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¿Son todos los franceses Charlie?

Los días posteriores al atentado intensifican el debate ideológico sobre la integración y el laicismo en el país vecino.

Los días posteriores al atentado intensifican el debate ideológico sobre la integración y el laicismo en el país vecino.
Uno de los miles de carteles de 'Je suis Charlie' que han llenado las manifestaciones | EFE

Los acontecimientos de los días 7, 8 y 9 de este mes de enero abren una herida profunda en pleno corazón de los valores fundamentales europeos. La ola de atentados islamistas que ha afectado a Francia no sólo deja tras de sí 17 muertos, también supone un importantísimo golpe en la línea de flotación de la República. El asesinato de 10 trabajadores de la revista satírica Charlie Hebdo pone de relieve una nueva realidad trágica: en Francia se puede morir por defender una idea. Diez años después del asesinato de Theo Van Gogh a manos de un musulmán radical, las libertades más básicas vuelven a ser atacadas en el corazón de la Vieja Europa.

Un fenómeno nuevo poco controlado

El Gobierno francés era consciente desde hace meses de la posibilidad de un ataque en un plazo corto de tiempo, y se había advertido en numerosas ocasiones a la población. Pese a estas advertencias, Francia no estaba preparada, ni operativa ni moralmente, para un atentado de este tipo. La implicación de un antiguo combatiente en Yemen revela las deficiencias de los controles para evitar el retorno de estos combatientes radicalizados. Las estimaciones oficiales calculan que cerca de 1.300 franceses habrían partido a Siria e Irak a combatir junto al Estado Islámico. De estos, cerca de 200 habrían vuelto ya. Estos terroristas son ciudadanos franceses a los que no se les puede negar la entrada al territorio y a los que es muy difícil controlar en su totalidad. El primer ministro, el barcelonés Manuel Valls, consideró necesario aportar soluciones mediante una nueva ley sobre inteligencia. También llamó a conservar la sangre fría y no tomar medidas excepcionales; a "actuar sin precipitación e implantar nuevas medidas de manera cuidadosa".

El hecho de que los terroristas fueran franceses ha afectado mucho a la sociedad. Chérif y Saïd Kouachi y Amedy Coulibaly nacieron y se criaron en Francia. Desde los 5 años asistieron a la escuela francesa, en la que permanecieron durante toda la escolaridad obligatoria. Francia considera, desde 1870, que su modelo de escuela público, laico y obligatorio es un pilar de los valores republicanos. En teoría, la escuela debe ser el vector privilegiado que permita una identificación de los alumnos con la sociedad francesa y sus características. En el imaginario francés la escuela es, desde hace más de un siglo, un motor para la integración, la igualdad y la cohesión social. Que los terroristas estudiaran en Francia contribuye por tanto a resquebrajar, más aún, este mito francés.

El fin de una época

Más allá del ataque a la libertad de expresión, éste puede ser el mayor trauma para Francia. Muchos consideran, de manera metafórica, que la República Francesa ha perdido a sus hijos.

El atentado contra Charlie Hebdo es especialmente doloroso para la generación de franceses nacida en los diez años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Fue el impulso de esta generación la que forzó, tras la crisis de Mayo del 68, una actualización de los valores fundamentales franceses. Para millones de estos ciudadanos, Cabu, Wolinski y Honoré, tres de los dibujantes fallecidos, eran iconos de una época.

Además, eran un producto genuino de la escuela republicana, en la que la libertad y el espíritu crítico, heredado de Voltaire, constituyen un motivo de orgullo. La ejecución de todos estos dibujantes simboliza también un final abrupto para una época dorada de la sátira francesa. Es cierto que Charlie Hebdo estaba en franca decadencia, contaba con apenas 10.000 suscriptores, pero su poder simbólico era muy importante. A la muerte de Cabu, Wolinski y Honoré se suma la de Charb, que a sus 47 años era percibido por muchos como el continuador de esa manera audaz y corrosiva de hacer crítica política y social. El dolor de la sociedad francesa se plasmó rápidamente al producirse esa misma tarde numerosas manifestaciones de repulsa por toda la geografía nacional. En todo del país salieron a la calle cerca de 200.000 personas, que llenaron plazas como la del Capitole en Toulouse o la de la República en París.

Una unidad resquebrajada

La repulsa al atentado también llegó de las autoridades. Una marcha republicana nacional fue convocada el sábado por los diferentes partidos políticos. El Gobierno socialista tomó cartas en el asunto y decidió que, por razones de orden público y de seguridad, la manifestación debía celebrarse el domingo en París. Los principales líderes europeos también acudirán a la manifestación, algo que permite al Gobierno francés presumir de la unidad europea frente al terrorismo. Asimismo, el Partido Socialista invitó a todas las formaciones políticas, a representantes de las distintas comunidades religiosas y a los sindicatos a tomar parte en la manifestación, obviando de manera deliberada al Frente Nacional. El partido de Marine Le Pen no ha desaprovechado la oportunidad para denunciar la instrumentalización de la manifestación por parte de la UMP y el PS, los dos principales partidos. Marine Le Pen no ha participado en la gran manifestación parisina y se desplazó a Beaucaire, pequeño municipio del sureste del país, donde la manifestación ha sido convocada por un alcalde de su partido. Jean-Marie Le Pen, el histórico líder del Frente Nacional, afirmó que la no invitación a su partido era un "honor", ya que Charlie Hebdo no defendía los valores en los que se reconoce.

La no asistencia del partido de Le Pen resquebraja por tanto la unidad, al no participar un partido apoyado por cerca del 25% de los franceses.

Una oportunidad para el Frente Nacional

Al quedar al margen, el FN aparece así como un partido aparte, con algo diferente que aportar. Muchos franceses se dejan seducir por la emergencia de un modelo alternativo para Francia. La respuesta del Frente Nacional es exageradamente simplista, pero no por ello deja de ser seductora. Aporta una respuesta fácil, encarnada en la idea de asimilación y borrado de las diferencias. El Frente Nacional se reivindica de hecho como el único representante del modelo de integración francesa. Muchos franceses consideran que la tolerancia proclamada por su Gobierno no es más que una claudicación producto del relativismo cultural y de la ausencia de convicciones. Esta posición es apoyada por intelectuales de la llamada reacsphère. Entre estos, el más destacado es el ensayista Eric Zemmour, autor de Suicidio francés, libro que ha vendido más de 400.000 ejemplares y reivindica un mantenimiento de los valores tradicionales franceses frente a las amenazas islámica y neoliberal.

Para justificar esta postura, se basan en las dificultades persistentes de la República para integrar a ciertos grupos. Muchos franceses consideran que el Estado se ha retirado en exceso de algunas barriadas populares, en las que el respeto de la legalidad y de los valores franceses es limitado. También resulta evidente que declaraciones como las del imán de Pantin, ciudad cercana a París, no ayudan a combatir esta postura. Ibrahim Abou Tahla afirmó que los musulmanes no debían manifestarse el domingo, ya que todo tipo de manifestación política es contraria a los valores del islam. Asimismo, gran número de profesores ha señalado las dificultades para hacer cumplir el minuto de silencio durante la primera jornada de duelo nacional. Por otra parte, desde el momento del atentado 3.721 tweets manifestaron alegría por el ataque y celebraron la muerte de los periodistas.

Utilizando esta ventana de oportunidad, Marine Le Pen aprovechó los últimos acontecimientos para solicitar un referéndum sobre la pena de muerte, enturbiando el luto oficial.

La unión nacional, a la que tanto se ha apelado en estos últimos días, no deja de ser por tanto una quimera impensable en una sociedad ya polarizada. Gran parte de la ciudadanía está descontenta con las soluciones que los sucesivos Gobiernos han dado al problema de la integración. Quimera o realidad, el libro Soumission de Michel Houellebecq, que predice la victoria de un partido islamista moderado en las presidenciales del año 2022, será con toda probabilidad el libro más vendido en Francia en el año 2015.

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