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Crisis del 29 y del 09: la historia se repite pero no por culpa del mercado libre

El día 23 de octubre de 1929, las autoridades de la Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y otros burócratas de alto nivel llenaron el Hotel Willard para escuchar al economista americano más famoso de entonces, el profesor de la Universidad de Yale Irving Fisher, hablar sobre el estado de la economía. Después de explicar algunas de las razones detrás del aumento de productividad nacional durante la década de los veinte, Fisher pronosticó que la bolsa subiría al llegar el año nuevo. Al día siguiente la bolsa de Nueva York cayó en picado. Fue el llamado “Jueves negro.” La gran depresión había empezado.



Casi ochenta años más tarde, Larry Kudlow, presentador de uno de los programas de finanzas más populares del canal CNBC, dijo que la economía gozaba de un momento excelente y que todo indicaba que seguiría así. Dieciocho meses después, la bolsa cayó un cuarenta y siete por ciento y los Estados Unidos entraron en crisis.

Quizá no se deba predecir lo que va a pasar en el futuro pero si se intenta es importante usar una buena técnica. Tanto Fisher como Kudlow emplearon teorías del ciclo equivocadas para analizar los eventos. Eso les cegó a la realidad. El uso de la teoría del ciclo austriaco, sin embargo, permite entender el impacto que tendrá una expansión descontrolada de crédito. Por ejemplo, en 1924 el economista Ludwig von Mises ya veía los ingredientes de un gran “crash” y avisó a su alumno Fritz Machlup del problema que se les venía encima durante sus paseos de vuelta a casa después de clase. No podía decir cuando iba a estallar, pero los síntomas estaban allí.

En vez de concentrarse en el crash, la teoría austriaca se centra en las causas del “boom” previo. Como bien dice el profesor Lawrence White, el boom empieza cuando el sistema bancario “arbitrariamente expande la oferta de fondos para préstamos más allá de la oferta de ahorros voluntarios, bajando el tipo de interés por debajo de su valor en equilibrio.” Ese nuevo tipo de interés hace que los individuos piensen que sus planes (sea para establecer una empresa o comprar una casa) darán beneficios. Por ejemplo, si estima que un proyecto dará un beneficio del 5 por ciento y los tipos de interés, gracias a la manipulación por parte de los bancos, están a un 3 por ciento, el proyecto parece ser viable. Así empieza el boom. Pero cuando el tipo de interés vuelve a subir a su nivel real, digamos a un 6 por ciento, el proyecto fracasa –y empieza el crash.

Tanto durante la década de los veinte como entre los años  2000 y 2008, el sistema bancario jugaba con los tipos de interés. Mientras la Reserva Federal bajó los tipos de interés de un 5 por ciento, al empezar la década, a un 3,5 por ciento en 1924, la economía creció como loca. El Producto Interior Bruto (en 2000 dólares) subió un 26 por ciento; entre 1921 y 1929 el PIB subió más de 45 por ciento. La inundación de dólares baratos alimentó todo tipo de aventura empresarial. En 1928, sin embargo, la Reserva Federal se preocupaba de que el boom estuviera fuera del control y subió los tipos hasta el 5 por ciento otra vez, iniciando el crash del 1929.

Más de lo mismo pasó entre 2000 y 2008. El antiguo jefe de la Reserva Federal Alan Greenspan bajó los tipos de un 5 por ciento a 0,75 en 2002 y luego los subió poco a poco hasta 6,25 por ciento en 2006. La ola de crédito y dinero barato fue dirigida a una burbuja inmobiliaria que tenía que explotar tarde o temprano.

A pesar de su poder explicativo, la teoría austriaca del ciclo sigue siendo ignorada por la inmensa mayoría de los intelectuales y burócratas. La razón es que revela que sus políticas monetarias tienen la culpa del sufrimiento de millones de personas alrededor del mundo. Mientras tanto siguen intentando echar la culpa al mercado libre,  cabeza de turco favorita de todo estatista.

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comentarios
1 Mienmano, día

Bah, esto se arregla como se arregló la última: con una buena guerra. No creo que a la larga nuestros próceres tengan muchas más luces que Roosevelt o que Hitler (que también fue un producto de la crisis económica, no lo olvidemos).

2 Erbilyos, día

Entonces, Sr. Wilkes, lo que hay que hacer es conseguir que se publiquen artículos como éste en medios que tengan más repercusión, como el New York Times, el Washington Post, El País o Le Monde. Tarea difícil, ya lo sé. Pero nos va tanto en ello...

3 jose32, día

El ser humano no piensa antes de hacer las cosas. El ser humano hace lo que le place y después ingenia alguna justificación para ello. La teoría austriaca debería ser conocida por la gente corriente, el regular Spaniard, en nuestro caso. Sin embargo, la mayoría de dichos individuos prefieren seguir pensando en un estado paternalista, tragándose mentiras tan evidentes como que la energía la suben las compañías, pero la baja el gobierno; o que la recuperación llegará tras el verano, porque esto es lo más cómodo.

4 Vendeano, día

Si el estado distorsiona la percepción coste/beneficio el ser humano falla en su cálculo económico. El pobre ser humano tiene ya bastante de irracional como para que además le impidan calcular el resultado de sus acciones. Le arrebatan así su libertad y su ilusión. Los precios artificialmente bajos del dinero, como cualquier cosa abaratada por decreto (el agua, el voto, el amor, el sexo, el matrimonio, el delito, las rabietas infantiles, el título académico) son una catástrofe a medio plazo. Y si lo es a largo, peor. Esta crisis se ha retrasado un muy, muy, largo plazo, y coincide con otras diversas crisis morales unidas a ella por el acaso pero también por la sintonía en una misma perversa ideología o ideologías de lo fácil. Y no hay ya desiertos ni Américas adonde huir. El mundo se ha hecho demasiado pequeño, y nuestro poder demasiado grande. Un Titanic grande y lujoso lanzado sin radar a todo vapor: su potencia no va acompasada con su percepción. Que Dios nos coja confesados.