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Corbyn, el Pablo Iglesias británico, alarma al Partido Laborista

Tras su dura derrota electoral el Partido Laborista se enfrenta a unas primarias que podrían encumbrar a su ala radical de la mano de Jeremy Corbyn.

Tras su dura derrota electoral el Partido Laborista se enfrenta a unas primarias que podrían encumbrar a su ala radical de la mano de Jeremy Corbyn.
Corbyn fotografiado recientemente | EFE

La derrota electoral, con mayoría absoluta tory incluida, ha llevado al Partido Laborista británico a una de las mayores crisis de su historia. La gran formación socialdemócrata del Reino Unido ha visto cómo pasará al menos diez años fuera del poder y sin muchas perspectivas de poder recuperarlo.

Así, tras la dimisión del candidato Ed Miliband -el mismo día en el que se constataba su derrota electoral, tal y como manda la tradición en las islas británicas- se abrió el proceso para la elección del nuevo líder, en unas elecciones primarias en las que también se cambia el sistema de elección que, por primera vez, se basa en el principio de un afiliado un voto y no en el reparto en tres grandes grupos –militantes, sindicalistas y simpatizantes- como venía siendo hasta ahora.

En este contexto las encuestas, de cuya fiabilidad tampoco se puede estar completamente seguro dado el nuevo escenario, están pronosticando lo que de confirmarse sería -o habría sido hace sólo dos meses- una gigantesca sorpresa: la victoria de Jeremy Corbyn, representante del ala más izquierdista del partido.

¿Quién es Corbyn?

Corbyn es un veterano del parlamento, en el que está desde 1983, y es el mayor de los cuatro candidatos que compiten por el liderazgo laborista, con 20 años de edad más que el segundo, la exministra Yvette Cooper.

Sus opiniones han sido siempre consideradas muy radicales dentro del partido, y no es extraño, ya que supone una visión del laborismo que parece olvidada desde, al menos, la era Thatcher. Entre sus propuestas encontramos, por ejemplo, la renacionalización de servicios públicos o los trenes, el desarme nuclear unilateral y, por supuesto, aumentar el gasto público y denunciar la austeridad.

Corbyn fue un rostro habitual, y de los más conocidos, en movilizaciones contra la intervenciones británicas en Irak o Afganistán y también ha mantenido posturas poco ortodoxas en asuntos especialmente sensibles en el Reino Unido como el conflicto norirlandés, protagonizando noticias que en su día fueron auténticos escándalos nacionales como invitar al líder del Sinn Fein –el brazo político del IRA-, Gerry Adams, a un encuentro en Londres allá por 1984.

No ha sido la única polémica que ha protagonizado en su larga vida política: una cuestión que le está persiguiendo durante la campaña están siendo las acusaciones de antisemitismo que se están vertiendo sobre él y que obedecen a cuestiones cuanto menos complicadas a las que él ha rehusado dar una respuesta convincente.

Así, un duro artículo en The Jewish Chronicle, el diario más seguido de la comunidad judía británica, le hacía "diez preguntas a las que debe responder" y entre las que está su apoyo a organizaciones terroristas como Hamas y Hezbolá, además de donaciones a organizaciones o líderes considerados antisemitas como Deir Yassin Remembered –considerada tan extremista que algunas campañas de solidaridad con Palestina rechazan colaborar con ella- o Raead Salah, un hombre condenado por escribir libelos antisemitas.

La reacción laborista

Aunque empezó la carrera siendo considerado un outsider con pocas, o ninguna, posibilidades Corbyn ha tenido un inesperado éxito en las encuestas, liderando la mayoría de las que se han publicado durante agosto, una vez que ya eran oficiales los nombres de los cuatro candidatos.

Esto ha provocado una reacción de alguna de las voces más autorizadas del laborismo, entre ellas la de Gordon Brown, el último primer ministro del partido, que dedicó a Corbyn, sin citarle, prácticamente todo el contenido de un discurso de 50 minutos.

Brown aseguraba no referirse a "ningún candidato en concreto", pero descargó con contundencia frases que sólo se podían dirigir a Corbyn: "Tenemos que ser populares, no un simple partido protesta", por ejemplo, o "esas ideas para construir una economía planificada en Gran Bretaña están muchos años por detrás de esta época".

La andanada más contundente, probablemente, la dedicada a la política internacional: "Si nuestras alianzas globales van a ser con Hamás y Hezbolá, la Venezuela de Hugo Chávez y la Rusia de Putin no hay absolutamente ninguna oportunidad de construir una alianza mundial que pueda luchar contra la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y la inestabilidad financiera".

Hamás, Hezbolá, Venezuela, Rusia… ¿les suena?

Blair, también a la carga

Si el último primer ministro ha dedicado un discurso a alertar al laborismo del error que puede cometer con Corbyn, su antecesor –y el último laborista que ganó unas elecciones- le ha dedicado un artículo que ha sido de lo más leído de la prensa británica de este domingo.

El artículo, publicado este domingo en The Guardian, no podía tener un título más explícito: "Las políticas de Jeremy Corbyn son fantasía, igual que Alicia en el País de las Maravillas".

Blair admite que Corbyn es un fenómeno que no es capaz de entender, pero sí puede enclavarlo en una "tendencia" en la que también se encuentran Donald Trump, el senador demócrata Bernie Sanders, Marine Le Pen, el Syriza griego o la última victoria de los nacionalistas del SNP "después de que la caída de los precios del petróleo haya puesto en evidencia que la política que proponían a los escoceses un año antes habría llevado al país al desastre económico".

El ex primer ministro lo define con una frase demoledora: "Hay en marcha una política de la realidad paralela para la que la razón es irritante, la evidencia una distracción, el impacto emocional es el rey y lo único que cuenta es sentirse bien".

Blair explica que, aunque los que como él critican a Corbyn son acusados de mirar al pasado, el anticuado es el candidato que tiene "un programa que es exactamente por lo que luchamos y perdimos hace treinta años", en referencia a las políticas laboristas previas a la revolución Thatcher.

Uno de los puntos principales del artículo es que para el que fuera ocupante del 10 de Downing Street durante toda una década, la elección de Corbyn supondría una segura derrota electoral del laborismo, según extrae del análisis de los estudios demoscópicos sobre las elecciones de mayo: "El laborismo perdió porque fue considerado un peligro para los negocios y demasiado virado a la izquierda, porque la gente temía que Ed (Miliband) llegase al poder con el apoyo del SNP y porque no tenía un plan creíble de reducción del déficit. Es una evidencia", concluye.

Pero según Blair las evidencias no importan a los seguidores de Corbyn porque viven "encerrados en una burbuja" y sienten que están protagonizando un cambio real. Lo cierto, sin embargo, es que el cambio en realidad no es tan real: "Trump y Sanders no van a ser presidente; Escocia votó No y aún si vota Sí en el futuro, el dolor de la separación será agudo para todos nosotros; Syriza puede ganar, pero sólo cambiando la realidad; y Jeremy Corbyn no va a ser el primer ministro del Reino Unido".

Quizá el laborismo escuche los consejos de Blair, quizá tome un camino que parece que le aleja todavía más de Downing Street... Sea como sea una vez más Gran Bretaña parece ser –como ya lo fue con Thatcher o con el propio Blair- uno de los principales terrenos de juego de las grandes batallas ideológicas de Europa.

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