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Elon Musk deja un Gobierno que gasta casi lo mismo que cuando entró

Musk ha expresado abiertamente su decepción, especialmente con el Congreso, sin mencionar directamente a Trump.

El análisis de Juan Ramón Rallo: El abandono de Elon Musk del gobierno de Trump

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

Elon Musk ha dejado su puesto en el gobierno federal, una noticia que, aunque algunos han recibido con dramatismo, no supone ninguna sorpresa. Su incorporación al Ejecutivo de Donald Trump se dio bajo un estatuto especial que permite contratar a una persona de forma temporal, por un máximo de 130 días, sin pasar por los exhaustivos controles habituales, como los relacionados con incompatibilidades. Esto era crucial para Musk, ya que sus empresas, especialmente SpaceX, mantienen numerosos contratos con el gobierno federal, en particular con la NASA, lo que le impedía ocupar un cargo permanente. Por tanto, su salida estaba prevista desde el principio, con una fecha de caducidad clara.

Musk, desencantado

Pero aunque las especulaciones sobre que Musk abandona el gobierno por decepción con Trump o con la política en general no se ajustan del todo a la realidad, sí parece probable que esté desencantado. Más allá de Trump o de las limitaciones propias del trabajo ejecutivo, su frustración parece centrarse en el Congreso, según ha especificado en su red social. Y es que Musk opera a un ritmo vertiginoso, siempre en la marcha más alta, mientras que el sector público se mueve con lentitud, lleno de controles, trabas e impedimentos para implementar cambios rápidos. Esto, en parte, garantiza estabilidad: los cambios de liderazgo o de mayorías en el Congreso pueden alterar las cosas, pero no de forma radical, lo que permite a personas y empresas planificar sus vidas, trabajos e inversiones con cierta predictibilidad. Sin reglas del juego estables, sería imposible prever el futuro, y el sistema colapsaría.

Musk ha expresado abiertamente su decepción, especialmente con el Congreso, sin mencionar directamente a Trump. Probablemente, su frustración va más allá de las personas y se dirige al sistema en sí, cuya inercia y resistencia al cambio han superado incluso sus expectativas. Esto no es exclusivo de Estados Unidos: los "salvadores" externos, ya sea en este país o en cualquier otro, se topan con los límites de un sistema arraigado y difícil de mover. En España, por ejemplo, la degradación institucional impulsada por Pedro Sánchez no habría sido posible sin el precedente de Zapatero o la pasividad de Rajoy, que no hizo nada por cambiar el rumbo.

Así, aunque Donald Trump está impulsando cambios, y algunos son significativos, el inmenso engranaje del gobierno federal de Estados Unidos limita su alcance. Musk, acostumbrado a la agilidad del sector privado, se ha encontrado con una maquinaria lenta y resistente, una realidad que, aunque previsible, ha resultado más frustrante de lo que imaginaba.

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