
Scarlet Blake, una transexual de 25 años conocida como ‘cat killer’, ha sido condenada a cadena perpetua por el asesinato de Jorge Martín Carreño. Un joven canario, de 30 años, que trabajaba para BMW en la ciudad británica. El cuerpo sin vida del ingeniero eléctrico fue hallado el 26 de julio de 2021 en aguas del Parsons Pleasure, una zona de baño nudista del río Cherwell apartada y reservada para sólo para hombres.
El tribunal ha considerado que Blake planeó y perpetró el crimen en busca de placer. Según explicó el juez Martin Chamberlain durante la lectura del fallo, la muerte del español fue "la culminación de un plan que sopesó y formuló durante meses". "Decidió matar a alguien porque creía que a Ashlynn Bell (su exnovia) le resultaría sexualmente excitante, lo que así era", sentenció.
"Hubo, por tanto, una clara motivación sexual para el asesinato", añadió. "Usted también creyó que obtendría placer, sexual o no, de la experiencia de matar a una persona", dijo dirigiéndose a Blake. "Estoy seguro de que disfrutó matando a Jorge, como disfrutó matando al gato". El magistrado hacía referencia a un truculento episodio protagonizado por el acusado tan sólo cuatro meses antes de asesinar al hombre.
Blake le quitó la vida a la mascota de su vecino mientras lo retrasmitía en directo a través de internet. En primer lugar, lo atrajo hasta él usando comida para gatos y lo encerró en un transportín. Después, -con absoluta frialdad- instaló un trípode, colgó al animal y lo rajó con un arma blanca. La crueldad con la que actuó con el felino hiela la sangre. Lo diseccionó, lo decapitó, le quitó el pelaje y lo metió en una licuadora.
"Algún día quiero aprender cómo hacerle esto a una persona", espetó al terminar. De fondo se escuchaba la canción "True Faith (Fe verdadera)" del grupo de rock británico New Order, lo que el tribunal interpretó como una clara referencia al documental ‘Don't F**k with Cats: Hunting an Internet Killer (A los gatos, ni tocarlos: un asesino en Internet) de Netflix, sobre un retorcido criminal que mataba a felinos y terminó asesinando a un humano.
El crimen de Jorge
Blake tiene una "obsesión por el daño y la muerte", reza la sentencia. Prueba de ello es que "la decisión de matar a Jorge no fue una reacción a algo que dijo o hizo, no fue un error momentáneo, no fue una decisión tomada bajo la ira o porque sus emociones le superaran". Lo pensó, lo planificó y lo ejecutó, él solo (aunque durante el juicio intentó implicar a su expareja).
La noche de los hechos, Jorge había salido con unos amigos. Y, cuando volvía a casa, se encontró con Blake en la plaza Radcliffe. De alguna manera se ganó su confianza y caminaron juntos hasta Parsons Pleasure. Una vez allí, Blake propinó a la víctima un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza.
Utilizó "una botella de vodka (que se encontró en la escena del crimen) o alguna otra cosa que tenía en su mochila". A continuación, "lo estranguló aplicando presión en los vasos sanguíneos justo debajo de la mandíbula con las manos o una ligadura, para después echarlo al río, (Cherwell) donde se ahogó", relató el juez.
Blake se justifica
La condenada llegó a Reino Unido desde China cuando tenía 9 años. Entonces se llamaba Alice Wang. Pero a los 12 años reveló que era transgénero a sus padres, a los que hizo "muy infelices" por ello. "Les causó una gran ruptura emocional". También explicó que no fue fácil vivir como mujer y que finalmente había desarrollado una relación a través de internet con Ashlynn Bell, una mujer trans que vive en Estados Unidos.
En cuanto a los hechos, la acusada negó que estuviera buscando una víctima aquella noche. Según dijo, salió a caminar porque no podía dormir. Algo que no encaja con el ‘set de asesino’ que -aseguraron las fiscales- llevaba en su mochila. En definitiva, ninguna de las explicaciones y justificaciones que Blake ofreció durante su declaración convencieron al tribunal. "Usted atribuyó sus intereses mórbidos a una personalidad dividida o disociada utilizando el lenguaje de la psiquiatría o el psicoanálisis", señaló el juez.
"Habló de las dificultades que tuvo desde la niñez" y también "de su relación problemática con sus padres", añadió. Pero "todo esto fue parte de un elaborado intento de racionalizar lo que había hecho y transferir la responsabilidad a otros". "No hay evidencia de que padezca ninguna enfermedad o trastorno mental relevante", destacó el juez Martin Chamberlain. "Lo que hiciste no es culpa de una sociedad que no te aceptó. Y tampoco es culpa de tus padres", ha sentenciado.
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