Unos 48 millones de franceses están llamados este fin de semana a las urnas para decidir en segunda vuelta quién será el próximo presidente de la República: el actual jefe de Estado, Enmanuel Macron, o la líder del Frente Nacional, Marine Le Pen. Los comicios arrancarán este mismo sábado en los territorios de ultramar y concluirán a partir de las 19:00 del domingo, cuando cerrarán la mayor parte de los colegios electorales y comenzarán a difundirse los sondeos a pie de urna y los primeros resultados oficiales.
Según todas las encuestas publicadas el último día antes de la jornada de reflexión, la reelección de Macron estaría asegurada con una ventaja que variaría entre los seis y los catorce puntos. Tras la primera vuelta, la mayor parte de las empresas demoscópicas han ido ampliando la distancia entre ambos candidatos, evidenciando una creciente caída de Le Pen. Sin embargo, hay quien vaticina exactamente lo contrario, dibujando un escenario mucho más ajustado. Es el caso de Odoxa, que otorga un 53 % de los votos a favor de Macron, frente al 57% que llegan a estimar los sondeos de Ipsos y Opinion Way.
Precisamente por eso, tanto el presidente como su equipo se han esforzado en estas últimas semanas por dejar claro que no se puede dar nada por sentado. Temen que el fantasma de la desmovilización electoral acabe jugando una mala pasada a Macron, otorgando la victoria a la líder del Frente Nacional que, en todo caso, mejoraría considerablemente sus resultados de 2017.
Las bazas de los candidatos
En aquella ocasión, Le Pen se tuvo que conformar con menos del 34 por ciento de los votos, pero el escenario político, económico y social de entonces no es el mismo que el de ahora y la rival de Macron aspira a rascar apoyos incluso entre izquierdistas desencantados.
Para ello, ha centrado su campaña en presentarse como una verdadera "patriota" frente a los políticos tradicionales que, en su opinión, han fallado al país durante décadas. Además, la candidata del Frente Nacional ha mostrado una imagen más amable que en la que su día se asoció a su padre y ha tratado de incluir a Macron dentro de una élite alejada de los verdaderos problemas de los ciudadanos.
Para contrarrestar este discurso, el actual presidente de Francia se ha centrado en explotar su experiencia y mejorar su cercanía con los ciudadanos, una estrategia en la que se enmarcan las numerosas fotografías desenfadas que ha protagonizado en las últimas semanas, como la controvertida imagen en la que aparece descamisado en un sofá y que se ha viralizado en todo el mundo.
La invasión de Ucrania
Esta ardua batalla se ha visto salpicada, además, por la invasión de Ucrania por parte de Rusia, una ofensiva que ha estado muy presente durante toda la campaña y muy especialmente en el último debate electoral entre ambos líderes.
En él, Macron acusó a su rival de financiarse con dinero ruso, por el crédito que el Frente Nacional solicitó en 2015 a un banco próximo a Moscú. Le Pen, por su parte, le reprochó querer "sustituir la ciudadanía francesa por la europea y se mostró en contra de las sanciones europeas al gas y al petróleo ruso porque, a su juicio, perjudican a los franceses.
El futuro del perdedor, en el aire
Para ambos, la última batalla que se dirimirá este domingo por la noche será absolutamente clave. Si el actual inquilino del Elíseo pierde, el movimiento que él mismo fundó, La República en Marcha, deberá plantearse si puede existir un 'macronismo' sin Macron. Si gana, acumularía al menos dos mandatos, acercándose a nombres como Jacques Chirac, François Miterrand y Valéry Giscard d'Estaing.
Para Le Pen, una derrota podría ser definitiva si realmente cumple lo que dijo en una reciente entrevista. "Teóricamente no me presentaría de nuevo, pero seguiré haciendo lo que llevo años haciendo: defender a los franceses", aseguró en Le Journal du Dimanche. Sin embargo, ni su actual peso político ni su edad (53 años) permiten descartar que la líder del Frente Nacional repitiese una vez más en busca del asalto final al Elíseo.