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La impotencia del empresario español con un hijo atrapado en Jersón: "Jamás imaginé algo así"

Denuncia que las empresas con las que trabaja -Pascual, Codorniú o Carmencita- le ofrecen su ayuda, pero la burocracia española le impide canalizarla

Denuncia que las empresas con las que trabaja -Pascual, Codorniú o Carmencita- le ofrecen su ayuda, pero la burocracia española le impide canalizarla
Julio Suárez y su hijo Vitaly, antes de que los rusos invadieran Jersón | Libertad Digital

"Hemos pasado la noche muy mal, había un montón de disparos y nos hemos despertado con casas destrozadas". Así comienza el último parte diario que Vitaly envía desde Jersón, una ciudad del sur de Ucrania considerada estratégica por su industria naval. A Vitaly, que dirige la oficina que su padre levantó allí mismo hace 10 años, no le dio tiempo a abandonar el país tras la invasión rusa. Acostumbrados a una amenaza constante, nunca se imaginó que todo se desarrollaría tan rápido.

"Estábamos trabajando en un proyecto muy importante con una multinacional, viendo instalaciones locales para esta empresa, y el jueves pasado a las 5 de la mañana me llamó mi hijo y me dijo ‘ya están aquí, se escuchan las bombas, los tiros’-relata Julio Suárez al otro lado del teléfono-. El problema es que el ejército ruso actuó con rapidez. Su única posibilidad era haber huido en coche hasta Moldavia, pero, precisamente por la situación estratégica de Jersón, ya estaba todo ocupado y era imposible".

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Desde entonces, Julio, dueño de la empresa de exportación e importación Cortuhondo, vive pegado al teléfono día y noche. En 2019, tras el inicio de la pandemia, decidió regresar a España y dejar a su hijo al frente del negocio en Ucrania, un negocio que decidió impulsar cuando tras una visita al país en el año 2000 se dio cuenta de que los supermercados locales estaban inundados de productos italianos y que, tal vez, habría una oportunidad para las empresas españolas. "Jamás imaginé algo así", lamenta más de dos décadas después.

La burocracia frena la ayuda

Hoy, desde la pequeña localidad alicantina en la que reside, trata de mandar ánimos a su hijo y lo más importante: la ayuda que tanto él como el resto del país necesita. Los máximos responsables de las empresas multinacionales con las que trabaja - desde el grupo Pascual hasta Codorniú, pasando por Carmencita o Pastas Gallo- le han ofrecido todo su apoyo. Sin embargo, Julio nos cuenta con impotencia todas las dificultades con las que se está encontrando para canalizar esta ayuda.

Él no puede recibir este tipo de donaciones a título personal, montar una asociación puede tardar más de un mes y el ayuntamiento del municipio en el que reside - y que prefiere mantener oculto para evitar problemas- le ha dicho que hasta dentro de 15 días no pueden reunirse con él para ver qué puede hacer al respecto.

"¿Tú lo ves normal? -pregunta indignado-. Es una falta de sensibilidad total. Están muriendo mujeres y niños y no estoy pidiendo nada a nadie. Tenemos, por suerte, la bendición de tener una excelente relación con fabricantes de toda España y lo cierto es que esto me desmoraliza por completo".

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Julio y su hijo Vitaly con otros empresarios en la feria de Kiev

Aun así, Julio no tira la toalla y ya está buscando otras vías fuera de España para poder ayudar a su hijo, a su nuera y su nieta de 5 años que, desgraciadamente, ha tenido que cambiar las canciones infantiles por el ruido de los disparos y las bombas. "Ellos viven en lo alto de un edificio. Están todo el día en silencio y con las luces apagadas. Tienen un sótano y, si se ven en peligro, bajarán", narra con un nudo en la garganta.

La generosidad de Vitaly

Él no esconde su angustia: "Nos pasamos toda la noche despiertos". Tampoco el miedo que está convencido que Vitaly siente al ver su ciudad prácticamente tomada por los rusos. Sin embargo, presume del "aplomo" y la "generosidad" de la que su hijo hace gala desde que comenzó la invasión. "Está pensando más en ayudar a la gente que en él mismo. Ayer llevaba 24 horas sin dormir porque había estado haciendo guardia en el hospital para cuidar los tanques de oxígeno para los enfermos de covid", explica orgulloso.

Desde que estalló todo, Vitaly y sus amigos se organizan en grupos para hacer labores de vigilancia por las noches, con el fin de "evitar el vandalismo y el terrorismo que pueden surgir en estos momentos". Por el día, salen a buscar alimentos para sus familias, y gasolina para las ambulancias que van al frente a recoger a los heridos.

Por eso, se enerva al ver los vídeos que le manda su hijo -y que éste también facilita a LD- en los que se puede ver cómo los soldados rusos no tienen problemas en bombardear edificios de viviendas o saquear lo poco que queda en los supermercados, "dejando a la población civil desabastecida".

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"Encuentren a mis hijos"

Al horror que su hijo está viviendo en sus propias carnes, se suma el de otros familiares y amigos con los que ha compartido el día a día en Ucrania durante los últimos años. "Esta misma mañana una prima de mi mujer que es enfermera me envió un mensaje muy doloroso. Cada vez que lo leo, me pongo a llorar", confiesa.

Ese mensaje, que nos reenvía por WhatsApp comienza así: "Julio e Iryna, por favor, si de repente no sobrevivimos, encuentren a mis hijos Kisheshkina Anzhelika Evgenievna 25. 03.2009 y Kicheshkin Artem Evgenievich 16.11.1997". A continuación, una dirección, la de una vivienda que hoy ni siquiera están seguros de que siga en pie.

Una ciudad arrasada

Poco a poco las grandes referencias de Jerson van desapareciendo, también el principal centro comercial de la ciudad. "Hablamos de más de dos manzanas de modernas instalaciones que no envidiaban en nada a ningún centro comercial europeo y que está ubicado a un kilómetro de la fábrica de Danone en Jerson -nos explica desde la nostalgia de quien hoy ve como su pasado más reciente se borra por momentos-. Era muy moderno y precioso, con pistas de patinaje sobre hielo, karting, piscina, gimnasio, cines, bares y restaurantes con música en vivo, supermercados, tiendas de electrodomésticos y de las principales marcas de ropa internacionales".

Hoy, Julio trata de aceptar que todo aquello tardará mucho tiempo en volver a levantarse, al tiempo que asume que aquel viaje temporal de regreso a España que emprendió en 2019 será ya definitivo. "Sólo espero que Vitaly pueda reunirse con nosotros lo antes posible", dice antes de colgar el teléfono para volver a seguir al minuto cada noticia que llega de Ucrania. Su hijo, a miles de kilómetros, aprovecha los vídeos que nos envía para recalcar el mensaje más importante en estos momentos: "Pedimos a todas las empresas españolas y a los ciudadanos que nos ayuden, porque necesitamos medicamentos, agua y alimentos para ayudar a la gente".

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