularidad ha estado consistentemente por debajo de la de Biden, incluso cuando la de éste se desplomó tras el desastre de Afganistán y nunca volvió a recuperarse.

En aquella época tuvimos reportajes construidos a base de filtraciones que pintaban un cuadro bastante feo. No se leía los informes que le preparaba y, cuando la cagaba en las entrevistas por su falta de preparación, le echaba la culpa a sus subordinados, lo que provocaba que muchos acabaran quemados y que la rotación de trabajadores fuera altísima. En general, la imagen que desprendían aquellas informaciones eran las de una jefa bastante inútil que echaba la culpa de sus continuos fallos a quienes tenía por debajo. Parecía que la carrera de Kamala Harris había tocado techo, pero ahora tiene una última oportunidad.

Pero no tengan dudas de que los medios a partir de ahora la pintarán como poco menos que un ángel caído del cielo y harán todo lo posible para que salga guapísima en las fotos, fluida e inteligente en las entrevistas y una trabajadora incansable en los periódicos. De modo que vuelve a haber carrera. Y parecía que esta campaña iba a ser la más aburrida de todas las que había seguido hasta ahora. Ingenuo de mí.

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