Con respecto a Ucrania, a Donald Trump parecen moverle dos cosas desde un punto de vista exclusivamente racional: la promesa de campaña de acabar rápido con la guerra y la necesidad de poner el foco de la política exterior norteamericana en China, sacando al país de conflictos que considera meramente regionales e intentando alejar a Moscú de la órbita de su actual aliado asiático. Y desde el plano personal, parece sentir una profunda antipatía hacia Zelenski y un aprecio a Putin por razones que ya he explicado en vídeos anteriores.
Por otro lado, las encuestas muestran que esencialmente hoy hay aproximadamente el mismo número de norteamericanos que quieren un final rápido de la guerra, aunque eso signifique que Rusia se quede algo del territorio que ha conquistado que quienes desean que Ucrania siga luchando. Es un cambio masivo del 70-30 que había al comenzar el conflicto. En parte es normal; sucede en todas las guerras, especialmente las que parecen estancadas. Pero es cierto que el sector más radical del trumpismo lleva tiempo con la mira puesta en Zelenski, por aquello de que el amigo de mi enemigo (Biden, los medios, los demócratas y, para qué engañarnos, Europa) es mi enemigo. De hecho, dos tercios de los americanos estaban de acuerdo con la frase "Rusia es un enemigo" en 2023, porcentaje que ha caído ahora a un tercio.
Zelenski perdió la compostura
Teniendo todo esto en cuenta, ¿qué pasó en la ya famosa reunión? Pues visto el vídeo completo de 50 minutos de la rueda de prensa, parece que Zelenski o perdió la compostura o más probablemente acudió mal aconsejado. En general se mostró argumentativo y aunque tuviera razón, que la tenía, sobre la necesidad de que cualquier acuerdo incluya garantías de seguridad efectivas que disuadan a Putin de intentarlo de nuevo, fue innecesariamente agresivo e impertinente. El refranero yanqui tiene una frase que era perfectamente aplicable a este caso: beggars can’t be choosers; los mendigos no pueden ponerse tiquismiquis. Si Zelenski está en buena medida a merced de Trump y sabe, además, que la postura de éste es razonablemente popular en su país y que personalmente no tienen buena relación, su actitud durante la rueda de prensa resulta incomprensible desde el punto de vista de la defensa de Ucrania frente a la agresión rusa.
Posiblemente la situación pueda reconducirse. Tanto Trump como él han dejado claro que quieren firmar el acuerdo sobre tierras raras, que permite al norteamericano justificar ante su electorado los costes que la guerra pueda seguir suponiendo de ahora en adelante y a Ucrania saber que habrá trabajadores e intereses económicos estadounidenses en su país, que no es que sea una gran garantía de seguridad, pero menos es nada. Además, ahora ha mostrado una mejor lectura de la situación siendo el primero en ofrecer una tregua parcial que, en términos militares, parece mejor para Ucrania que para Rusia, de modo que si Putin se niega pueda ser el ruso quien aparezca como responsable tanto ante Trump como ante la opinión pública estadounidense.
Y sí, parece mentira que Zelenski tenga que recurrir a estas cosas para que en Estados Unidos recuerden que el único culpable de la guerra es Rusia, que fue quien invadió Ucrania, y que si Rusia retira sus tropas de territorio ucraniano mañana la guerra se acaba.
Es una desgracia que la administración de Trump haya optado por una postura en relaciones internacionales más cercana al realismo de un Nixon o un Theodore Roosevelt, que al idealismo y la defensa de las libertades en todo el mundo de Ronald Reagan. Algo que, le guste o no, no hace al país más grande sino más pequeño, porque la grandeza de una superpotencia al final se mide por la capacidad de sacrificio más o menos desinteresado que está dispuesta a soportar en defensa de la paz y la libertad. Pero America First ha ganado a Make America Great Again.