El 14 de marzo saltaba la noticia de que una espontánea había protestado contra la guerra durante la emisión del informativo vespertino del canal ruso Channel One. Como se sospechaba, se trataba de una empleada de la cadena. La persona que gritaba y sostenía el cartel tras la presentadora de las noticias es la periodista y editora Marina Ovsyannikova, de madre rusa y padre ucraniano.
"Detengan la guerra. No se crean la propaganda. Les están mintiendo", decía el texto. Palabras que el propio presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quiso agradecer "personalmente". El mandatario es consciente de que el mensaje que Ovsyannikova coló durante el informativo puede salirle muy caro.
El canal, que pertenece a la cadena de televisión estatal de Rusia, ha abierto una investigación y ha calificado los hechos como un "accidente con una intrusa". La periodista fue llevada al departamento de policía de Ostankino y podría ser condenada a varios años de privación de libertad por lo sucedido.
Su actitud ha sido calificada de "hooligan" por el Kremlin. Era de esperar, va en contra de todos los criterios fijados por el aparato de propaganda de Moscú. "Guerra" es la palabra prohibida. Y su protesta podría ser considerada como un delito de falsedad en relación con las acciones del Ejército ruso, para el que la recién aprobada reforma del Código Penal -el 4 de marzo- recoge penas de hasta 15 años de cárcel.
El respaldo europeo
Hasta ahora, lo que se sabe es que ha sido liberada. Algo que desde Reporteros Sin Fronteras creen que responde a que Putin no ha querido convertirla en mártir. Los ojos de la comunidad internacional están puestos en lo que pueda ocurrir con ella en estos momentos. Horas antes, la Comisión Europea había denunciado su "desaparición" y la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos había pedido a las autoridades rusas que no tomasen represalias contra la ella.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha expresado este martes su intención de comunicarle a su homólogo ruso, Vladimir Putin, que quiere ofrecerle protección consular, e incluso asilo a Ovsianikova. En cualquier caso, la periodista no se ha librado de la multa de 30.000 rublos (alrededor de 250 euros) y aún está por ver si hay proceso penal.
De momento las primeras declaraciones de Ovsyannikova -tras ser liberada- demuestran la fuerte represión a la que se enfrentan los rusos que son contrarios al régimen comunista o que simplemente cuestionan las decisiones del Putin. En Rusia, los disidentes no tienen derechos. Según afirma la periodista, fue sometida a un interrogatorio de 14 horas y se le negó el acceso a sus abogados.
First comments from Ovsyannikova: 14-hour interrogation, denied her access to lawyers, she’ll talk more tomorrow after some sleep. She speaks English at the end of this video. https://t.co/egj49jhyqa pic.twitter.com/IxXO08vrTW
— Kevin Rothrock (@KevinRothrock) March 15, 2022
La reforma del terror
El objetivo de la reforma del Código Penal ruso aprobada el 4 de marzo por la Duma no es otro que el de infundir el miedo. Los diputados dieron luz verde -por unanimidad- a una serie de enmiendas a la norma que recogen fuertes sanciones, en forma de multas y penas de cárcel, por la difusión de información que consideren "falsa" sobre las Fuerzas Armadas o por la petición de sanciones contra Rusia.
Lo que han aprobado los 401 diputados de la cámara es una herramienta más para que el Kremlin controle la información, en este caso sobre la invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Putin el pasado 24 de febrero. Como advierten ciudadanos rusos con los que ha podido hablar LD, "guerra" es la palabra prohibida. Se debe utilizar la expresión "operación militar". Y, por supuesto, la consigna es vender a Rusia como salvadora.
El nuevo Código Penal prevé: hasta 3 años de prisión por llamar a otros países a establecer sanciones contra Rusia, hasta 5 años de cárcel por desprestigiar el empleo de la Fuerzas Armadas en la defensa de los intereses de Rusia y sus ciudadanos, y de 10 a 15 por difundir información falsa (es decir, contraria a la propaganda del Kremlin) sobre la acción del ejército.
Mártir no, heroína
La amenaza de cárcel no ha sido suficiente para frenar a Marina. El origen de su padre, ucraniano, y el entendimiento entre ambas comunidades que ha visto desde pequeña, le impulsaron a alzar la voz contra la invasión de Putin. "Nunca han sido enemigos", señala en un video que publicó en Telegram minutos antes de interrumpir la emisión del informativo del Channel One.
"Este collar que llevo puesto es un símbolo del hecho de que Rusia debe poner fin de inmediato a esta guerra fratricida y nuestros pueblos hermanos aún serán capaces de reconciliarse", comentaba en la grabación, en la que también asegura sentir vergüenza por haber pasado los últimos años de su carrera "haciendo propaganda del Kremlin".
"Avergonzada de haber permitido que se transmitieran mentiras desde las pantallas de televisión. Avergonzada de haber permitido que otros zombificaran al pueblo ruso", añade. Se lamenta de haber callado cuando "todo esto comenzó" en 2014 y en otras tantas ocasiones, como "cuando el Kremlin envenenó a Navalny".
No puede evitar pensar en la próximas generaciones, que tendrán que lavar "la mancha de esta guerra fratricida". Por eso invita a los que piensan como ella a pasar a la acción: "Está sólo en nuestro poder el detener toda esta locura. Vayan a protestar. No le tengan miedo a nada. No pueden encerrarnos a todos".
Por este video poniendo puntos sobre las íes, por la protesta durante la emisión de las noticias vespertinas, por sus declaraciones tras ser encarcelada y sometida a un interrogatorio de 14 horas, o por la suma de todas las acciones, Marina Ovsyannikova ha sido bautizada como heroína por las redes sociales y los medios de comunicación internacionales.