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¿Por qué Trump ataca Ucrania como si fuera el peor enemigo de Estados Unidos?

Trump ha desvelado esta semana que lo único que encuentra razonable es una rendición incondicional de Zelensky, a quien ha calificado de dictador.

Si hace unos días les decía que Estados Unidos era el país que más capacidad tenía para presionar a Rusia y Ucrania a firmar una paz razonable, Donald Trump ha desvelado esta semana que lo único que al parecer encuentra razonable es una rendición incondicional de Zelensky, a quien ha calificado de dictador que sólo cuenta con un 4% de aprobación (en realidad anda en cifras similares a las del propio presidente norteamericano) y un sinfín de infamias más, todas ellas copiadas y pegadas de la propaganda rusa.

Existe una minoría que está con Trump haga lo que haga. Partes de su movimiento MAGA llevan ya un par de años culpando a Ucrania de no dejarse invadir y de pedir y conseguir la ayuda no sólo de Estados Unidos sino de cualquiera que esté dispuesto a darla para continuar en la lucha y expulsar a los rusos de su país. El odio al rival político interno, que lleva a disparar a cualquier política que lidere, sea buena, mala o regular.

Pero diría que la mayoría de quienes lo apoyan piensan que esto es una suerte de jugada maestra en una partida de ajedrez en cuatro dimensiones, que el objetivo real es que Europa despierte y se haga cargo de la defensa de Ucrania elevando el gasto militar, que es un viejo objetivo de Trump ya en su primer mandato. Otros consideran que la jugada consiste en atraer a Rusia a su rincón en la pelea con otros países que sí considera amenazas globales, como China e Irán. El detalle de qué persigue Trump varía de unos a otros, pero el fondo es el mismo: que está empleando la carta del loco imprevisible para beneficio de su país, por más que perjudique la causa de Occidente y la libertad en el camino.

Al final parece que hay quien toma en serio a Trump cuando hace y dice algo en lo que están de acuerdo, pero que cuando hace o dice algo censurable entonces en realidad oculta un motivo ulterior, un plan y un objetivo con el que sí están de acuerdo. Es hacerse trampas al solitario. Como siempre, no hay que tomar literalmente todas las invectivas que lanza contra Zelensky y Ucrania, pero sí hay que tomarlas en serio: es un posicionamiento, claro, con Putin.

Yo creo que la realidad es más simple: que el Trump 2.0 sigue escondiendo en su interior al Trump original, ese al que el mantenimiento de su ego lleva a decir y hacer auténticas barbaridades mientras al mismo tiempo le lleva a decir y tomar medidas razonables y benéficas. Por poner un ejemplo de esto último, tenemos los esfuerzos por recortar el gasto del Gobierno federal. Posiblemente se haya dejado convencer de la bondad de ser tan radical con la motosierra cuando en su primer mandato no hizo sino aumentarlo porque su motivación real es otra: la más pura y dura venganza contra un Estado administrativo que no hizo otra cosa que torpedearlo durante su primer mandato.

¿Y qué tiene esto que ver con Ucrania? Pues no hay más que recordar su primer mandato. Desde el primer día usaron un bulo en forma de dossier comprometedor encargado por Hillary Clinton para acusarlo de ser esencialmente un agente ruso. Dio igual que todas las medidas que tomó en política internacional que podían afectar a Rusia perjudicaron a los intereses de Putin. Era una marioneta rusa, y punto. Años tardó el FBI en reconocer que vale, que era trola y para entonces la mayoría de los votantes del Partido Demócrata pensaba que Rusia había llegado a alterar los resultados de las elecciones de 2016, tanto fue el bombardeo de los medios de propaganda demócrata.

Y después de aquello llegó el impeachment con la excusa de una llamada a Zelensky en la que le pidió pruebas de la corrupción de los Biden, que cobraron tanto de empresas ucranianas como de las chinas y esencialmente de cualquiera a quien pudiera vender su influencia durante sus dos últimos años de vicepresidente. De ahí que haya indultado preventivamente a toda su familia segundos antes de salir por la puerta. No tengo pruebas, ni tampoco dudas, que esto le provocó un resentimiento contra Zelensky y una forma de mirar benévolamente a Putin –si esta gentuza me acusa de estar de su bando igual no es tan malo– que ha desembocado en la vergüenza y la traición de la que hemos sido testigos esta semana. Que sin duda racionalizará de algún modo, como ha hecho con los recortes. Pero el puñal en la espalda de quienes luchan contra el ejército violador y asesino ya no se lo quita nadie.

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