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Transnistria, el agujero negro con el que Rusia desestabiliza a Moldavia desde hace 30 años

Moscú tiene 2.000 militares en esta república fantasma que controla desde 1992. El último ataque en Tiraspol reabre las tiranteces entre las partes.

Moscú tiene 2.000 militares en esta república fantasma que controla desde 1992. El último ataque en Tiraspol reabre las tiranteces entre las partes.
Calle de Tiraspol, capital de la república fantasma de Transnistria. | Flickr/CC/Konrad Lembcke

La desintegración de la Unión Soviética hizo saltar por los aires el antiguo espacio de influencia que Moscú había tejido en Europa del Este a través del Pacto de Varsovia. La gran mayoría de los países iniciaron su huida hacia la libertad y terminaron integrándose en la Unión Europea y la OTAN, aunque los más débiles políticamente y más frágiles en lo económico no consiguieron hacerlo antes de que Vladimir Putin consiguiera asentarse en el Kremlín y volver a echar sus redes políticas.

Moldavia fue el primer país en caer bajo las redes de la desestabilización de la Rusia post-soviética para impedir su huida hacia Occidente. De hecho, su fragilidad como país era tal que Moscú pudo intervenir en él mientras la propia Rusia estaba implosionando desde dentro. Allí estrenó la creación de las repúblicas fantasma que tan buen resultado le ha dado tanto en Moldavia como en Georgia o Ucrania para torpedear el buen funcionamiento de países ajenos.

La URSS creó artificialmente la República Socialista de Moldavia en 1944 y la incluyó dentro de su territorio. Para ello obligó a Rumanía, a finales de la Segunda Guerra Mundial, a entregarle los territorios de Besarabia y Bucovina del Norte -anexión contemplada en el pacto Mólotov-Ribbentrop-, y a ella unió una pequeña franja de terreno, situado al este del río Dniéster, que siempre había pertenecido a Ucrania -en ese momento también bajo control absoluto de Moscú-.

Rusia trasladó población eslava a Moldavia, especialmente a la franja al este del río Dniéster, para compensar la importante pérdida de población que había sufrido la zona debido a los combate de la Segunda Guerra Mundial. Esta población fue mayoritariamente de lo que ahora mismo es Rusia, Bielorrusia y Ucrania, aunque en este último caso eligió población de ascendencia rusa, que hablasen ruso, nada de ucranianos que hablasen ucraniano.

Tras la disolución de la URSS, Moldavia se independizó y comenzaron los debates internos para decidir libremente su propio futuro. Una amplia mayoría del país apostó por un giro hacia Occidente e incluso se debate su reintegración en Rumanía. Es entonces cuando estalla una guerra civil por las ansias independentistas de la población eslava. Una guerra en la que Moscú ordenó participar al 14º ejército soviético.

La participación rusa en apoyo de los rebeldes transnistrios desequilibró la balanza hacia el lado rebelde, evitando que el Gobierno de Chisináu pudiera tomar el control de todo el país y obligando al Ejecutivo moldavo a firmar un acuerdo de paz en 1992 que garantizaba la presencia del Ejército de Moscú en la zona como "fuerza de paz". Desde entonces, unos 2.000 militares rusos se mantienen controlando un territorio que ocupa, más o menos, la décima parte de Moldavia.

Transnistria se mantiene desde entonces como una república independiente de facto, aunque no reconocida internacionalmente. Ocupa la franja este del país, entre el río Dniéster y la frontera con Ucrania, exactamente, con la región de Odesa. La mayoría de la población de este territorio habla ruso de forma habitual, y utilizan el alfabeto cirílico, al contrario que en el resto de Moldavia, donde se habla el rumano y se usa el alfabeto latino.

Tiene su propia moneda (el rublo transnistrio) y sus propios pasaportes, conserva la hoz y el martillo soviéticos en su bandera y da a algunas de sus instituciones nombres de la época comunista (Soviet Supremo, KGB...). Sus calles son un túnel del tiempo, un viaje a la Europa de los dos bloques antagónicos, un dantesco paraíso de las estatuas de Lenin, pese a que el territorio abandonó el comunismo hace años para constituirse como una cleptocracia de amiguetes del Kremlín.

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Ubicación de Transnistria

Ante la reciente invasión rusa de Ucrania, Moldavia ha solicitado en la últimas semanas su adhesión a la Unión Europea y ha exigido públicamente que los soldados rusos que están desplegados al este del río Dniéster abandonen el país. Las autoridades rebeldes de Tiraspol, la segunda ciudad por número de habitantes de Moldavía y capital de esta república fantasma, ha solicitado que Chisinau reconozca su independencia y le permita estar bajo la órbita de Moscú y alejados de la UE.

La tensión ha aumentado en la zona en las últimas horas. Este lunes, varios artefactos explotaron en la sede del Ministerio de Seguridad de la república de fantasma de Transnistria. El Kremlin acusa al Gobierno de Chisináu del ataque sin descartar la colaboración de las autoridades de Kiev. Los moldavos apuntan a la autoría de Moscú. La realidad es que será difícil saber de verdad quiénes fueron los autores del ataque.

Moscú puede utilizar un ataque de falsa bandera así para garantizar la independencia de Transnistria -un nuevo puñetazo en la mesa ante una Europa dubitativa- e, incluso, utilizar las tropas que tiene en este territorio para apoyar su invasión de Ucrania. Chisináu, por su parte, puedes estar tomando temperatura al Kremlín para ver si es factible abrir un segundo frente a Rusia y tratar de recuperar la parte más allá del Dniéster que controla y protege Moscú.

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